En el reciente discurso del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, tuvimos la oportunidad de ver a un estratégico socio palestino, tal vez al último de ellos, declarando que es imposible derogar la legitimidad de Israel o proceder a su aislamiento.
En un momento en el que los altos funcionarios de Israel compiten entre sí para proponer la medida más punitiva que pueda imponérsele a la Autoridad Palestina por pretender lograr el reconocimiento en las Naciones Unidas, y cuando estos mismos funcionarios se encargan de sembrar el terror entre el pueblo israelí ante la perspectiva de nuevo actos hostiles por parte de los palestinos, una voz de reconciliación surgió esta semana desde Ramallah.
En un discurso dirigido a su pueblo, en el que anunció su decisión de solicitar al Consejo de Seguridad el reconocimiento de un Estado palestino, el presidente Mahmud Abbás se mantuvo firme en su posición en contra de los llamados a la violencia y expresó su intención de continuar adhiriendo a una solución de dos Estados basada en las fronteras de 1967.
Abbás explicó claramente que la aceptación de tal resolución por parte de la ONU no podrá sustituir en ningún caso a las negociaciones con Israel sobre los temas centrales de un acuerdo definitivo. En un esfuerzo por moderar las expectativas, y para apaciguar los ánimos exacerbados, Abu Mazen tomó la precaución de decirle a su público que no cree que la votación en Nueva York habrá de determinar inmediatamente la independencia.
Pero las declaraciones de Abbás estuvieron también dirigidas a oídos israelíes para quienes el futuro de Israel como Estado próspero, seguro, judío y democrático es uno de sus más fervientes anhelos.
En la noche del viernes pasado, tuvimos la oportunidad de ver a un estratégico socio palestino en acción, tal vez al último de ellos, declarando que es imposible derogar la legitimidad de Israel o proceder a su aislamiento. Abu Mazen, cuya propuesta para la reanudación del funcionamiento de una comisión tripartita que vele por la prevención de la violencia fue completamente desoída por el gobierno de Netanyahu, trazó una clara distinción entre la legitimidad de Israel y la falta de legitimidad de las políticas que lleva adelante el ejecutivo israelí en todo lo relacionado con la expansión de asentamientos en Cisjordania y la construcción en Jerusalén Oriental.
Es razonable suponer que las fuerzas de seguridad israelíes y la Autoridad Palestina tendrán la capacidad suficiente para ocuparse de las manifestaciones en los territorios. Abbás destacó el hecho de que la Autoridad Palestina funcione bajo los auspicios de la OLP, la autoridad suprema del pueblo palestino, y la entidad que se ha encargado de aprobar los acuerdos con Israel.
La decisión sobre el mejor camino que conduzca a reanudar las tratativas sigue estando en manos de Netanyahu. En la víspera de la solicitud oficial de Palestina ante la ONU, el primer ministro israelí debe ser capaz de convertir su retórica de amenazas en una iniciativa diplomática que abarque los dramáticos cambios que experimenta actualmente Oriente Medio.
De no ser así, ningún discurso suyo habrá de disipar el creciente peligro de una confrontación regional y el aislamiento internacional de Israel.