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Un pueblo palestino, sí; ¿un pueblo judío, no?


Así como judíos no son quienes determinarán si los palestinos constituyen un pueblo o no, así los palestinos no puede determinar si los judíos son un pueblo o no. Se trata de un problema de autodeterminación.



Al igual que muchos lectores, yo también disfruté mucho de la delicada ironía, el agudo ingenio y esos inteligentes cuentos árabes de la columna de opinión de Salman Masalha ("Un democrático restaurante judío"; Haaretz 9/8). Pero tales virtudes son del todo insuficientes para compensar la fundamental incomprensión que subyace en sus conclusiones: "No existe algo así como un estado judío democrático, al igual que no existe un estado musulmán democrático"; ese es el quid de la cuestión.

En la raíz misma de su declaración yace un profundo y trágico error de comprensión que  caracteriza en gran medida el talante de las ideas que los árabes tienen acerca de la identidad de Israel. Desde un punto de vista árabe estándar, los "judíos" son comparables a los "cristianos" o a los "musulmanes". En otras palabras, son un grupo religioso, no una nación. Y los árabes no son los únicos que piensan según este criterio: no hay duda de que, durante cientos de años, la identidad judía fue percibida por judíos y no judíos por igual, básicamente como una identidad religiosa, y algunos todavía siguen concibiéndola así.

Pero el fundamento de la revolución sionista es la concepción de que los judíos constituyen un pueblo, y como tal, tienen el derecho a la autodeterminación nacional en un marco político. Este principio fue aceptado por las Naciones Unidas, el 29 de noviembre de 1947, en su decisión de escindir el Mandato Británico de Palestina en dos estados - uno, judío y otro, árabe (no uno, judío y otro, musulmán - cristiano).

Israel se considera a si misma como un estado-nación judío, del mismo modo en que Polonia se ve a si misma como estado-nación polaco y Grecia como estado-nación griego, tal y como Palestina, al momento de aparecer, se verá a si mismo como un estado-nación palestino.

Sin duda, la identidad judía tiene un componente religioso, tanto históricamente como en nuestra realidad contemporánea; así como existe una dimensión religiosa en la identidad nacional polaca y una dimensión musulmana en la identidad nacional árabe (Mahoma no es percibido exclusivamente como el profeta del Islam; los árabes cristianos también lo consideran un héroe de la nación árabe).

Uno de los problemas que complica las buenas intenciones por resolver el conflicto palestino-israelí es justamente esta misma cuestión: el hecho de que, del lado árabe, existe una dificultad para  reconocer que los judíos, en el Estado de Israel, se consideran a sí mismos como una nación. El problema de la identidad es materia de auto-definición, no de definición externa. Así como los judíos no serán, ciertamente, los que habrán de decidir si los palestinos forman un pueblo o no (hay más de uno, entre nosotros, que aún debe reconciliarse con la idea de la existencia del pueblo palestino); Salman Masalha no puede determinar si los judíos son un pueblo o no. En todos los casos, se trata de libre autodeterminación.

Cualquier persona que rechace el derecho de los judíos a definirse a si mismos como una nación, les está negando un derecho humano fundamental, al que los judíos, al igual que los palestinos, tienen derecho. La negativa árabe a aceptar a Israel como Estado judío es prueba de algo más profundo y preocupante: la falta de voluntad para aceptar el derecho del pueblo judío a la autodeterminación.

Ya que de lo que se trata es de la identidad nacional, y no de la identidad religiosa, es claro que se puede hablar de un Estado democrático judío, del mismo modo en que se puede hablar de un Estado democrático árabe, que, por ejemplo, es lo que se expresa en la constitución de Líbano, un Estado árabe que, a pesar de todos sus problemas, mantiene un sistema político basado en elecciones y principios democráticos.

La cláusula B del Preámbulo de la Constitución de Líbano declara: "Líbano es árabe en su identidad y en sus asociaciones." La Cláusula D establece lo siguiente: "El pueblo es fuente de autoridad y soberanía." En otras palabras, Líbano se considera a si mismo como un estado democrático árabe.

Las constituciones de Siria y Egipto también definen las identidades de sus países como árabes y sus sistemas de gobierno como democráticos. Es cierto que existen, para decirlo brevemente, muchos problemas en relación con el régimen democrático de estos países; sin embargo, los redactores de las constituciones de Siria y Egipto tuvieron la firme convicción de que no existe, en principio, contradicción alguna en la concepción de un estado que sea, a la vez, árabe y democrático.

Entonces, ¿"árabe y democrático" es correcto, pero "judío y democrático" ya no lo es tanto? En mi diccionario, puedo advertir cierto racismo sobre esta distinción.

Fuente: Haaretz - 15.8.10
Traducción: Argentina.co.il