Sin duda, una de las imágenes icónicas de este tiempo es la del presidente egipcio Hosni Mubarak - durante tres décadas, un faraón moderno - siendo llevado a la corte, encerrado en una jaula. "La pirámide del poder está patas para arriba", afirmó Yaron Ezrahí, un politólogo israelí.
Londres se quema. La primavera árabe provoca rebeliones populares contra los autócratas en todo el mundo árabe. El verano israelí saca 350.000 israelíes a las calles, en protesta por la falta de vivienda asequible y por la actual dominación que ejercen sobre el país un oligopoliode capitalistas de camarilla.
De Atenas a Barcelona, las plazas de las ciudades europeas están siendo invadidas por jóvenes que protestan contra el desempleo y la injusticia de las enormes brechas que diferencian los ingresos, mientras el rabioso Tea Party surge de la nada y determina la política estadounidense en su cabeza.
¿Qué está pasando aquí?
Las razones que explican estos estallidos son múltiples y diferentes, pero en la medida en que ellas deben tener necesariamente un denominador común, creo que el mismo bien podría hallarse en una de las consignas enarboladas por la protesta de la clase media israelí: "Luchamos por un futuro accesible". En todo el mundo, una gran cantidad de personas de clase media y clase media baja sienten ahora que ese "futuro" está fuera de su alcance, y quieren hacérselo saber a sus líderes.
¿Por qué ahora? Su origen está en el hecho de que la globalización y la revolución informática han alcanzado un nivel completamente nuevo. Gracias a la computación en nube, la robótica, la conectividad inalámbrica 3G, Skype, Facebook, Google, LinkedIn, Twitter, el IPAD, y los teléfonos inteligentes (smartphones) baratos con conexión a internet, el mundo superó la categoría de conectado para pasar a la de hiperconectado.
Esta es la tendencia particular más importante en el mundo de hoy. Y es una razón decisiva que viene a determinar que, para poder entrar en la clase media ahora, se necesita estudiar mucho más, trabajar de un modo más inteligente y ser capaz de adaptarse mucho más rápidamente que en cualquier otra época. Toda esa tecnología y globalización están eliminando cada vez más el trabajo de "rutina" - aquel tipo de trabajo que alguna vez supo sostener muchos de los estilos de vida de la clase media.
La fusión entre globalización y las tecnologías de la Información (I.T.) está impulsando descomunales ganancias de productividad, especialmente en tiempos de recesión donde a los empleadores les resulta más fácil, barato y más necesario que nunca reemplazar la mano de obra con máquinas, computadoras, robots y trabajadores extranjeros cualificados.
Antes era habitual que únicamente la mano de obra extranjera barata ofreciera una amplia disponibilidad; en cambio, ahora, lo que es fácilmente asequible es el genio extranjero barato. Esto explica por qué las empresas enriquecen todavía más mientras los trabajadores de mediana cualificación son cada vez más pobres. Existen buenos trabajos pero se requieren más educación o aptitudes técnicas para desempeñarlos. Actualmente, la tasa de desempleo sigue siendo relativamente baja para aquellas personas con títulos universitarios. No obstante, para obtener uno de esos títulos, y a fin de saber aprovecharlos posteriormente en un buen trabajo, uno debe ser capaz de mejorar sus aptitudes, potenciando así el desempeño. Y eso no es nada fácil.
Consideremos el informe de The Times de febrero pasado: En la pequeña Universidad de Grinnell, en la zona rural de Iowa, con 1.600 estudiantes, "casi uno de cada 10 aspirantes a integrar la promoción de 2015 proviene de China". El artículo observaba que decenas de otras universidades e institutos de formación superior en Estados Unidos registran en la actualidad un incremento similar. Además, el artículo añadía este hecho: la mitad de los "aspirantes provenientes de China este año tienen una puntuación perfecta de 800 en la sección de matemáticas del SAT (la prueba de aptitud académica)".
No sólo se necesita de mayores aptitudes para conseguir un buen trabajo, sino que, en el caso de aquellos que tampoco pueden potenciarlas, los gobiernos ya no son capaces de mantener una generosa asistencia social o crédito barato destinado a la compra de una casa sin pago inicial - lo cual generó una gran cantidad de mano de obra en construcción y venta minorista. Por desgracia, durante los 50 años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, ser presidente, alcalde, gobernador o rector de universidad significó, la mayoría de las veces, regalarle cosas a la gente. Hoy en día, quiere decir lo contrario: quitárselas.
Todo esto ocurre en un tiempo donde esa misma revolución de globalización e I.T. hace posible la globalización de la ira, con la consecuencia de que todas estas manifestaciones valen hoy de inspiración, las unas para las otras. Algunos manifestantes israelíes portaban una pancarta: "Camina como un egipcio". A pesar del hecho de que estas protestas sociales - y sus mutaciones criminales de tipo "flash-mob" (una multitud convocada rápidamente gracias a la inmediatez telemática de los mensajes), como las de Londres - no son causadas por las nuevas tecnologías en sí, se nutren ciertamente de ellas.
Tal revolución de globalización e I.T. además está dotando a los individuos de un súper-poder, lo que les permite desafiar las jerarquías y las figuras de autoridad tradicionales - desde el ámbito empresarial, el científico, hasta el gubernamental. Está posibilitando también la conformación de minorías poderosas, haciendo la tarea de gobierno mucho más difícil, pero más fácil, en cambio, la autoridad de la minoría.
Sin duda, una de las imágenes icónicas de este tiempo es la del presidente egipcio Hosni Mubarak - durante tres décadas, un faraón moderno - siendo llevado a la corte, encerrado en una jaula junto a sus dos hijos, para ser juzgado por intentar aplastar las pacíficas manifestaciones de su pueblo. Todo líder y director ejecutivo que se precie debería reflexionar sobre esa foto. "La pirámide del poder está patas para arriba", afirmó Yaron Ezrahí, un politólogo israelí.
Bien, recapitulemos: Se le está quitando progresivamente a la clase media el crédito fácil, el trabajo de rutina, los puestos en el sector público y los derechos - en un momento en que se necesita una mayor aptitud para conseguir y conservar un trabajo decente; en un contexto en el que los ciudadanos tienen más acceso a los medios de comunicación para organizarse, protestar y desafiar a la autoridad; en un tiempo en el cual esta misma fusión entre globalización e I.T genera enormes salarios para aquellas personas con habilidades globales (o para quienes son capaces de aprovecharse hábilmente del sistema y tener acceso al dinero, los monopolios o a los contratos del gobierno gracias a su cercanía con la gente del poder) -, ampliando así las brechas entre los ingresos, y alimentando todavía más el resentimiento.
Juntando todo lo anterior, ya tenemos las noticias de primera plana de hoy.
Fuente: New York Times - 22.8.11
Traducción: www.argentina.co.il