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Julio, mes de vida y muerte


El tiempo, algo imposible de detener, nos lleva al mes de Julio, mes de inevitables contrastes. Mes de vida y muerte al unísono.

Vida; determinada por el hecho de aquellos "vientos de libertad" que soplaron en Estados Unidos un 4 de Julio de 1776, con su Declaración de la Independencia, en la cual se consigna uno de los principios más revolucionarios jamás escrito anteriormente: "Todos los hombres han sido creados iguales". Y estos hombres "recibieron de su Creador ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

"Vientos de libertad" que soplaron un 14 de Julio de 1789 en París, Francia, con la Toma de la Bastilla, símbolo de la opresión, profundizando aquellos ideales de Liberté, égalité, fraternité (Libertad, igualdad, fraternidad) en su posterior Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, inspirada en la Declaración de Independencia estadounidense de y en el espíritu filosófico del siglo XVIII. En ella se definieron los derechos "naturales e imprescriptibles" como la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.

Contagiados en ese espíritu, en Latinoamérica deciden también tomar ese camino, y es así que arribamos al 5 de Julio de 1811 con la firma de la Declaración de Independencia de Venezuela, siendo éste el primer país de dicho continente en declararla. Años después, un 9 de Julio de 1816, en la ciudad de Tucumán, el Congreso de las por entonces Provincias Unidas en Sudamérica, declara su independencia del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli, agregando posteriormente el párrafo "y de toda otra dominación extranjera", dando así nacimiento a una Argentina soberana.

Muerte; a raíz de que un 18 de julio de 1994, mentes asesinas, sembrando el terror en Buenos Aires, provocaron con la voladura de AMIA, no sólo la pérdida de ochenta y cinco vidas, sino que abrieron una profunda herida en el corazón de nuestra comunidad, que no terminará de cerrar mientras no haya justicia.

"Hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen", escribió Camilo José Cela, escritor y filósofo español, Premio Nobel Literatura 1989. Hombres como Tomás Jefferson, Jacques Rousseau, Simón Bolívar o José de San Martín, no se limitaron a padecer la historia sino a hacerla, rompiendo barreras, destruyendo mitos, inaugurando una era nueva.

Cabe aquí preguntarnos: ¿y nosotros qué? ¿Continuaremos padeciendo la historia o estamos dispuestos a hacerla? ¿Y si así fuera cómo? La decisión es solamente nuestra, o permanecemos indiferentes a lo que sucede alrededor nuestro, haciendo culpable de todos los males a los otros, o decidimos realmente involucrarnos. Y la mejor manera de comenzar, es cada uno desde su lugar, con su creencia, su bagaje de conocimiento, su ideología, participando en las unidades de base en cada rincón que nuestra comunidad se asienta.

La apatía es el arma más eficaz de los asesinos de AMIA. Si no nos involucramos, si no participamos, si no hacemos escuchar nuestra opinión en todo foro al cual podamos acceder, aquellos vientos de libertad, de los cuales hablábamos en el inicio, corren el riesgo de perderse.

Debemos romper con la apatía, terminar con el no puedo, desterrar el para qué y participar, involucrarse, hacerse oír.

Por último, y en lo que nos atañe como latinos en Israel, son las instituciones comunitarias, y en particular aquellas que dicen representarnos, las que deben ir a la vanguardia. Sólo así justificarían su existencia, tomando la misma un real sentido.

En lo particular, sigo esperando que esto ocurra.