Un problema me llama la atención por lo ridículo que me resulta: el boicot de la Autoridad Palestina a productos que vienen de asentamientos judíos en los territorios, muchos de los cuales se producen en establecimientos donde algunos de sus empleados son palestinos.
Si no fuera porque hemos visto a ministros de la Autoridad Palestina quemando mercancías, a inspectores de dicha Autoridad (estos, seguro que no son coimeros porque parece que Hamás no afloja, aunque es bien sabida la corrupción existente por esos pagos) efectuando razzias en comercios palestinos y secuestrando productos de los asentamientos o castigando severamente a reincidentes, diríamos que hay algo que está fallando en alguno de los preclaros cerebros de la dirigencia palestina, ya que nos parece un poco... fantasioso, por decirlo de algún modo, que la ministro de trabajo de la Autoridad convoque a todos los palestinos que trabajan para colonos o que cruzan la frontera que conduce al Averno de los "Yahud" para traer unos pocos shékels con los cuales poder alimentar a sus familias y mantener una patética y cada vez más endeble dignidad como ganapanes que no quieren caer en el delito, o lo que es peor, salir a matar en nombre de un gobierno que los manda al frente como decía cierto general: "animémonos... y vayan".
- E´cir: ¡BOICOT A LOS JUDÍOS!
- Pero ¿con qué reemplazamos sus productos o sus fuentes laborales?
- Emmm...
Bueno, me estoy yendo un tanto por las ramas.
¿Qué tal un poquito de historia?
Es conocida por todos quienes hacemos de la memoria un culto, ya que es el arma más contundente de los pueblos que se precian de ser libres, la rebelión organizada por los árabes que tuvo lugar en el Eretz Israel (Palestina para algunos, o Tierra Santa para otros) entre los años 1936 y 1939, una insurrección organizada y violenta por parte de los árabes cuyo objetivo fue atentar contra el yishuv (comunidad) judío y contra el mandato británico, como si se tratase de la misma cosa. Muchas víctimas entre nuestros correligionarios tuvo esa violenta asonada de triste recuerdo, entre ellos celebridades como el escritor hebreo Yosef Jaim Brenner, pero lo que pocos saben es que esa rebelión tuvo un aspecto menos conocido: el del boicot económico. La meta de dicho boicot era dañar los cimientos de la comunidad judía en Palestina que soñaba con el Estado de Israel en camino. Los obreros árabes no se presentaron en sus puestos de trabajo, los productos judíos no se adquirían en la calle árabe y el trabajo en el puerto de Jaffa quedó totalmente paralizado.
Fayyad y el boicot palestino - Una fuente de alimento al orgullo nacional
En un principio, la administración árabe en Eretz Israel se anotó un triunfo, aunque después quedó claro que esa victoria no fue más que un mero triunfo de Pirro.
¿Por qué?
Porque al poco tiempo los obreros árabes fueron reemplazados por obreros judíos, y la economía del yishuv judío en Eretz Israel pasó a ser una economía autárquica, con un mínimo de desocupación, una economía cuyo poderío se manifestó en su máxima potencia durante la Segunda Guerra Mundial, cuando tuvo la suficiente autonomía como para brindar muchos de los servicios necesarios para las tropas aliadas estacionadas en la zona. También de este modo, el puerto de Tel Aviv, cuya construcción se llevó a cabo en menos de ocho meses, se transformó en una opción digna de ser tenida en cuenta como reemplazo del puerto de Jaffa. En resumidas cuentas, con la conclusión de la rebelión árabe de 1936 quedó claro que la economía judía era floreciente, y que el boicot fue lo que llamamos lisa y llanamente un tiro por la culata para los árabes.
A este respecto, y volviendo a lo que hablábamos al principio de esta noteja, creo que no sería arriesgado suponer que, lejos de tener la inteligencia para adivinar la demagogia oculta en ese metamensaje, la conciencia palestina considera a este boicot como una fuente de alimento a su orgullo nacional. Su aparentemente "moderada" dirigencia está llevando a cabo a toda orquesta una campaña de boicot de productos producidos en los asentamientos con el original nombre de "boicot a los productos de los asentamientos". A este mismo respecto, se prevé una pena de prisión de hasta 5 años y multas a quien adquiera mercancías allí producidas. Y el conspicuo primer paso de esta "gesta patriótica" la dio el premier palestino, Salam Fayyad (¿será pariente de Zulma?) al participar en una manifestación simbólica de "quema de productos" (¿libros?) de Israel (ya no sólo de los asentamientos) en Samaria.
Este boicot, caros lectores, tiene otra connotación tanto o más grave, porque debe ser mencionado y recordado precisamente ahora, cuando se están llevando a cabo las "conversaciones de acercamiento". A pesar de las distintas, policromas y hasta casi plañideras (respecto de su ideología, pero quién tiene conciencia cuando la coalición peligra, ¿no?) concesiones que nuestro inefable premier Bibiahu está haciendo a los palestinos, ellos, por su parte, se están ocupando una y otra vez de preparar el terreno para el fracaso de unas tratativass que quizás, quién sabe, quién te dice, podrían ser el principio de un entendimiento. No sólo por medio de fríos comentarios emitidos por sus dirigentes, sino también a través de actos de boicot de distintas variedades que todos sabemos adonde conducen a la larga.
Quema de productos israelíes - ¿Que pasaría si fuese al revés?
Por eso mismo, sería legítimo preguntarse qué hubiesen dicho todos los escépticos cultores del patético fetiche del "politically correct" ¿cuáles hubieran sido las voces escandalizadas que se habrían dejado oír y cuántas vestiduras se rasgarían si Israel decidiera unilateralmente prohibir en forma terminante el acceso de trabajadores palestinos a su territorio? ¿Y cómo reaccionarían esos mismo "espíritus elevados" si Israel boicoteara productos originados en la Autoridad Palestina o lo que es peor, interpuesiera barreras a su desarrollo económico?
Es de suponer que Israel no llegará a tal extremo. Todos vosotros sabéis que ni ebrio ni dormido otorgaría mi humilde voto a un personaje como Bibiahu, aunque, noblesse oblige, tales medidas extremas contradicen totalmente su visión como opción válida para salir indemne de los embates ideológicos de sus propios correligionarios, e'cir, la Pax económica. Pero si de todos modos adoptara tales medidas, el viejo cantito que afloraría inmediatamente a los labios de los miembros de la ya mentada tribu del "politically correct" sería "la serenata del Apartheid". Mas - ¡Oh, sorpresa! - cuando los palestinos se conducen así y hacen cositas como esas... legítimo, che. ¿Tiene esto algún significado efectivo? Lo dudo, Chicho, lo dudo (como decía Narcisín, que en gloria esté).
Para ir cerrando esta letanía, nada más gráfico que la respuesta que dio un anónimo (por supuesto) agricultor palestino al que se le preguntó qué opinaba de las medidas de boicot y laborales: "y... la gente se fue acostumbrando a los productos israelíes", dijo.
Esta frase, salida de los labios de un simple hombre de pueblo que demuestra el inmenso valor que tiene la sabiduría de la vida, nos está enseñando a las claras que los líderes palestinos, que están luchando a brazo partido con la dirigencia terrorista y fundamentalista de Hamás por la supremacía en su vapuleada y empobrecida calle, tratan de aplicar una ley que queda claro que no se aplicará, y menos que menos en todo su rigor.
El resultado se les volverá en contra como trabuco naranjero reventando por la culata. Al final, sólo será un arma de doble filo... sin filo.
Así nos va... si a ellos así les va.