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Bibi vs. la realidad

Los acontecimientos del Día de la Nakba, que giraron en torno a la invasión de palestinos en la frontera israelí con Siria, apuntan a tres principales factores que motivan actividades de infiltración dentro de Israel y determinan si dichas acciones son exitosas o no.

No tienen nada de novedoso en la historia del conflicto israelí-palestino-árabe, pero en vista de las revueltas árabes y del previsto reconocimiento internacional de un Estado palestino en septiembre, Israel debe tomar una serie de medidas distintas a las del pasado. El cambio de política evitará que se repitan declaraciones del tipo de las de Majdal Shams: "Hemos sido capaces de hacer lo que todos los estados árabes juntos no pudieron".

Los tres factores en cuestión son: los niveles de motivación de los manifestantes palestinos, los intereses del Estado que los protege y envía, y las medidas adoptadas por Israel. Esta semana, en los Altos del Golán, se fusionaron los tres: alta motivación palestina; los sirios tenían interés en actos de infiltración; las acciones israelíes resultaron completamente ineficaces. Como resultado, banderas sirias y palestinas flamearon sobre el territorio anexado a Israel. En Maroun al-Ras, en el Líbano, las acciones israelíes y la participación de libaneses, cuya consecuencia fue el derramamiento de sangre, bastaron para evitar que esto sucediera. En el puesto de control de Erez, en la frontera con Gaza, la propia acción israelí impidió tales actos de usurpación; en la mayoría de las regiones de Cisjordania, la Autoridad Palestina se ocupó de tomar medidas para garantizar que las manifestaciones en los distritos bajo su jurisdicción no se descontrolaran.

Eventos de este tipo han ensombrecido al Estado judío desde el final de la Guerra de la Independencia de 1948. Israel se ha ocupado de ellos de diferentes maneras, dependiendo de sus capacidades y de las posiciones adoptadas por los estados árabes y la comunidad internacional. Así, fue capaz de bloquear actos de infiltración en la década de 1950 mediante un relajamiento en las normas de intervención, la ejecución de ataques de represalia y la ocupación de áreas conquistadas durante la guerra.

Desde entonces, las vallas y los campos minados se desplegaron a lo largo de las fronteras israelíes, y además el país se encargó de tomar varias medidas adicionales para disuadir a aquellos estados "anfitriones". Paralelamente, Israel se propuso como objetivo alcanzar soluciones diplomáticas bajo la forma de pactos provisionales y acuerdos de paz, lo cual sirvió para contener eficazmente las operaciones de usurpación. En conjunto, todos estos pasos lograron forjar cuatro décadas de tranquilidad en los Altos del Golán, así como los exitosos esfuerzos de Jordania para frustrar los intentos de infiltración israelíes de su territorio.

El primer ministro Binyamín Netanyahu es reacio a distinguir las significativas diferencias entre el actual estado de cosas y el de décadas pasadas. La mayoría de los estados del mundo están listos para reconocer al Estado palestino, cuyo esquema de gobierno se ajusta en todo a las resoluciones de las Naciones Unidas. Israel enfrenta una campaña de deslegitimación y un creciente aislamiento. En tales circunstancias, no puede permitirse desfogar sus pasiones invirtiendo en medidas preventivas, obstáculos y amenazas letales. Israel posee largas fronteras, y carece de capacidad suficiente para desplegar durante largos períodos el número de tropas necesarias para hacer frente a los posibles intentos de infiltración. Como señaló el ministro de Defensa, Ehud Barak, "Es técnicamente imposible desplegar miles de soldados en cada parte de la frontera".

Un amplio reconocimiento del Estado palestino, la falta de un proceso diplomático y la transferencia de las demandas de libertad desde los estados árabes al propio ámbito interno de Israel exigen un cambio en las políticas israelíes. Israel debe volver a presionar a los estados que protegen y envían para contener a los refugiados palestinos; debe ocuparse además de buscar decididamente una solución al problema de los refugiados.

Durante casi una década, la propuesta de la Liga Árabe para poner fin a la controversia y normalizar la situación, incluyendo un "acuerdo consensuado" con respecto a la cuestión de los refugiados, ha estado disponible para la consideración de Israel.

El desacuerdo entre Israel y la OLP sobre la cuestión de los refugiados, discusión que se ha intensificado desde Camp David a Annápolis, se ha reducido a una cantidad insignificante de refugiados que regresan.

En consecuencia, Netanyahu debe asumir la responsabilidad por el futuro de Israel y sentarse a la mesa de negociación, dispuesto a tratar el asunto sobre la base de los parámetros ya aceptados por sus predecesores.

Fuente: Haaretz - 19.5.11
Traducción: www.argentina.co.il