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Shlomo no tiene patria

Llegó el momento de que comencemos a imaginar un escenario posible de paz y cooperación; y que además seamos capaces de creer en él para ampliar nuestro nuevo lenguaje, el único que podrá realizarlo, exigiendo su uso y su práctica por parte de aquellos que deben liderarnos.

La protesta social es el resultado de un progresivo desengaño de la población frente a los políticos y su desidia para resolver los problemas económicos y sociales. Ellos, y todos los que se benefician del sistema económico, no hacen más que mentirnos y explotarnos para su propio lucro personal.

La siguiente etapa de ese desengaño popular es la comprensión de que, tal como lo hacen en el ámbito económico, los políticos - y todos aquellos que se benefician de la política de la guerra y la ocupación - engañan y explotan a la gente también en el ámbito de la diplomacia y la seguridad.

El discurso del primer ministro Binyamín Netanyahu en la ONU no fue bueno. Fue un alegato destructivo. Más allá de los embustes efectivos que expuso, fue un discurso falso en el uso de la terminología de la paz, la reconciliación y la honestidad. La mentira que hace uso de la retórica de la paz resulta sumamente dañina porque confunde guerra y paz, socava la creencia en la posibilidad de una vida pacífica y elimina la esperanza.

Eso suele denominarse técnicamente enfoque o táctica, pero no es más que una cínica e inescrupulosa conducta. Ciertamente, no es algo que Netanyahu haya inventado, pero él ha sabido refinarlo magistralmente gracias a su talento de actor hollywoodense que debería haber sido. En Israel hay todo un legado de cinismo destructivo - la afirmación por parte de Ehud Barak, de que "no hay ningún socio"; la propuesta de Ariel Sharón del "fin de la ocupación" en Gaza -, pero Bibi lo ha llevado al extremo.

Afirmaciones como: "Hablemos sinceramente", "Sentémonos a negociar ahora mismo" y "Extiendo mi mano en señal de paz", constituyen la continuación directa de aquellos gestos engañosos al inicio de su mandato: la recepción al presidente palestino, Mahmud Abbás, en su residencia, con bandera palestina incluida y llamándolo "Usted es mi socio para la paz", con el único objetivo de exigir una serie de condiciones imposibles que dieran inicio a las negociaciones (con el generoso título de "sin condiciones previas"); la construcción masiva en Jerusalén Oriental y en los asentamientos; la aprobación de leyes nacionalistas anti-árabes o la retención hecha a los palestinos de sumas de dinero que legalmente les pertenece.

"Nos ocupamos de verificarlos desde todos los ángulos; hacemos todas las pruebas posibles, y no importa cuán bien se comporten, igual no les creemos", dice Shlomo, el guardia de seguridad, explicándome los discursos en la ONU. "¿Por qué?", pregunto. "Ellos no reconocen el Estado judío", responde Shlomo, "¡Esa es la razón por la que decidí venir aquí, para tener mi estado!"

"¿Y usted no tiene un estado?", insisto. "¡No! ¡Si ellos no reconocen un Estado judío yo tampoco tendré un estado!", exclama Shlomo con todas sus fuerzas.

De ese modo, Bibi logró exitosamente hacer que Shlomo sienta que si los palestinos no reconocen a Israel como Estado judío, él se quedará sin patria.

Los expertos están en su derecho cuando explican que las afirmaciones de los políticos constituyen enfoques o tácticas, pero los titulares de los medios de comunicación suelen ocuparse del enfoque como si estuvieran tratando con la cosa misma. Como consecuencia, gran parte de la población les cree a aquellos que se desempeñan como líderes. No sorprende: la mayoría de la gente se relaciona de buena fe con sus dirigentes electos. También piensa que los políticos son capaces de engañar, pero confía en que, tratándose de asuntos de vida y muerte, de guerra y paz, no le mentirán.

No existe diferencia entre la adopción por parte de Netanyahu de una economía que se filtra de arriba hacia abajo, lo que supuestamente habría de llevar a un crecimiento cuyos frutos estarían al alcance de todos - aunque los hechos en la práctica se encarguen de demostrar indiscutiblemente que este sistema sólo enriquece a los que más tienen, aumentando el número de pobres - y su adopción de las "fronteras defendibles" y el "reconocimiento de Israel como Estado judío", como si eso fuera suficiente para garantizarles seguridad a los ciudadanos israelíes, a pesar de las evidencias que demuestran que de esa forma sólo se pone en peligro sus vidas y se los convierte en ocupantes forzados.

Todas estas mentiras son posibles gracias al manejo de un discurso realizado según un viejo lenguaje; el lenguaje de un mundo de juego de suma cero, donde el éxito de uno se da a expensas de la pérdida del otro, en lugar de crear una situación en la que todo el mundo gane; un mundo donde las personas se preocupan por el honor en vez de interesarse por su calidad de vida y por la vida misma; un mundo donde dividir y gobernar es más importante que establecer vínculos e incluir.

Cuando comenzamos a imaginar un escenario de igualdad y justicia social, hablando un lenguaje nuevo y diferente - el único lenguaje capaz de llevarlo a su realización efectiva -, empezamos también a exigirlo de los gobernantes que elegimos. Ha llegado el momento de que nosotros, el pueblo, comencemos a imaginar un escenario posible de paz y cooperación, y de que además seamos capaces de creer en él para ampliar de ese modo nuestro nuevo lenguaje, el único que podrá realizarlo, exigiendo su uso y su práctica por parte de aquellos que deben gobernarnos.

Fuente: Haaretz - 3.10.11
Traducción: www.argentina.co.il