Discutir sobre mitos es como discutir sobre gustos y colores; de manera que la pregunta actual es ¿cuánto tiempo más será necesario para que Palestina sea aceptado como el Estado árabe e Israel sea aceptado como el Estado judío?
¡Hombre, qué embarazo! A estas horas el parido ya está festejando su ingreso a la universidad. Los conceptos ya están tan difundidos que las aclaraciones sólo sirven de ejercicio intelectual.
Una de las participantes en una importante reunión me decía la semana pasada:
- Yo soy americana.
- ¡Ah, que casualidad! yo también soy americano - contesté.
- ¿De qué zona es usted? - pregunté.
- De Washington - me respondió.
- Yo soy de Buenos Aires, Argentina. ¡Encantado de conocerla!
No hemos tenido necesidad de remontarnos a la historia de la Doctrina Monroe para continuar la conversación. Mi interlocutora era inteligente, y enseguida entendió el punto. Me dijo: "Permítame presentarme; soy la Cónsul de Estados Unidos en este país".
El uso - y abuso - del adjetivo "americano" para identificar al gringo ya es un vicio que no lo vamos a erradicar; está tan difundido como la Coca Cola; y así como Einstein es corrientemente asociado con ciencia e inteligencia, así "americano" está asociado con Estados Unidos.
No es casual que el tema de la reciente presentación comercial de Israel en China estuviera estructurada en la "Coca-Cola judía": Albert Einstein. Pero aún así, a veces conviene que otros "americanos", con espíritu de jinetes de aquella frondosa novela cervantina, agiten los vientos para aclarar conceptos.
Estimo que lo mismo ocurre con el concepto de "palestino". Palestina es una denominación geográfica aplicada por los dirigentes romanos, implantada para eliminar el recuerdo de los gobiernos judíos que existieron por aquellos años en que el pueblo de Israel y Judea toda se rebelaron contra el Imperio de Roma.
Los fenicios, que no eran árabes ni hablaban ese idioma, fueron el elemento que inspiró a los romanos a generalizar esa denominación.
La población árabe, que con el pasar de los siglos se radicó en las provincias del sur de Siria, convivió con los antiguos pobladores.
Llegó Bizancio, llegó la administración otomana, llegó la administración británica, llegó la resolución 181 de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947, se decretó la creación de dos Estados en la margen occidental del río Jordán, se denominó a uno "Palestina" y al otro "Israel".
Como quien dice, se desmembró el Imperio Austro-Húngaro y los territorios se repartieron de acuerdo al uso y abuso de las potencias triunfantes de la Segunda Guerra Mundial.
Naturalmente, quedaron minorías de la nación vecina en cada uno de los nuevos Estados. La búsqueda de un equilibrio en las relaciones de respeto entre las distintas identidades es el desafio que debe enfrentar cada grupo que ejerce la función de gobierno.
La creación de esta nueva realidad jurídica fue rechazada por los intereses árabes. Es así que la denominación de Palestina no sólo se arabiza - porque "palestinos" eran también los judíos de Palestina - sino que adquiere un contenido mítico.
Como ya sabemos, discutir sobre mitos es como discutir sobre gustos y colores.
De manera que la pregunta actual es ¿cuánto tiempo más será necesario para que Palestina sea aceptado como el Estado árabe e Israel sea aceptado como el Estado judío?