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¿Todo sobre la mesa?

Como ha dicho el enviado especial de EE.UU en Oriente Medio, George Mitchell: "Todo sobre la mesa". Ningún tema en discordia quedará al margen del diálogo directo que se reanudará el 2 de septiembre en Washington bajo la batuta del presidente Barack Obama.

Como a todas las citas del largo y rocoso proceso de paz iniciado en Oslo hace 17 años, las partes acudirán envueltas en un enorme pesimismo.

Tanto el presidente palestino, Mahmud Abbás, como el primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, aceptaron la invitación oficial de la Casa Blanca convenciendo a los suyos que no han cedido en sus principios.

Netanyahu destacó que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunció que serán negociaciones sin condiciones previas y Abu Mazen se aferró al plazo dado de un año para llegar a un acuerdo y a la creación de un Estado palestino.

La oficina del primer ministro afirmó que Israel desea negociaciones serias y amplias, y añadió que un acuerdo de paz que garantice sus intereses nacionales y de seguridad es un reto difícil pero posible.

En la OLP hay voces que alertan sobre un seguro fracaso y pérdida de tiempo. Pero una negativa a la invitación de Clinton hubiera sido algo impensable ya que se trataria de un golpe bajo a EE.UU, algo que, como Netanyahu ha vivido en su propia carne, no es recomendable.

No hay que engañarse. Todo indica que el pesimismo está justificado. La desconfianza mutua es tan grande que incluso las dos partes lucharon por cada coma y palabra de la carta de invitación de Obama y del anuncio del Cuarteto de Madrid.

Netanyahu deseaba un llamamiento sin referencias a los temas cadentes (Jerusalén, refugiados, fronteras, asentamientos); Abbás aspiraba a un documento detallado con fecha limite y marco final: un Estado palestino con Jerusalén Este como capital.

El equipo negociador palestino advirtió que si Netanyahu no prorroga la moratoria en la construcción en las colonias en Cisjordania se romperá el proceso. De ahí que la fecha clave no sea el 2 de septiembre en la Casa Blanca sino el 26 de septiembre en las colinas de Cisjordania. Netanyahu, por su parte, tiene un gran dilema ya que prometió que a partir del 26 Israel volverá a construir en Judea y Samaria.

Son tantas las negociaciones fracasadas que la expresión "proceso de paz" se convirtió en un eufemismo incapaz de suscitar demasiadas esperanzas. La reapertura del mismo en estos momentos entraña serios riesgos. Un nuevo fracaso supondría una derrota personal para Obama y Clinton y algo mucho más grave para israelíes y palestinos: tratativas que desembocan en nada generalmente suscitan frustración y rebrotes graves de violencia.

La única manera de resolver problemas es intentarlo, pero siempre y cuando la voluntad de los negociadores sea verdaderamente llegar a un acuerdo y no responsabilizar a la otra parte del fracaso.