Seremos capaces de hacer frente a cuestiones de justicia en el futuro, y también de modificar las fronteras si es necesario; por el momento, conformémonos - nosotros y los palestinos - con un alto el fuego que tendrá como base los intereses comunes en lugar de un amor mutuo.
Israel se siente paralizada. Mucha gente por aquí entiende que el status quo es una ruta segura hacia la desaparición del sionismo. Estamos metidos el pantano bi-nacional, y si no somos capaces de dividir la tierra, Israel acabará hundiéndose en él.
Sin embargo, no parece que haya un modo posible de dividir la tierra. La fe de los israelíes en una partición, en el marco de un acuerdo de paz, se ha erosionado en extremo, lo cual no constituye ninguna sorpresa. Los palestinos no están dispuestos a renunciar a la exigencia de que se cumpla lo que ellos justifican como su "derecho al retorno" (en la práctica, la legislación internacional no reconoce ningún derecho de esas características); esto quiere decir que no habrá ningún acuerdo.
Y sin embargo, también la fe de los israelíes en una partición de tipo unilateral se ha erosionado, como efecto de la experiencia que dejó la desconexión de Gaza. Pero esta erosión es injustificada: Una medida unilateral no tiene porque parecerse a dicha retirada. Ciertamente, aún un repliegue de Judea y Samaria, similar en estilo al de Gaza, es mejor que continuar con el status quo, aunque mucha gente crea que sería imposible evacuar cerca de 70.000 personas por nada que no reporte una paz completa.
No obstante eso, ¿cómo lograremos una división de la tierra por medios no pacíficos? Si uno lo quiere, ciertamente deja de ser un sueño. Más aún, incluso si no tenemos un socio para lograr la paz, quizás tengamos a alguien interesado en un traslado unilateral. Los palestinos están ejecutando sus propias maniobras unilaterales: la promesa de Salam Fayyad de declarar la independencia unilateralmente puede valer como maniobra complementaria frente a una retirada israelí, aún cuando eso no es constituye una obligación.
Aparentemente, la clave de todo este asunto es saber separar la cuestión de la partición de la de la evacuación: no hay ninguna necesidad de convertir la desconexión en una de las condiciones necesarias para la división.
Reclutar al mundo para la causa
En primer lugar, Israel puede finalmente aprobar una ley de evacuación-compensación para Cisjordania. Podemos confiar en que dicha ley minimizará drásticamente el alcance de los problemas de los asentamientos.
En segundo lugar, Israel puede declarar que los "sionistas de la tierra" - como opuestos a los "sionistas del estado"- tienen derecho a permanecer en sus lugares de residencia y renunciar a su ciudadanía israelí. Ellos podrán continuar viviendo allí bajo leyes palestinas. Después de todo, una gran minoría árabe vive en Israel, por lo cual no es inconcebible contar con una pequeña minoría judía en Palestina. Si es necesario, vendremos a rescatarlos y los llevaremos de vuelta a casa. Para eso tenemos la Ley de retorno. Ellos pueden regresar y obtener su ciudadanía israelí otra vez cuando lo deseen.
En tercer lugar, también en contraste con el modelo de Gaza, la propia retirada puede ejecutarse coordinadamente con la Autoridad Palestina, de manera ordenada y gradual. Un traspaso ordenado del poder es de especial interés para Al Fatah. Ellos también son conscientes de los resultados de la retirada unilateral de Gaza y del asesinato de su pueblo por parte de Hamás; le temen a Hamás más de lo que nos temen a nosotros, y con razón.
En cuarto lugar, a diferencia del estilo en solitario de Sharón, esta vez podemos llevar a cabo el traslado bajo auspicios internacionales. EE.UU, la Unión Europea, la ONU, y los rusos - y posiblemente la Liga Árabe - pueden alistarse para la causa, que tiene como objetivo poner fin a la ocupación, e incluso otorgar garantías económicas y, probablemente, también militares, bajo la forma de una fuerza internacional.
Líneas rojas que no convergen en ninguna parte
Una triste realidad en todo este conflicto está dada por el hecho de que su completa resolución gira en torno a problemas jurídicos que se perciben como absolutos en ambos lados, además de profundas convicciones y aspiraciones mantenidas por ambas partes.
Como consecuencia, las posiciones adoptadas en la negociación por cada parte se caracterizan por rotundos "no" y por líneas rojas que no convergen en ninguna parte.
No obstante, así deban estas cuestiones de justicia eterna mantenerse necesariamente separadas de los problemas prácticos, podemos comenzar con la separación de la tierra y dejar la solución del conflicto para otro momento.
Seremos capaces de hacer frente a cuestiones de justicia en el futuro, y también de modificar las fronteras si es necesario; por el momento, conformémonos con un alto el fuego que tendrá como base los intereses comunes en lugar de un amor mutuo.
Lo más importante es que dos estados-nación prevalecerán, y el sionismo no continuará en su loca carrera hacia el abismo.
Fuente: Yediot Aharonot - 20.8.10
Traducción: Argentina.co.il