Sólo una ley estricta sancionada por la Knéset sobre cómo actuar ante un secuestro cambiará las normas y realizará convenientemente el trabajo, tanto en lo que respecta a nuestros enemigos como a nuestra propia dirigencia política.
Durante decenas de años hemos tenido que acatar las reglas de juego en materia de secuestros impuestas por las organizaciones terroristas. El primer ministro – cualquier primer ministro, y por lo general solamente él - se ve obligado a aceptar un oprobioso "acuerdo" de liberación, bajo la enorme presión ejercida por los medios de comunicación y la opinión pública israelíes, que tienden siempre a adoptar la emotividad del momento.
No existe ninguna razón para no ponerle fin a esto ahora. Todo lo contrario. Acabamos de darles a nuestros enemigos todas las razones del mundo para que continúen con sus secuestros. Hezbollah ya no tiene más presos que liberar, y decidió por ahora abandonar el juego; pero Hamás y otros grupos palestinos cuentan con miles de terroristas encarcelados en Israel.
Antes de que ocurra otro rapto y complique aún más las cosas, tenemos que cambiar las reglas del juego e imponer limitaciones a todas las partes involucradas. No debería ser tan difícil de lograrlo.
Para llevarlo a cabo, necesitamos una nueva legislación que establezca que cualquier "acuerdo" para la liberación de cautivos requerirá una mayoría de 80 a 85 miembros de la Knéset. Tal mayoría será algo muy difícil y hasta imposible de conseguir. Por otra parte, la ley determinará que aquel prisionero que fuera liberado una vez y que retornara al terrorismo, no será puesto en libertad de nuevo. Esta será la nueva política israelí, democrática en sus fundamentos.
Ya que se trata de un dilema moral de primer orden, la votación de la Knéset deberá ser secreta, a fin de neutralizar los efectos de la opinión pública y otras manipulaciones emocionales (que a menudo hemos tenido que presenciar en el último caso de secuestro). En este caso, la descentralización del proceso de toma de decisiones sería, de hecho, un modo de ejercer el control.
El enemigo comprendería que de ahora en adelante ya no bastará con ejercer presión sobre una sola persona, generalmente el primer ministro. Por el contrario, el nuevo proceso contará con la participación de todos los partidos que componen el espectro político de Israel. Al establecerse el requisito de una mayoría de más de 80 diputados de la Knéset, el enemigo se dará cuenta de que la aprobación de un acuerdo resultará prácticamente imposible.
Esto supondrá un claro mensaje de disuasión: secuestrar israelíes no da buenos resultados. Al contrario de lo que afirman las propuestas que se han hecho, la pena de muerte no disuade a los futuros raptores, sino más bien, la inviabilidad. La ley propuesta asegurará su definición.
Mientras nos conformemos con las recomendaciones del Comité Shamgar, nada se logrará. Tales recomendaciones no son vinculantes ni entrañan una modificación de la realidad. Sin embargo, una ley estricta sancionada por la Knéset cambiará las normas y realizará convenientemente el trabajo, tanto en lo que respecta a nuestros enemigos como a nuestra propia dirigencia política.
No hay nada más democrático que esto: los canjes ya no tendrán que concluir a altas horas de la noche, mientas al público se le ofrece un acuerdo acabado. Por el contrario, serán desarrollados como parte del proceso democrático. Este tipo de operaciones nos pertenecen a todos, por el terror que puede generar y por el potencial de perjuicio que tiene para los ciudadanos; por tal razón, debemos dejar que la población y sus representantes participen del proceso, no sólo las familias y los medios de comunicación. En cualquier caso, la Corte Suprema de Justicia se inhibió de decidir sobre cuestiones relacionadas con el secuestro.
Una observación final: una maniobra de estas características conllevará un gran alivio para nuestros líderes. Ellos sabrán así que no están solos en este asunto, sino que cuentan ahora con un amplio proceso que los respalda y los protege cuando deciden rechazar este tipo de acuerdos.
¿Por qué deberían hacer frente a estos ilógicos dilemas morales por su cuenta? ¿Por qué tendrían que enfrentar solos la inmensa presión de los medios de comunicación?
La legislación los respaldará por completo. Será una ley preventiva que tenga como fin modificar la realidad y ofrecer protección. Sobre todo, nos protegerá a nosotros.
Fuente: Yediot Aharonot - 31.10.11
Traducción: www.argentina.co.il