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No perder la fe en la paz


La pregunta relevante es si es preferible esperar a un primer ministro que esté dispuesto a pagar las consecuencias de la paz, o hacer lo máximo posible ahora mismo. Yo prefiero no esperar.



Muchos creen que la fuente de todos los males en las negociaciones con los palestinos está en la idea de que sólo un acuerdo de paz completo es aceptable, y han tomado nota, dicho sea a mi favor, que incluso yo he desechado ese enfoque. Están equivocados.

Desde su creación, Israel ha buscado acuerdos de paz completos con todos sus vecinos. Esa fue la trayectoria que ha seguido la corriente principal del sionismo, orientada a garantizar que el Estado judío no se transformara en un cuerpo extraño en el contexto de la región. Ese fue el objetivo de los Acuerdos de Camp David, en 1978, en referencia a un pacto con los palestinos tras cinco años de autogobierno.

Cuando comencé el proceso de Oslo, mi objetivo era superar los obstáculos entre Israel y la delegación jordano-palestina durante las conversaciones en Washington, y convenir sobre los parámetros de un acuerdo provisional encaminado a una solución permanente en el transcurso de cinco años. Propuse al ya desaparecido primer ministro Itzjak Rabín aprovechar la oportunidad y tratar de iniciar negociaciones para un acuerdo permanente, pero él la rechazó, alegando que si esas negociaciones fracasaran, ya no sería posible hablar de un acuerdo provisional y que saldríamos perdiendo en ambos sentidos.

Inmediatamente después de la firma de los Acuerdos de Oslo, comencé las conversaciones con Mahmud Abbás acerca de una declaración de principios para un acuerdo de paz. El trabajo fue terminado dos años después. El entonces primer ministro, Shimón Peres, rechazó el documento. Binyamín Netanyahu, ocupando ese mismo cargo, obró con todos los recursos a su alcance para que la solución permanente no tuviera nunca su momento decisivo.

Ehud Barak, que fue elegido en 1999, quiso llegar a una solución permanente, pero rechazó la propuesta estadounidense de poner sobre la mesa de negociaciones de Camp David lo que entonces se dio a conocer como Documento Beilin-Abu Mazen (aunque no se trataba de un documento firmado). El fracaso de las conversaciones con los palestinos se debió a que ambas partes no hicieron el suficiente esfuerzo para lograr un acuerdo definitivo.

Una vez que las conversaciones sobre un acuerdo total fracasaron, le propuse a Yasser Abed Rabbo, Ministro de Información palestino, mantener un canal informal a fin de preparar una detallada propuesta en los términos de un acuerdo permanente, y así demostrar a los dos pueblos que cada cuestión en particular puede ser resuelta. Esa es la Iniciativa de Ginebra, firmada hace siete años por un grupo de israelíes y palestinos, que se convirtió en el único documento detallado aceptable para un amplio número de votantes de ambas partes.

El primer ministro de aquel entonces, Ariel Sharón, dispuso una retirada unilateral de Gaza. Esta acción contradecía completamente el espíritu de la Iniciativa de Ginebra, pero, no obstante, la apoyé porque comprendí que eso era lo que Sharón estaba dispuesto a hacer, y que era preferible salir de Gaza con Sharón antes que esperar por otro primer ministro. Si el sucesor de Sharón, Ehud Olmert, hubiera seguido esa senda unilateral, yo lo habría apoyado. Felizmente para mí, se decidió a ensayar un paso más grande, pero también en este caso se trataba de algo muy alejado de los acuerdos suscriptos en la Iniciativa de Ginebra, y los palestinos no estaban nada entusiasmados con él.

Netanyahu fue elegido por segunda vez. Él está a millas de distancia de un acuerdo de paz al estilo de los parámetros de Clinton o de la Iniciativa de Ginebra. No estoy seguro de que esté preparado para un acuerdo provisional, pero, según veo, resulta más práctico que las inútiles conversaciones sobre seguridad, medio ambiente, agua y el carácter judío del Estado de Israel. Por esa razón, propongo ensayar un traslado parcial.

No estoy desilusionado. Pienso que la retirada unilateral de Gaza fue una tontería y que un acuerdo provisional resulta del todo indeseable. Si fuera por mí, preferiría indudablemente alcanzar un acuerdo de paz ahora.

La pregunta es si es preferible esperar a un primer ministro que esté dispuesto a pagar las consecuencias de la paz, o hacer lo máximo posible ahora mismo. Yo prefiero no esperar.

Fuente: Haaretz - 6.9.10
Traducción: www.argentina.co.il