Supongamos que el gobierno israelí tenía una bola de cristal mediante la cual podría haber sabido exactamente cómo culminaría el intento de dominar al Mavi Mármara, incluyendo las secuelas políticas. ¿Aún así se hubiera decidido operar de la manera que se hizo?
En estos días se decidió la creación de comisiones investigadoras, examinadoras, inquisidoras e ilustradas. No hay como la ocupación obsesiva sobre dicha comisiones, o los intentos de culpar a cualquiera, para desviarnos de lo esencial a lo efímero y empañar nuestros ojos para no ver y entender la lección principal de esta vergonzosa situación.
La lección fundamental es a mi entender, la lógica de cómo llegar a tomar decisiones en asuntos vitales.
Comencemos por el final. Supongamos que el gobierno tenía una bola de cristal mediante la cual podría haber sabido exactamente que sucedería en el futuro, y además, cómo culminaría el intento de dominar al Mavi Mármara, incluyendo las secuelas políticas. ¿Aún así se hubiera decidido operar de la manera que se hizo?
Para los responsables en tomar decisiones, el interés primordial era impedir que armamentos y misiles llegasen a manos de Hamás. Este objetivo obliga a un bloqueo marítimo. Los acontecimientos que se suscitaron en la flotilla atentaron contra ese interés; resulta claro que como consecuencia de ello, nos veremos obligados a alivianar el aislamiento. Ya pagaremos el precio por ello.
Con todo, podemos suponer que si el gobierno hubiese tenido una bola de cristal, hubiera buscado otro camino. Más aún, si éste no se encontraba, supongo que hubiera permitido a la flotilla seguir su rumbo y absorver lo que soportamos ahora. Después de todo, sabíamos que se trataba de un cargamento que no contenía material bélico.
Lamentablemente, la bola de cristal no estaba a mano y las decisiones del gobierno se tomaron en condiciones desconocidas. Cada opción fue evaluada según sus posibilidades de éxito o fracaso. ¿Cómo se elige en estos casos?
Primeramente debemos entender que las suposiciones que tienen en cuenta la planificación, en lo que respecta a qué sucederá, son simplemente hipótesis imposibles de demostrar. A lo sumo, se podrían refutar, es decir descubrir que no son ciertas.
De aquí se desprende la forma de pensar, asimilada dentro de lo que en nuestros días se denomina "Teoría de los juegos". Se trata de una teoría matemática que permite elegir una opción "óptima" entre la gama de posibilidades propuestas.
No pienso ni recomiendo que la toma de decisiones en el gobierno sean llevadas a cabo por matemáticos, pero no vendría mal que nuestros líderes entendieran la forma de pensamiento que se encuentra en la base de la toma de decisiones racionales.
Uno de los principios básicos de la teoría es que la óptima forma de acción no se elige acorde a las posibilidades de éxito, sino por los daños que pueda causar. Quien determina racionalmente no elegirá el camino con las mayores posibilidades de éxito, sino aquél cuyo daño máximo es el más ínfimo.
Supongamos que te proponen dos medicamentos para tu enfermedad; el primero te garantiza 95% de cura y el segundo sólo 50% - ¿cuál elegirás?
Pero para elegir correctamente se deben conocer también cuáles son los efectos secundarios; es decir el posible daño del remedio. Si el primero tiene un 10% de riesgo de ocasionar una parálisis, mientras que tomando el segundo sólo podría subir la temperatura durante dos semanas, toda persona racional elegirá este último, a pesar de que las posibilidades de curarse son menores.
El gobierno no tiene la bola de cristal, pero tendría que tener sentido común. Nuestros líderes deben preguntarse no sólo qué desean conseguir, sino también cuál es el precio aproximado de toda posibilidad de acción. En el caso lamentable de la flotilla, el gobierno eligió la posibilidad con los "efectos secundarios" más agresivos y graves.
No soy ingenuo. Sé que las recomendaciones sobre una forma de pensamiento cuerdo no llegan al corazón de nuestros dirigentes. Con todo, un razonamiento lógico no es sólo una recomendación, sino algo obligatorio para quien está condenado a vivir en un entorno hostil en el cual nosotros somos pocos y ellos muchos y donde la única manera de sobrevivir es siendo inteligente y no precisamente justo.
Fuente: Yediot Aharonot - 11.6.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il