Como verán, esta vez comencé por el final. Antes de analizar el porqué de las cosas, opté por lo que considero la mejor fórmula para Israel de cara al futuro: retirarse de los territorios en disputa con los palestinos - o de la mayoría de ellos - y ver creado un Estado palestino independiente.
Los palestinos deben poder demostrar al mundo y a si mismos si consiguen dirigir y manejar un Estado en paz, sin que éste suponga una amenaza para Israel.
Israel debe liberarse de la carga que supone controlar el destino de sus vecinos y tener una dirección clara del lado palestino que pueda responsabilizarse por todo lo que salga de su territorio ante la eventualidad de nuevos problemas.
Por más que dentro de las ciudades palestinas se puede vivir la vida diaria sin ver un soldado israelí, la situación general es distinta de lo que significará saberse soberanos e independientes. Para que haya buena convivencia, es clave que ambos vecinos se sientan bien, por decirlo de forma un tanto simplista.
A mi criterio, todo ésto tiene que ver tanto con los derechos israelíes y con los de los palestinos. Claro está que cuenta el derecho palestino a vivir en su propio Estado. Pero procurar que ello se concrete, equivale a velar también por el derecho israelí a vivir en una sociedad sana en el único Estado judío que hay en el mundo.
Permanecer en los territorios en disputa, habitados mayormente por palestinos, donde éstos quieren construir su Estado, equivale a largo plazo - algunos dicen que no tan largo - a dejar de ser un Estado judío y democrático.
Si no hay retirada y no hay separación entre las dos partes, sólo restan dos malas opciones: Israel se convertirá en un Estado binacional en el que habrá que dar derecho a voto a los palestinos y perderá eventualmente la mayoría judía; o no se les otorgará el derecho a votar sino que se los mantendrá dentro de las fronteras como ciudadanos de segunda categoría, convirtiéndose así en un Estado no democrático.
Ni una ni otra cosa es sionismo, sino suicidio.
Esto me lleva - y creo que es relevante mencionarlo justamente ahora, al haberse anunciado el inicio de las negociaciones indirectas entre Israel y la Autoridad Palestina - a analizar lo que veo como la discusión de fondo en Israel en relación a la parte territorial del conflicto.
No olvido que no pocos tienen una visión ideológica de la situación, según la cual toda la tierra de Israel pertenece al pueblo judío, alegando que los palestinos pueden vivir en ella sin problema, pero sin derechos políticos. Este sector de la ciudadanía israelí, motivado principalmente por consideraciones religiosas, existe y no es ínfimo. Pero creo que el grueso de la población ve la situación con otros ojos y analiza con otra óptica.
De hecho, chocan dos enfoques en lo relacionado a los territorios en disputa, especialmente lo que en Israel suele llamarse Cisjordania, o la Ribera Occidental del Jordán, o en términos bíblicos: Judea y Samaria.
Por un lado, están aquellos que consideran que salir de los territorios equivale a un riesgo para Israel. Dan, con razón, ejemplos de problemas y amenazas con los que se lidia cada vez que se pierde control de un determinado territorio. A menudo, tras levantar puestos de control del ejército para aliviar restricciones al movimiento interno, ello es aprovechado por terroristas para pasar por el lugar y perpetrar atentados.
El ejemplo más extremo lo dio la retirada de la Franja de Gaza en agosto del 2005, tras la cual no sólo no se detuvo el disparo de misies Qassam hacia el sur de Israel sino que se intensificó y amplió considerablemente.
Está claro que controlando un territorio desde adentro, es posible o al menos más factible, lograr saber lo que sucede, lo cual puede ser clave cuando hay en la zona organizaciones terroristas que dan repetidamente pruebas de sus planes, planeando y perpetrando atentados. En Cisjordania, gran parte de la infraestructura terrorista responsable por un sin fin de atentados suicidas en Israel en los primeros años de la segunda intifada, pudo ser desbaratada recién cuando Israel entró directamente a las ciudades palestinas en el operativo "Muro defensivo" en 2002, tras uno de los peores ataques de la época, la matanza en el Hotel Park de Natania en la noche de la Pascua judía.
Por otro lado, están quienes consideran justamente lo contrario: permanecer en los territorios, equivale a un riesgo para Israel. Generalmente, esta gente es consciente de que la retirada no es una varita mágica. Nadie - o casi nadie - en esta parte de la opinión pública, sostiene que todo se solucionará apenas Israel se retire y que desaparecerán los riesgos y los problemas. En absoluto.
Pero frente a las amenazas a la seguridad - con las que Israel puede lidiar manteniéndose fuerte y totalmente alerta en sus fronteras, también las que tenga con el Estado palestino - este sector ve la amenaza a largo plazo para el carácter mismo de Israel como Estado judío y democrático. Eso no se soluciona sólo con un operativo exitoso, ni con buena información, ni con excelentes sistemas de inteligencia. Si Israel pierde sus características básicas y fundamentales, su carácter judío y democrático, perderá su alma y por ende, su razón de existir.
Yo, personalmente, me incluyo en el segundo grupo.
Como sabrán quienes leen mis análisis y comentarios, lejos estoy de quienes culpan a Israel por todas las carencias y sufrimientos de los palestinos. Veo mucha culpa en ellos mismos, en el terrorismo que abrazaron durante demasiado tiempo y en las elecciones equivocadas que han hecho a menudo. Y lo digo sin generalizar y sin haber creído nunca que todos quieren tirar a Israel al mar o que ninguno quiere la paz.
Lejos estoy también de creer que la creación del Estado palestino independiente sea sinónimo del fin del conflicto. Lamentablemente, estoy casi convencida de que los terroristas - que también ahora, cuando la Autoridad Palestina dio el visto bueno al reinicio de las negociaciones, se opusieron - seguirán haciendo la vida imposible a Israel. Para ellos, el problema no es tal o cual frontera sino la existencia misma de Estado judío. Pero aunque el Estado palestino no sea la solución automática del conflicto - recordemos que éste comenzó cuando nadie hablaba de un Estado palestino -, es un paso ineludible.
La solución no está garantizada por la creación de un Estado palestino, pero sin él, es seguro que ni nos acercaremos a ella.
Por ello, vuelvo al comienzo: la retirada, que conduzca a la creación de un Estado palestino independiente, es, a mi entender, la mejor opción para Israel; no sólo por los derechos de sus vecinos, sino por su propia vida, por la necesidad de garantizar su futuro.