La gran pregunta no es quién dijo qué y cuándo durante las revueltas en Túnez, Egipto y Libia. Lo importante es qué puede hacer el mundo para que "la primavera árabe de 2011" no se convierta en otro sueño fallido de jóvenes que quisieron cambiar la realidad y entendieron que es imposible.
Las masas juntaron sus fuerzas; la situación se tornó intolerable; los medios les insinuaron que es posible; las redes sociales les posibilitaron congregarse, y todos descubrieron nuevamente el gran secreto: Los regímenes son más débiles de lo que aparentan; y sin el apoyo popular no tienen posibilidades de existir largo tiempo.
Pero la mayoría que salió a las plazas ya regresó a sus hogares y dejó en el gobierno al régimen anterior decapitado. Estas personas, cercanos a Ben Alí en Túnez o a Mubarak en Egipto y quienes aceptaron la dirigencia de Gaddafi en Libia, no saben qué hacer.
Ellos no son eruditos en leyes internacionales, nunca redactaron constituciones liberales, temen nuevos enfrentamientos con las masas, saben que no permanecerán mucho tiempo en el poder y que en las próximas elecciones podrían ser depuestos.
Ellos efectúan por ahora alguno que otro renunciamiento y podrían decidir postergar, sin fecha determinada, la transición a una democracia viable para todos.
Estos momentos, entre la revolución y la estabilización de un nuevo régimen, son sumamente críticos para la normalización de la región en los próximos años. Y no es seguro que el mundo lo entiende.
En lugar de apostar por el próximo estado que vivenciará un levantamiento, en lugar de competir por la admiración de los jóvenes que salen a las calles, y que ya fueron desalojados, el mundo ilustrado debería proponer equipos de trabajo y ayuda monetaria a los paìses que ya experimentaron ese shock.
El mundo puede asesorar a dichos países acerca de los errores cometidos en los últimos 250 años, o sobre la fallas realizadas inmediatamente después de los levantamientos: diferentes modelos de Robespierre, restauraciones y retornos a gobiernos monárquicos.
El mundo puede recomendar cómo elaborar una nueva constitución, no demasiado compleja y que conceda derechos a las minorías. Ese tema es mucho más importante que el interrogante de si se realizarán elecciones regionales o relativas o cómo se elegirá al primer ministro.
La forma de cómo evitar que partidos y personajes anti-democráticos participen en un proceso democrático y lo utilicen negativamente para sus intereses, es el asunto crítico en lo que respecta al futuro de los paìses que atravesaron recientemente un sismo político.
Todas estas dubitativas recibirán respuestas. Si las mismas serán equivocadas por alevosía o simplemente por inexperiencia, los ciudadanos de los paìses árabes pagarán caro por ello, y junto ellos, el mundo entero.
Y con respecto a los presupuestos, principalmente los de educación general y profesional, viviendas accesibles e infraestructuras, son imprescindibles.
Los países ricos en el mundo árabe (esecialmente los del Golfo) y Occidente podrán permitirse asignarlos. Resultará mucho más barato que pagar el precio de los regímenes despóticos que podrían volver a surgir luego de las revueltas en las plazas.
Fuente: Israel Hayom - 4.3.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il