Netanyahu y Abbás tienen que reanudar las tratativas directas y dirigir un "toma y daca" real sólo entre ellos. Ambos mandatarios deberán otorgar lo máximo posible y recibir lo mínimo necesario para obtener el mayor apoyo local e internacional a un acuerdo.
La presión internacional que arrastró a Mahmud Abbás a conversaciones directas con Israel, equilibró la misma que en su momento obligó a Netanyahu a pronunciar su discurso de "dos Estados". Así lo entienden quienes presionaron. Para ellos es una cuestión de "toma y daca", que a pesar de ser impuesta, es necesaria para regresar a la ecuación "Otorgan, recibirán; no otorgan, no recibirán.
Pero en esta década que pasó, desde que Bibi impuso dicha fórmula y Abu Mazen la interiorizó, no siempre fue tomada en cuenta, especialmente en todo lo relacionado con lo que Israel está dispuesto a otorgar.
¿Qué determinó dicha ecuación? Los palestinos, que prometieron la solución pacífica del conflicto, otorgaron terror y destruyeron la credibilidad israelí en ellos. A cambio, recibieron la destrucción de la Autoridad Palestina, la reocupación de territorios, un muro de separación y cientos de puestos de control; pero también la desconexión unilateral de Gaza y la evacuación de varios asentamientos en el norte de Cisjordania.
En el marco del "toma y daca", Israel "recibió" el derecho de mantener todos los asentamientos hasta la firma de un acuerdo fijo, comprometiéndose a no construir otros. ¿Qué dio a cambio? 200.000 israelíes más en los territorios, barrios nuevos en Jerusalén Oriental y 100 asentamientos ilegales. La alucinación israelí de que a cambio de la desconexión unilateral y la evacuación del 4% de los colonos, los palestinos otorgarían una calma total en Gaza y aceptarían que continúe la construcción en Cisjordania y en Jerusalén, resultó un fracaso.
Desde entonces, Abbás condena el terror en todas sus apariciones y lleva a cabo reformas que le permitan llegar a un estado independiente observando los puntos de la "Hoja de Rutas". Pero el repunte de la economía palestina y la mejoría en la coordinación con Israel en la lucha contra en terror le "otorgaron", a cambio, una reducción parcial de los puestos de control, la operación "Plomo fundido" para tratar de restituir a Al Fatah en Gaza y el apuro israelí, debido a una flotilla provocativa, de aminorar el bloqueo a la franja liderada por Hamás.
En las conversaciones de acercamiento con el mediador norteamericano, los palestinos proporcionaron mapas y documentos que aclaran su posiciones relacionadas con un acuerdo final: fronteras, Jerusalén, refugiados, asentamientos, agua y seguridad, todas ellas basadas en resoluciones internacionales y acuerdos ya firmardos.
Netanyahu - que ya aceptó la idea de dos Estados - sigue, en cambio, manifestándose abiertamente sobre un Estado palestino desmilitarizado, que se creará en un 60% de los territorios, que absorberá a los refugiados, que Jerusalén Oriental no será su capital y que sus aguas serán suministradas por Israel. Menos abiertamente, Bibi, que tanto aspira a negociar directamente con los palestinos, sigue siendo una incógnita.
Las partes deben reanudar las conversaciones directas y dirigir un "toma y daca" real sólo entre ellas. Netanyahu debe renunciar a la metodología de exigirle concesiones a Abbás para "retribuírselas", a cambio, a EE.UU, la Unión Europea, Egipto y Jordania, o, muy a pesar suyo, a Hamás y sus cómplices.
Obama debe incentivar a ambos líderes para que se otorguen lo máximo posible y reciban lo mínimo necesario a fin de obtener el mayor apoyo local e internacional a un acuerdo.