La prevista campaña israelí ante la ONU debe ser llevada a cabo con honestidad; la mayoría de los israelíes debe aceptar el hecho de que una solución de dos Estados para dos pueblos sólo puede alcanzarse por medio de negociaciones. De eso se trata, no de deslegitimación.
Un ministro de muy alta jerarquía me expresó hace algún tiempo su preocupación acerca de la posibilidad de que la Asamblea General de la ONU decidiera finalmente reconocer un Estado palestino en las fronteras de 1967. Tal decisión, afirmó, equivaldría a deslegitimar a Israel.
Ese uso acrítico del término "deslegitimación" caracteriza el discurso político israelí, los esfuerzos realizados en materia de relaciones públicas por parte del gobierno y la actividad misma de las organizaciones judías en el exterior, algunas de las cuales han establecido grupos de tareas especiales dedicados a "combatir la deslegitimación". A pesar de las buenas intenciones, todo eso no hace más que perjudicar a Israel.
No cabe duda de que el apoyo de la ONU para establecer un Estado palestino sin mediar negociación alguna representa un serio problema para Israel. Sin embargo, una decisión de ese tipo no habrá de deslegitimar al Estado. De hecho, se puede afirmar completamente lo contrario: el reconocimiento de un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967 implica también el reconocimiento de las fronteras israelíes de 1967. Éstas incluyen a Jerusalén Occidental, y por lo tanto, su efectiva aceptación como capital de Israel, algo que incluso los mejores amigos del país se han negado a asentir hasta el momento.
La verdad es que en ningún lugar del planeta se ha puesto en marcha medida alguna para deslegitimar a Israel. Existen grupos marginales, principalmente entre académicos de extrema izquierda, que se nutren en parte por la propaganda árabe, y que se dedican a poner en duda el derecho a la existencia de Israel. Pero ningún país que haya mantenido relaciones diplomáticas con Israel ha hecho jamás ningún alegato en contra de su legítima existencia; la participación israelí en la ONU constituye una inmejorable prueba de ello.
El gobierno israelí ha convertido el asunto de la "deslegitimación" - fenómeno localizado en los márgenes elocuentes pero efímeros del discurso político internacional - en un problema cuyo tratamiento no debe soslayarse. Por tal motivo, le ha conferido a una postura marginal y sin importancia un estatus completamente desproporcionado con respecto a su dimensión real.
Incluso el Almirante Eliezer Marom, comandante de la Marina - un valiente guerrero, pero no ciertamente un experto en teoría política o derecho internacional - advirtió que la última flotilla que se ha planeado enviar a la Franja de Gaza fue concebida con el objetivo de deslegitimar a Israel. Esto recuerda demasiado a los (fallidos) tropos de la propaganda soviética, que presentaban todas las críticas a la URSS como ataque al derecho mismo de existencia del Estado soviético. Tales afirmaciones son completamente delirantes: La crítica al bloqueo naval de la Franja de Gaza no constituye un acto de deslegitimación de Israel.
Queda claro porqué las figuras políticas de la derecha tienen interés en exagerar toda crítica hecha a Israel, llevándola al nivel de la deslegitimación: La mayoría de las críticas a Israel se refieren a su política de asentamientos, piedra angular del gobierno del primer ministro Netanyahu, pero que está muy lejos de ser aceptada por la totalidad del espectro político israelí.
Como esta política es muy difícil de defender en el exterior, en parte debido a que se le hacen tantas críticas en el ámbito interno, nada podría resultar más conveniente que la generación de un amplio consenso para la lucha contra la deslegitimación en su lugar. Pero tal esfuerzo no sólo evidencia ser tonto y cínico para Israel sino también peligroso. De ese modo, no hacemos más que otorgar legitimidad al mismo discurso que pone en tela de juicio el derecho a la existencia del Estado-nación judío.
La prevista campaña ante la ONU debe ser llevada a cabo con honestidad; la mayoría de los israelíes debe aceptar el hecho de que una solución de dos Estados para dos pueblos sólo puede alcanzarse por medio de negociaciones. No hay necesidad alguna de dejarse arrastrar al ámbito de la demagogia y la mentira, ni tampoco de intimidar a los ciudadanos de Israel.
Se hacen muchas críticas sobre el control israelí del territorio palestino y sobre su política de asentamientos. Pero es eso de lo que se trata aquí y no de deslegitimación: nadie cuestiona seriamente la legitimidad de Israel.
Fuente: Haaretz - 1.7.11
Traducción: www.argentina.co.il