En Israel y los territorios palestinos ocupados, el 2016 ha comenzado en gran parte como terminó el 2015, con niveles inaceptables de violencia y un discurso público polarizado. Esta polarización se hizo evidente en los salones de las Naciones Unidas la semana pasada cuando señalé una verdad sencilla: la historia demuestra que los pueblos siempre resistirán la ocupación.
Algunos buscaban dispararle al mensajero, distorsionando mis palabras hasta convertirlas en una justificación equivocada para la violencia. Los apuñalamientos, choques vehiculares y otros ataques por parte de palestinos contra civiles israelíes son reprensibles. También lo es la incitación a la violencia y la glorificación de asesinos. Nada disculpa el terrorismo. Lo rechazo categóricamente.
Nadie puede negar que la realidad diaria de la ocupación provoca rabia y desespero, los cuales son ejes impulsores de la violencia y el extremismo y menosprecian cualquier esperanza de una solución negociada de dos Estados.
Los asentamientos israelíes se siguen expandiendo. El Gobierno ha aprobado planes para la construcción de más de 150 nuevos hogares en la ocupada Cisjordania.
Miles de hogares palestinos en Cisjordania están en riesgo de ser demolidos por obstáculos que podrán ser legítimos en el papel pero son discriminatorios en la práctica. Los palestinos, en especial los jóvenes, están perdiendo la esperanza por lo que parece ser una dura, humillante y eterna ocupación.
Junto con EE. UU, la Unión Europea (UE) y la Federación Rusa, las Naciones Unidas está haciendo un llamado para cambios sustanciales en la política para fortalecer los pilares económicos, institucionales y de seguridad de la Autoridad Palestina. Estamos entablando conversaciones con países árabes en la región para conseguir el apoyo que ambos lados necesitan para traer paz y seguridad a israelíes y palestinos por igual.
Seguimos trabajando con Israel y la Autoridad Palestina (AP) para reconstruir a Gaza y prevenir otro conflicto devastador, y para presionar a los palestinos hacia una genuina reconciliación nacional.
Claro está que un acuerdo duradero entre Israel y la AP requerirá de difíciles compromisos por parte de líderes y pueblos de ambos lados. Las autoridades israelíes tienen que apoyar inequívocamente a la AP y las instituciones palestinas. Esto requiere de cambios significativos hacia políticas en Cisjordania y Gaza, a medida que protegen las legítimas preocupaciones de Israel por la seguridad.
Dichos pasos podrían comenzar con vivienda, agua, energía, comunicaciones, agricultura y acceso a recurso naturales. Específicamente, deberían incluir aprobación inmediata de los planes maestros propuestos por comunidades palestinas en el Área C de Cisjordania, controlada por Israel, lo que dará paso a inversión y desarrollo.
Por su parte, los palestinos tienen que hacer compromisos políticos para traer a Gaza y Cisjordania bajo una sola autoridad gubernamental democrática según los principios establecidos por su organización paraguas, la Organización para la Liberación Palestina (OLP). Esto también significa denunciar el terrorismo y tomar acción preventiva para ponerle fin a los ataques contra Israel, lo cual incluye cesar de inmediato la construcción del túnel en Gaza.
Críticas contra las Naciones Unidas, o ataques contra mí, son gajes del oficio. Pero cuando preocupaciones sinceras sobre políticas miopes o moralmente perjudiciales emanan de tantas fuentes, incluyendo a los amigos más cercanos de Israel, no puede ser sostenible seguir descargando contra todo crítico bien intencionado.
Ha llegado la hora para que los israelíes, palestinos y la comunidad internacional lean lo que está escrito claramente: el estatus quo es insostenible. Mantener a otro pueblo bajo ocupación indefinida menosprecia la seguridad y el futuro tanto de israelíes como de palestinos.
Fuente: The New York Times