El alma del hombre no está hecha de acero. Si allí arriba, en la cumbre, hay personas orgullosas como Noam y Aviva, demuéstrenlo con una decisión inmediata. Observen a vuestros hijos y piensen en Guilad Shalit. En los últimos años traté por dos motivos de no escribir artículos político-sociales; uno para cuidar mi salud y la paz espiritual; el segundo, por temor a sembrar el pesimismo que se va adueñando de mí al escuchar los noticieros y cosechar el rencor de este pueblo, que en mi humilde opinión perdió la razón.
Lo que me indujo a escribir todo lo que encierra mi corazón es la tragedia de la familia Shalit. El destino de Guilad Shalit no me deja en paz. Pienso ingenuamente que sé cuál es el problema y cuál es la solución.
Algunos de mis amigos fueron terroristas en los años '40, agentes en la clandestinidad enviados a colocar explosivos en un mercado repleto de gente en Haifa o hacer estallar el hotel "Rey David" en Jerusalén sabiendo que decenas de inocentes morirían.
Ellos lo hicieron como patriotas y se granjearon respeto. Los despreciables terroristas, miembros de Hamás, podrían ser liberados en las tratativas sobre Shalit. Ellos se consideran a si mismo patriotas, dispuestos a sacrificarse en pro de su tierra y hacer todo para servirla, incluyendo la matanza masiva de inocentes.
Quien piensa que estos luchadores (despreciables a nuestros ojos) aceptarán la liberación sin regresar a sus familiares a sus hogares, a sus aldeas y a su tierra es un nacionalista arrogante que puede llegar a sacrificar a Guilad Shalit.
Nos asiste el derecho de castigar a los criminales y a los terroristas, pero llamar "liberación" a la deportación no corresponde a un pueblo en el que mi generación luchó por su liberación, un pueblo que no tiene parangón y sabe lo que es el exilio.
La conducta de la familia Shalit nos demostró la diferencia entre el orgullo y la arrogancia. Los que claman en su contra, es conveniente que aprendan de ella, que se conduzcan con el enemigo como personas, que entiendan que otro día más de Guilad en la prisión con incertidumbre, hace peligrar la posibilidad de que regrese y viva como cualquier persona de la comunidad.
El alma del hombre no está hecha de acero. Si allí arriba, en la cumbre, hay personas orgullosas como Noam y Aviva, demuéstrenlo con una decisión inmediata. Observen a vuestros hijos y piensen en Guilad.
Yo no digo que no hay diferencias ni cambios entre los pueblos en general, y entre nosotros y el mundo árabe, el sunita y el chiíta en particular. Pero, en mi opinión, dichas diferencias no son mayores que las que existen dentro de diversos sectores de nuestro pueblo.
Las diferencias culturales y mentales entre el barrio de Hatikva en Tel Aviv y Rehavia en Jerusalén o los amantes de pubs o los kibutzim de Hashomer Hatzair, no son menores que las existentes entre los habitantes de la aldea árabe Shfaram y la ciudad de Maalot en la Alta Galilea. Y esto no necesariamente se soluciona con guerras.
Quien necesita muestras de que la arrogancia domina el liderazgo y la calle, que recuerde a los caídos en la Segunda Guerra del Líbano y a los discursos de nuestros dirigentes chorreando petulancia en las expresiones de sus rostros y en el lenguaje de sus cuerpos, la seguridad en si mismos, la euforia que goteaba de sus labios.
La nueva arrogancia israelí, que incita al nuevo antisemitismo antiisraelí, surge de una altanería religiosa y una altivez nacional y étnica. Uno de los tantos ejemplos fue Golda Meir z'l, cuyos dos aforismos anexados a su recuerdo demuestran los dos círculos concéntricos: "No existe algo así como pueblo palestino" y "Ellos no son simpáticos" (refiriéndose a los "Panteras negras" judíos que se manifestaban contra su gobierno). Palabras que acicatean y demuestran que la arrogancia y el nacionalismo llegan a veces por izquierda y a veces por derecha.
Con el temor de que invocando al sentimiento y a la lógica de los gobernantes, ellos no propiciarán el regreso de Guilad, me dispongo a proponer a la familia Shalit y al movimiento que la apoya, que se dirijan al pueblo de Israel solicitando que toda persona que considera de importancia suprema el retorno del hijo a su hogar y a su familia, envíe su documento de identidad al primer ministro o al ministro de interior.
Se dará un aviso de que si hasta una fecha determinada (víspera de Pesaj, por ejemplo) Guilad no regresa a su casa, millones de documentos de identidad aterrizarán en la conciencia de los gobernantes, esos mismos que no saben interpretar el deseo de la mayoría del pueblo de Israel.
Fuente: Yediot Aharonot - 29.7.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il