Los colonos, como sabemos, son las únicas personas en Israel que se toman en serio a la izquierda. Cuando uno lee lo que publican los colonos tiende a pensar que los miembros de la izquierda están por todas partes : los izquierdistas se infiltran en el gobierno, los izquierdistas controlan el Ministerio de Defensa, los izquierdistas dominan el poder judicial, y que, por supuesto, los izquierdistas también controlan completamente los medios de comunicación.
Pero después, levantamos la cabeza y vemos qué son realmente los izquierdistas: Un cansado y delirante grupo de gente que ni siquiera son capaces de juntar 200 personas para asistir a un mitin y que cuentan con una larga lista de fracasos que ya nos aburre mencionar.
Los colonos no tienen problemas con la gente de la izquierda, sino más bien, con los israelíes que simpatizan con los colonos; israelíes a quienes no les preocupa el hecho de que un número cada vez mayor de jóvenes con una marcada ideología nacional-religiosa esté sobrepasando a nuestras unidades de élite. Esos israelíes más bien aprecian a los colonos justamente por esa razón.
Estos pertenecen a esa clase de israelíes que estarían encantados de poder llevar a sus hijos a visitar los antiguos sitios judíos en Judea y Samaria, y que creen que Abraham, Isaac y Jacob están realmente enterrados en la Cueva de los Patriarcas. Estos son los mismos israelíes a quienes les duele cada vez que se enteran de un nuevo ataque a tiros en Herón, porque es a sus hermanos a quienes están disparando allí.
Y si los colonos tienen algún problema con estos israelíes, pues bien, tienen verdaderamente un gran problema. Porque estos israelíes, que son sionistas y judíos, y tienen arraigados sentimientos nacionales, están empezando a sentir que todo esto sucede a expensas suyas. No están enojados con los colonos, ciertamente, pero poco a poco van siendo superados por la sensaciónde que toda la empresa colonizadora estáles está resultando demasiado caro.
¿Por qué nos ignoran?
Ellos están pagando el precio en términos de la situación global del estado, sobre todo en lo que concierne a sus relaciones con los Estados Unidos; lo están pagando en términos del carácter judío de Israel, ya que estos israelíes se niegan a habitar un país bi-nacional junto con tres millones de palestinos; lo están pagando con dinero que bien podría utilizarse para educación, salud, construcción de carreteras, y otra vez, educación; lo están pagando con largas noches sin dormir pues no dejan de pensar en el hijo que presta servicios en una unidad de combate, en la región de Hebrón; lo están pagando en términos de la asfixiante sensación de que sus vidas no va a ninguna parte yque no hace más que girar alrededor del conflicto, año tras año, sin poder divisar las señales ciertas de un buen final.
Por eso, invitamos aquí a los colonos a ignorar la izquierda y sus argumentos – la mayoría de los israelíes llevan haciendo eso durante años. Sin embargo, los colonos deben responder la siguiente pregunta: ¿Por qué nos están ignorando también a nosotros? Nosotros, los ciudadanos promedio que pagamos sus impuestos, llevamos a cabo el servicio militar de reserva para ellos, y que deseamos vivir en un estado normal. Los israelíes que, en secreto (o no tan secretamente) a quienes no nos gustan particularmente los palestinos y quienes no entendemos "la paz" según una visión sagrada, pero que anhelamos vivir en paz y bien y aún no terminamos de comprender por qué deben ellos cargar con los resultados de una ideología religiosa que no comparten.
Probablemente, sería más fácil para los colonos involucrarse activamente en un debate, en el plano ideológico, pero la mayoría de los israelíes enfrenta la cuestión de los asentamientos – tal como enfrentan la mayoría de los asuntos – desde el punto de vista práctico: ¿Es bueno o malo para los judíos?
Mientras la cuestión de los colonos no tiene un efecto directo sobre sus vidas, estos israelíes pueden sentarse cómodamente en sus casas y decirse a sí mismos que es admirable el modo en que estos colonos luchan por defender sus creencias e incluso, su firme disposición a pagar el precio por ello. Sin embargo, ahora, estos mismos israelíes están empezando a percibir que son ellos los que en realidad pagan el precio, y lo que resulta aún más problemático, nadie les preguntó si están dispuestos a pagarlo.
¿Los colonos lo saben mejor?
A juzgar por el sacrificio que debemos hacer, el único consuelo que nos ofrecen los colonos en este momento es la impresión de que son ellos los únicos que saben lo que es mejor para nosotros. Ven el mismo país, con los mismos problemas, y llegan a la conclusión de que su solución es mejor. Los colonos creen, sobre todo por cuestiones religiosas, que no hay ninguna posibilidad de que estén equivocados, y que, por lo tanto, están plenamente capacitados para actuar en contradicción con nuestros puntos de vista, incluso en temas que hacen directamente a nuestras vidas.
Esta respuesta es a la vez problemática e irritante. Un cuatro por ciento de los habitantes del país no pueden establecer que sean ellos los únicos que sepan lo que es correcto. Nosotros también vivimos aquí, nosotros también sufriremos las consecuencias del fracaso de las negociaciones, y también nosotros tenemos puntos de vista acerca de la dirección que este país debería tomar. Es difícil no respetar a los que se muestran dispuestos a comprometer su vida y su futuro en aras de un objetivo en el que creen, aunque todo eso es una historia completamente diferente cuando la vida y el futuro que ponen en riesgo son los de los demás.
De todas las cosas malas que nos han sucedido en los últimos años, la peor es la pregunta que los israelíes volvimos a hacernos acerca de si todavía habremos de seguir aquí dentro de 50 años. La existencia del Estado de Israel, que hasta hace unos años parecía estar garantizada, ha sido puesta frente a un nuevo signo de interrogación.
En esta ocasión, no es por las amenazas de nuestros enemigos, sino que es más bien por nosotros mismos. El gran temor que estamos enfrentando tiene que ver con la desintegración: El aislamiento internacional, la división en sectores que sólo se preocupan de sí mismos, y la pérdida de nuestra identidad nacional.
Gran parte de nuestra energía se invierte en la pelea con los palestinos, y eso implica pagar un precio muy alto que sigue aumentando con el fracaso de cada round.
Los miles de millones de shekels invertidos en los territorios, toda la sangre que fue derramada allí y el daño permanente de nuestra calidad de vida, todo eso no ha sido ciertamente en vano. Esta fue nuestra particular manera de decirles a los miembros de una importante comunidad aquí, que los amamos y los apreciamos; durante muchos años mantuvimos una buena predisposición a hacer concesiones –algunas de ellas, dolorosas – para que pudieran seguir viviendo aquí, en consonancia con su fe.
La pregunta que surge ahora es si ellos también sienten lo mismo por nosotros.
Fuente: Yediot Aharonot - 2.10.10