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De vuelta al espíritu de Yoni

Bibi debe colocar nuestra mutua responsabilidad sobre una base racional y moral; debe traernos de vuelta desde el espíritu de Gilad Shalit al espíritu de Yoni Netanyahu. Si queremos resistir las pérdidas de las próximas guerras, tenemos que volver a la cordura.

Para Gilad Shalit, cada nueva mañana es su primera mañana. La primera mañana de libertad, de cordura y de amor. La primera mañana después del aislamiento, después de la pesadilla. Después de 1.941 días y noches en un pozo oscuro, Gilad despierta cada mañana en una gran luz.

Madre, padre, hermano, hermana. Mitzpe Hilá, la Alta Galilea, Israel. Un vasto cielo azul de libertad se extiende finalmente por encima de su cabeza.

Pero esta nueva mañana es también una mañana importantísima para el Estado de Israel. Una nueva mañana después de la locura, de la histeria, de la pérdida del juicio y del buen sentido. Después de 1.941 días y 1.941 noches dominados por el kitsch, esta nueva mañana estamos despertando a la realidad, abriendo los ojos y frotándolos para ver bien quiénes somos y qué nos ha pasado.

Esta nueva mañana, mientras Gilad Shalit se despierta en su cama, ya podemos decir la verdad: nos enloquecimos. Durante los últimos 64 meses, simplemente nos volvimos locos. Como consecuencia de la profunda y justificada culpa que todos sentimos por un muchacho y su familia, dejamos de comportarnos de manera razonable. Gracias a la retorcida conciencia que debemos padecer en la era de "Gran hermano", terminamos presos de un frenesí emocional. Hemos llegado al punto de estar dispuestos a sacrificar a cientos cuyos nombres y rostros no nos resultan familiares, a cambio de aquella única persona cuyo nombre y rostro se ha convertido en una parte de nuestras vidas. Hemos llegado al punto de manejar nuestros asuntos nacionales como niños: sin sabiduría, ni moral, ni maduro sentido de la responsabilidad.

Es necesario que lo recordemos: Yoni Netanyahu también tenía una familia. Una madre, un padre, dos hermanos. Yoni Netanyahu también tenía un hogar, y había en él también amor y vida plena. Sin embargo, el Estado de Israel decidió arriesgar su vida para salvar la de sus ciudadanos y con el fin de no rendirse al terrorismo. El Estado de Israel lo sacrificó por el bien general del pueblo judío.

En eso, Yoni no fue un caso excepcional. En los últimos 75 años hemos enviado a miles a la muerte y a cientos al cautiverio con el único fin de proteger la vida. Y no enfocamos las cámaras en cada padre y madre desconsolados. No lloramos ante la partida de cada muchacho con su mochila lista para la guerra. No hemos colapsado emocionalmente ante las jóvenes vidas que se perdieron. Hemos comprendido y recordado el cruel imperativo de nuestras vidas en este lugar. Así es como ganamos en 1948, en 1956, en 1967; así es como logramos sobrevivir en 1973 y después de 1973. El espíritu de Yoni era nuestro pan de cada día antes y después de él. Fueron jóvenes como él quienes forjaron el muro de hierro de seguridad, y sólo gracias a eso podemos llevar aquí una vida casi normal.

El gran peligro de lo que ha sucedido en Israel en los últimos años no es más que la sustitución del espíritu de Yoni por el de Gilad. No puede culparse a la familia de Shalit por eso. Ciertamente, tampoco pude echársele la culpa al soldado secuestrado. Pero se generó una histeria sin precedentes alrededor de la noble familia y de su hijo. El juicio moderado dio paso al abandono emocional. El debate de tono general fue reemplazado por una discusión de tipo individual. Se perdieron las normas y los criterios; se rompieron todas las reglas. Al final, la justificación práctica del acuerdo por Shalit resultó siendo una justificación opuesta. Tuvimos que ponerle fin a la locura. Tuvimos que detener la histeria nacional. Tuvimos que interrumpir el interminable reality show de "Gran hermano": kitsch y cautiverio. Pero ahora, en la nueva mañana, tenemos el deber de garantizar que no habrá de repetirse otro reality show como ese. No habrá otro acuerdo ni otro exaltado frenesí por Shalit. A partir de ahora, Israel habrá de comportarse como Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos. A partir de ahora, Israel volverá a ser como antes.

La decisión por Shalit es la decisión de liderazgo más difícil que Binyamín Netanyahu ha tomado hasta la fecha. Ahora se enfrenta a una decisión mucho más difícil todavía: Bibi debe aprobar las recomendaciones de la Comisión Samgar en el gabinete, ante la Knéset y ante la opinión pública. Netanyahu debe colocar nuestra mutua responsabilidad sobre una base racional, moral e inclusiva; debe traernos de vuelta desde el espíritu de Gilad al espíritu de Yoni. Si queremos ser capaces de resistir las duras pérdidas de las próximas guerras, tenemos que volver a la cordura. Y tenemos que hacerlo hoy mismo; ahora mismo.

Fuente: Haaretz - 21.10.11
Traducción: www.argentina.co.il