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La derecha lunática


La derecha lunática israelí perdió la cabeza al volverse gradualmente mesiánica, trastornada y racista. Ahora está a punto de convertir a Israel en Sudáfrica, y los asentamientos, a punto de destruir el sionismo.

La derecha lunática enloqueció mucho antes. Se comportó como tal al ver que la Guerra de Yom Kipur se acercaba y, sin embargo, no hizo nada por impedirla. Estuvo loca cuando percibió que la paz con Egipto era un hecho y trató de detenerla, cuando inició la guerra del Líbano y cuando construyó 150 asentamientos en Gaza y Cisjordania.

La derecha lunática estuvo loca cuando derrocó a Itzjak Shamir en 1992; cuando derrocó a Binyamín Netanyahu en 1998; cuando llevó a cabo la incitación en contra de Itzjak Rabin y cuando despotricaba rabiosamente contra Ariel Sharón.

La derecha radical perdió la cabeza al volverse gradualmente mesiánica, trastornada y racista. No sólo obró completamente fuera de toda lógica según aceptables parámetros internacionales, sino que enloqueció incluso sobre la base de sus propios principios. Se negó a ver la realidad, actuó irracionalmente y causó un daño irreparable al sionismo.

Pero actualmente, la derecha lunática se muestra particularmente loca. ¿Por qué? Porque ahora sabemos el precio que deberemos pagar por sus acciones. Ahora vemos el abismo al cual nos ha guiado. Percibimos la deslegitimación, la demografía, los desechos.

Ahora comprendemos que más es menos. Vemos que tenerlo todo no constituye la realidad que se quería seccionar; que si no establecemos una frontera para el estado judío, no existirá ningún estado judío; que la ocupación está a punto de convertir a Israel en Sudáfrica; que los asentamientos están por destruir el sionismo. Percibimos las campanadas de la medianoche.

A pesar de todo esto, la derecha sigue su camino. Continúa creyendo que los barrios alejados de la zona urbana en Elón Moreh son más importantes que un escuadrón de F-35. Aún considera que los asentamientos ilegales en Cisjordania constituyen un asunto más determinante que las resoluciones del Consejo de Seguridad. Todavía supone que el poder de Israel se mide en hormigón y cemento, carreteras y asentamientos. Sus retrógrados puntos de vista en asuntos de Estado la llevan a creer que realiza un gran servicio a Israel, cuando en realidad lo sabotea. La derecha loca incluso está socavando sus propios grandes bloques de asentamientos. Cuando se empeña en frustrar cada compromiso referente a ellos, no hace más que condenar a todos sus habitantes a la misma suerte que los de Argelia.

Hace una semana, Netanyahu y la secretaria de Estado de los EE.UU, Hillary Clinton, elaboraron varios acuerdos. Todavía no está claro si éstos fueron realizados en serio. Aún no se sabe si habrán de ejecutarse o si finalmente caerán en el olvido. Pero el interés de Israel en ellos es perfectamente claro: evitar una resolución de la ONU acerca del establecimiento de un estado palestino en las fronteras de 1967; evitar que los palestinos hagan de la construcción en los asentamientos su eterna coartada; fortalecer la seguridad del país.

La derecha lunática se niega a ver ese claro y cristalino interés. En cambio, no hace más que patalear y gritar, amenazar y perder frenéticamente el control. La idea misma de un congelamiento en la construcción la está desquiciando. El intento de reanudar el proceso de paz la está enfureciendo. Con espuma en la boca, no se cansa de vociferar que estamos marchando hacia la perdición, orgullosamente, con los ojos bien abiertos.

La conclusión es inequívoca: si Israel desea sobrevivir tiene que ser capaz de liberarse por completo del dominio de la derecha lunática. Los rabinos de los asentamientos no son el Estado de Israel. Tampoco los son los rabinos de Shas. Los partidos Unión Nacional, Casa Judía y los rebeldes del Likud constituyen tan sólo una pequeña minoría. Ellos han ganado poder únicamente debido al anacrónico sistema electoral israelí. El silencio de la mayoría habrá de provocar que sean ellos mismos quienes nos causen un desastre tras otro.

Mientras el Israel loco nos puede llevar al borde de la catástrofe, el Israel rico, gordo y satisfecho se muestra del todo indiferente. No por una acción de Dios, sino a causa de nuestra débil voluntad y por nuestro completo desánimo, dejamos que estos grupos excéntricos y lunáticos se hagan cargo de la agenda nacional. Dejamos a los locos conducirnos a los lugares más peligrosos.

Netanyahu los ve a su alrededor y le da náuseas. Él sabe muy bien que la derecha lunática carece de una comprensión básica de los asuntos estatales. Es consciente de su peligro. Pero para pasar de la comprensión a la acción, Bibi debe ser capaz de ejecutar un big-bang político. Debe hacerle a la líder de la oposición, Tzipi Livni, una propuesta sustancial. Él está obligado a realizar un esfuerzo concreto para forjar un gobierno sionista.

Sólo un gobierno compuesto por los tres centrales partidos sionistas puede hacer frente al desmoronamiento del sionismo. Sólo un gobierno constituido por una alianza Likud-Kadima-Avodá puede tomar las decisiones necesarias en el proceso de paz. Sólo un gobierno diferente puede impedir que la derecha lunática nos deje a todos al borde del abismo.

Fuente: Haaretz - 18.11.10
Traducción: www.argentina.co.il