Netanyahu es un recluso que no se desprende de su cárcel coalicionista y de los grilletes de su hogar paterno.
Las cartas que oculta son pedazos de papel, cuyos titulares para sus discursos como el de Bar Ilán están escritos en ellos.
Esta columna se suma al llamado: "Traigan conversaciones de acercamiento - las conversaciones están cerca pero el acercamiento lejos". No por casualidad Binyamín Netanyahu evita hasta ahora responder a las preguntas del intermediario, que si no se hubiera identificado como el representante de la Gran Potencia, sería sospechoso de holgazanería. Para qué responder, mientras se puede postergar, y nuevamente postergar, si cada demora es positiva.
Para vivir el momento y vender la vida, Netanyahu no se cansará de buscar nuevos pretextos, buscará hasta con velas, que podrían transformarse en velas recordatorias.
Primero determinó que los avances dependieran de la aceptación de los palestinos de reconocer al Estado de los judíos, como si Israel existiera gracias a ellos, como si tu prójimo fuera quien define en tu lugar tus derechos y tu identidad.
Posteriormente exigió controlar la violencia - que se acabe el terror y después hablamos. Ahora reclama conversaciones directas. ¡Dénle a Netanyahu lo que pide! Después que se comprometió a sorprendernos y a firmar el acuerdo dentro de un año, permitan que el milagro se cristalice y que nuestros sueños se hagan realidad.
¡Y se necesita un milagro! Las conversaciones serán más complicadas que nunca. El orden de los acontecimientos cambió. Ahora serán los palestinos quienes reclamen a Israel detener el terror de los malditos de Har Brajá. Abu Mazen Y Salam Fayyad tuvieron éxito en lo que Netanyahu y Ehud Barak fracasaron: la Autoridad Palestina se enfrentó en su territorio con los terroristas y se sobrepuso a ellos. En Cisjordania rigen el orden y la ley, mientras el gobierno de Israel, por el contrario, se debate con los abominables jóvenes de Itzhar, que también esta semana salieron de sus cuevas para fijar los precios incendiando campos.
Y si Tzáhal y los servicios de seguridad siguen elogiando la calma en Cisjordania, los efectivos palestinos quedan invitados a proponer su ayuda: quizás ellos, con su comprobada experiencia, tengan a bien apresar a nuestros incendiarios de mezquitas que circulan libremente y a los rabinos que incitan al asesinato con la venia de la halajá: es mejor una puerta giratoria a una puerta que nunca se cierra sobre los agitadores de Israel.
Sus argumentos de apertura son mejores que los nuestros: Ellos cumplieron la mayoría de sus obligaciones de la Hoja de Rutas, mientras que nosotros no bajamos ni un asentamiento, como correspondía. Es posible que nos exijan ya desde el inicio, frenar la incitación contra los ciudadanos árabes de Israel y contra sus representantes electos, y que anulemos las leyes raciales que el Parlamento insistió en promulgar este último tiempo.
Netanyahu es un recluso que no se desprende de su cárcel coalicionista y de los grilletes de su hogar paterno. Las cartas que oculta son pedazos de papel, cuyos titulares para sus discursos como el de Bar Ilán están escritos en ellos.
Dentro de dos meses se renovará la construcción en los asentamientos - eso también es una forma de violencia - y el ruido de las excavadoras hará temblar la mesa de las negociaciones. Entonces la comunidad internacional deberá decidir cómo digerir el guiso que ella misma cocinó; y EE.UU deberá decidir cómo tratar a Netanyahu: con el palo de las elecciones o con la vara de las imposiciones; los palestinos deberán decidir si toman iniciativas unilaterales o continúan lamentándose de su amargo destino.
Y nosotros, ciudadanos de Israel, deberemos evaluar la nueva propuesta de los vicarios de la derecha: crear un Estado binacional entre el Jordán y el Mediterráneo. Tal vez ese sea el camino; el último paso de la empresa sionista. Quizás llegó el momento de clamar Shmá Israel en el final de los días.
Fuente: Haaretz - 3.8.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il