Cualquier intento de utilizar la fuerza que no sea con el propósito de defensa propia, nos traerá más y más desastres, como el que nos ocurrió en aguas internacionales, en el mar abierto, frente a las playas de Gaza.
Durante dos mil años los judíos conocieron la fuerza de la fuerza al recibir latigazos sobre sus espaldas. A pesar de todo, en las últimas décadas conseguimos ser fuertes. Pero esa misma fuerza es la que nos embriaga. Una y otra vez nos parece que todo problema que se nos interpone puede solucionarse por la fuerza. Quien tiene en su mano un martillo - dice un refrán popular - cualquier problema le parece un clavo.
Ya en tiempos anteriores a la creación del Estado de Israel, gran parte de los judíos no supieron interpretar los límites de la fuerza y pensaban que conseguirían todo sólo por medio de ella. Por suerte para nosotros, durante los primeros años, líderes como Ben Gurión Y Levy Eshkol entendieron los límites de la fuerza y no los traspasaron.
Desde la Guerra de los Seis Días, Israel se encuentra sumergido en la obsesión de la fuerza. Lo que no puede conseguirse con fuerza se conseguirá con más fuerza.
El sitio israelí a Gaza es una de las frutas podridas resultantes de dicha concepción. Ella parte de la base equivocada que es posible derrotar a Hamás por medio de la fuerza o, de manera más amplia, que se puede pisotear el problema palestino en lugar de solucionarlo.
Pero Hamás no es solamente una organización terrorista. Es una idea. Una idea desesperada y fanática que surgió de la desilución y frustración de muchos palestinos. Una idea nunca fue derrotada por la fuerza, ni por sitios, ni por bombardeos, ni por tanques ni por comandos marinos. Para vencer a una idea hay que proponer otra, más atrayente y más aceptable.
La única posibilidad que tiene Israel de aislar a Hamás es aceptar lo antes posible la creación de un Estado palestino independiente en las fronteras de 1967 cuya capital sea Jerusalén Este, firmar un acuerdo de paz con Abu Mazen y sus fieles, y, de esta manera, reducir el conflicto israelí-palestino a uno menor: Israel-Gaza.
Dicho conflicto podrá solucionarse por medio de tratativas con Hamás o probablemente con un grupo conjuntamente formado por Hamás y Al Fatah.
Aunque Israel consiga interceptar cien flotas más, aunque conquiste cien veces más la Franja de Gaza, aunque accione una y otra vez sus fuerzas militares, policiales y sus servicios secretos, nunca solucionará así el problema. Y el problema es que nosotros no estamos solos en esta tierra; tampoco lo están los palestinos. Tampoco en Jerusalén estamos o están solos. Hasta que no entendamos las conclusiones de esa simple realidad, continuaremos viviendo sitiados: Gaza por nosotros y nosotros por los países árabes y por el mundo.
No disminuyo la importancia de la fuerza. Ella nos es imprescindible. Sin ella no podríamos vivir aquí ni siquiera un día; y pobre de aquél que no valore la fuerza de la fuerza. Pero nos está prohibido olvidar ni un sólo momento que la fuerza de la fuerza es únicamente para impedir la eliminación de Israel o su conquista; evitar que se atente contra nuestras vidas y nuestra libertad.
Cualquier intento de utilizar la fuerza no que no sea con el propósito de defensa propia, sino para ignorar problemas reales y aplastar ideas, nos traerá como consecuencia más y más desastres, como el que nos ocurrió en aguas internacionales, en el mar abierto, frente a las playas de Gaza.
Fuente: Haaretz - 1.6.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il