La "ley del boicot" es otro eslabón en la cadena de leyes antidemocráticas como la ley de comisiones de absorción y la ley de la Nakba. Si la tendencia continúa, a Bibi le será muy difícil en su próximo discurso en el Congreso, presumir de la "única democracia en Oriente Medio".
Democracia en la que el "objetivo preciado" de la ley es evitar la entrada de árabes a las pequeñas poblaciones; democracia en la que se permite negar presupuestos a instituciones para ancianos y niños debido a las expresiones acerca de la Nakba; democracia en la que no se permite utilizar el boicot en los marcos de divergencias sobre los asentamientos.
En lugar de que la ley se proclame para defender al Estado de Israel del boicot, ella en realidad defiende la política de asentamientos del gobierno. Prohibe el boicot a los asentamientos; no sólo el boicot económico sino también cualquier boicot: de lugar, actividad o persona por su relación con el asentamiento.
La política de Israel sobre los asentamientos es un asunto judicial y político sobre la que existen fervientes divergencias populares. Inducir al boicot es una expresión política que se halla en el corazón de la libertad de expresión solidificada.
Aún para quien se opone al boicot, pero está comprometido con la democracia en su mínimo significado, imponer una prohibición como ésta, es un disparate. No se puede defender la política gubernamental a través de restricciones a la libertad de expresión. Ya desde este contexto, la ley no promueve ningún objetivo preciado, y por lo tanto es anticonstitucional.
Reiteradamente nos dicen que se trata de una ley elaborada tomando el ejemplo de la legislatura norteamericana. Es un argumento errado cuyo objetivo es "hacer la vista gorda". La ley norteamericana prohibe a empresas nacionales comprometerse con un contrato para participar en un boicot económico del país contra el Estado de Israel, así como ocurrió con el boicot árabe. Ella no prohibe el boicot, y menos imponerlo o participar en él contra los asentamientos o cualquier otra "región". La semejanza entre la ley norteamericana y la israelí es similar a la que existe entre un elefante y una gallina.
El diputado Yariv Levín sostuvo que el Parlamento se salvó de un "golpe jurídico" de un "puñado de jurisconsultos". Sólo recordemos que "puñado" incluye también al asesor jurídico de la Knéset. Posiblemente en el próximo dictamen que se proponga estará prohibido emitir opiniones judiciales o publicar artículos contra leyes promulgadas por la coalición. Ante la presente realidad, esta absurda idea deja de ser una broma.
El diputado Levín describe la lucha contra la ley y las amenazas de recurrir a la Corte Suprema (compuesta por jueces "post-sionistas", de acuerdo con su postura) como una movida antidemocrática. El mismo Yariv Levín firmó varias propuestas de leyes cuyo objetivo es atentar contra el derecho del Tribunal Supremo de criticar la legislación del Parlamento.
Si leyes como ésta se emiten, o sólo partes de ellas, el proceso de vaciamiento democrático se completará hasta las últimas estribaciones a través de una mayoría demoledora que proporcionará un golpe a la equidad y a la minoría árabe, a la prohibición de la protesta contra el régimen y su política, a la paralización de las organizaciones de derechos humanos, y a evitar cualquier crítica de la Corte Suprema de Justicia, el último bastión que puede salvarnos de este tipo de legislación.
El diputado Levín, quien vergonzosamente pertenece al partido liberal que preconiza el legado de Jabotinsky y Begin, se olvida que la democracia no es únicamente el gobierno de la mayoría. Esta puede despreciar a la minoría todo lo que quiera, pero sólo contribuye a desmedrar la esencia de la democracia.
En lugares donde se amordazan bocas, se pierde también la legitimidad de las desiciones mayoritarias. En el lugar donde no se respeta la libertad de expresión, el régimen dejó de ser democrático, también en el sentido formal de la expresión.
Estamos cerca del punto intransitable del que será muy difícil dar marcha atrás.
Y una última reflexión: la ley es explicada como un medio para defender el status de Israel. Los medios se examinan desde el punto de vista constitucional según su eficiencia. En este caso se trata de un medio ineficiente, muy productivo para los enemigos de Israel y para fortalecer a quienes tratan de aislarlo y debilitarlo.
El Parlamento levantó su mano contra la democracia israelí.
Fuente: Yediot Aharonot - 17.7.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il