Seremos capaces de ceder el control político de parte del territorio y habremos de tomar esa decisión porque compartimos un común ideal sionista que sólo podrá ser preservado por medio de tal concesión. Llegó el momento de asumir la responsabilidad de nuestro propio destino.
En un reciente artículo el analista Itzjak Laor concluye que "no necesitamos salir de Israel y renunciar a nuestras vidas. Pero por nuestro bien, debemos liberarnos del sionismo" ("Deshacerse del sionismo"; Haaretz; 3.6.11). Según su visión, la ideología sionista ha causado el monumental error que llevó a parte del pueblo judío a aferrarse a los territorios conquistados durante la Guerra de los Seis Días para luego ocuparlos con asentamientos. Lo que debe hacerse ahora es admitir la equivocación y renunciar al sionismo.
La conclusión de Laor es falaz y todo su análisis está basado en un gran error sobre la esencia del sionismo. La soberanía judía de los territorios no constituye un elemento crucial de la visión sionista y otorgarles soberanía no exige la "liberación" del sionismo.
En la historia del movimiento sionista, hubo quienes afirmaron que el objetivo primordial es la reunificación de los judíos con su patria histórica, y los que defendieron la tesis de que su fin último no puede ser otro que el renacimiento político del pueblo judío en la Tierra de Israel.
Sin embargo, cada vez que el liderazgo de la comunidad judía del país tuvo que decidir entre tener un Estado judío establecido en parte de los territorios o aferrarse al sueño del Gran Israel, terminó optando, por amplia mayoría, por la independencia política en una porción del territorio, que habría de contar con una mayoría judía estable y permitiría a la minoría árabe disfrutar de derechos e igualdad.
Durante uno de los debates en la Knéset en abril de 1949, el primer ministro David Ben Gurión se ocupó de aclarar el tema: "Cuando se planteó la alternativa entre reclamar un país entero sin contar con un Estado judío, o bien tener un Estado judío sin contar con el país íntegro, terminamos decidiéndonos en favor de un Estado judío sin la totalidad de la Tierra de Israel". Esta fue la visión que quedó plasmada en la declaración de estado por parte de Israel. La mayoría de aquellos a quienes Laor cita y alaba (por ejemplo, David Ben Gurión e Yeshayahu Leibowitz) por haber tomado en 1967 una posición en contra del comportamiento de Israel que actuaba como si fuera dueño de los territorios, se opusieron con el fin de garantizar la independencia del Estado judío.
Es lo mismo que sucede hoy. Una gran parte de la población judía de Israel desea poner fin a la ocupación y forjar así una realidad en la que una mayoría judía estable sea preservada finalmente por un Estado de Israel que no ejerza el gobierno sobre ningún otro pueblo cuyos miembros carecen de derechos civiles y políticos. El debate no se centra en saber si seremos capaces de liberarnos del sionismo, sino más bienen conocer si tendremos la capacidad de crear las condiciones básicas esenciales para su plena realización.
La validez de este objetivo y de su progreso no se basa en las intenciones o ambiciones de los palestinos. Aparentemente, incluso el primer ministro es capaz de comprender esto y postularlo también como su objetivo. Sin embargo, ni él ni su gobierno han mostrado un apoyo consistenteen tal sentido; tampoco se muestran muy preocupados por promoverlo. Prefieren dejar en manos de los palestinos las claves de su realización.
La clarificación de este punto es crucial para nuestro futuro. Las perspectivas de paz dependen del total reconocimiento que sean capaces de realizar los agentes de la región acerca de que la guerra contra Israel motivada por su sola existencia e identidad no podrá tener ningún éxito. Esta no es una sociedad de "telarañas" o de individuos desarraigados que llegaron a hacerse con el control de una tierra que no les pertenece bajo los auspicios del colonialismo y el imperialismo. El debate interno en el seno de Israel acerca del futuro de los territorios no resta valor a la defensa de la justa razón del proyecto sionista en su conjunto.
El movimiento sionista alcanzó su apogeo con la creación del Estado. La esencia de este logro reside en el deseo de satisfacer la necesidad y profundo anhelo del pueblo judío por sentar en su patria las bases del renacimiento nacional. En tal sentido, las perspectivas de paz dependen del reconocimiento de un hecho clave por parte de nuestros enemigos: si no puede alcanzarse un acuerdo diplomático con ellos, el pueblo judío está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para garantizar su existencia independiente, aún si eso implica ocupar sólo una parte de la patria histórica. El vínculo que enlaza la narrativa del Gran Israel - es decir, la totalidad de la Tierra de Israel - con el discurso sionista constituye algo más que una mala interpretación de la historia. Irónicamente, esa conexión les hace las cosas más fáciles a aquellos, judíos y árabes, que se oponen a la partición del territorio.
Sólo mediante la comprensión de la profunda y dolorosa divergencia en el interior del sionismo puede el pueblo judío de Israel tomar las decisiones difíciles que se necesitan para promover nuestra visión, y no las del otro lado; sólo a través de tales decisiones realizadas en el contexto de un ideal común podemos mantener con firmeza el sentido de mutua solidaridad, pilar fundamental de nuestra fuerza. Seremos capaces de ceder el control político de parte del territorio, y habremos de tomar esa decisión porque compartimos un común ideal sionista que sólo podrá ser preservado por medio de tal concesión.
El camino elegido para avanzar en esa dirección dependerá, por supuesto, de las condiciones políticas y estratégicas del país, la región y el mundo. Ciertamente, este es el desafío existencial que enfrenta nuestra generación. Ya nos hemos demorado bastante. Una vez más, como antes del surgimiento del Estado, ha llegado el momento de asumir la responsabilidad de nuestro propio destino, de definir objetivos claros para el sionismo, y de avanzar con determinación, sabiduría y responsabilidad.
Fuente: Haaretz - 12.6.11
Traducción: www.argentina.co.il