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¿Qué pasa en la diáspora?


Algo negativo sucede en las relaciones entre el gobierno de Israel y los judíos de la diáspora; ya no es sólo una cuestión política; comienza a vislumbrarse una seria ruptura entre varios sectores del judaísmo y el Estado de Israel.
 

No sólo antisionistas como Naturei Carta y Noam Jomsky critican a Israel y su política; últimamente también judíos reconocidos como entusiastas de Israel y colaboradores acérrimos, realizan acciones nada fáciles para ellos y se manifiestan públicamente contra el Estado hebreo. 

Quiero recalcar que me es incómodo que personalidades que no viven en Israel, y por lo tanto no sufrirán las consecuencias posibles de la política que vaticinan, se consideran totalmente libres de inmiscuirse en el proceso político. Esto cuadra tanto a gente de derecha como de izquierda. Con todo el sentimiento hacia Israel de los judíos de la diáspora, las duras declaraciones políticas deben ser nuestras, sólo nuestras. Quienes no son ciudadanos israelíes, no corresponde que tomen parte de ellas.

Esta es la diferencia entre ser ciudadano de un país - que conlleva responsabilidad - y formar parte de un pueblo con apoyo y devotismo.

Por ello me negué a apoyar ideas absurdas como crear un Parlamento judío mundial o como la proposición de que el destino de Jerusalén se determine con la participaciòn de los judíos de la diáspora.

Todo lo que acontece en estos días obliga a razonar. ¿Porqué justamente ahora? Es cierto que hay diferencia entre el grupo Jay Street en Estados Unidos y el grupo de intelectuales europeos que firmaron el acuerdo publicado últimamente.

El grupo americano es la horda de los antisionistas, adeptos a Israel cercanos a Meretz y personas honestas pero ingenuas, que no siempre están inmersos en la realidad israelí. Su accionar viene acompañado por luchas de poder con el liderazgo instituído de los judíos de Estado Unidos; no así con relación a los firmantes europeos del acuerdo.

¿Qué sucedió? La respuesta es sencilla pero dolorosa. Por primera vez en EE.UU hay un gobierno que logra más con sus expresiones que con sus acciones. No depende sólo de la personalidad o postura de Obama. Incluso amigos fraternales como Sarkozy o Merkel sienten cierta indisposición respecto de Israel.

Nunca hubo en Israel un ministro de Exteriores tan entusiasta de combatir con las naciones del mundo, o un gobierno que no construyó ni una sola casa en Jerusalén Oriental pero logró predisponer negativamente a todo el mundo al respecto.

El ostracismo internacional preocupa a nuestros amigos; él es el responsable de la ruptura, al suscitar que Israel pierda su voz exclusiva como representante de la parresía judía. Uno de los logros más importantes del sionismo se va escabullendo de nuestras manos.

Debido a la expansión del fenómeno, no basta con impresionarse o refutarlo; se puede idear otras opciones: tratar de dialogar con los críticos; un diálogo real, sin culpar a nadie; no conformarse con justificaciones o discuros efervescentes ante AIPAC.

Una personalidad puede emprender un diálogo como éste: El presidente del Estado. La institución de la presidencia y Shimón Peres tienen representación justamente porque carecen de concesiones políticas; es la autoridad moral para tratar de reparar las roturas e idear un concenso judío internacional en el tema de las relaciones de Israel con la diàspora.

No deseo ilusionarme y creer que las partes se convenzan unas a otras. Pero en lugar de mutuos ataques, para regocijo de los enemigos de Israel, hay que reunirlas alrededor de una mesa en Jerusalén para escucharse mutuamente.

Quizás el gobierno entienda que él también es parte de la orquesta y tal vez los críticones entiendan que la realidad es más compleja de lo que creen.

No es fácil, pero la situación por la cual judíos, para los que Israel significa mucho, se sienten excluidos del Estado, es insoportable tanto desde el punto de vista judío como israelí.

Fuente: Haaretz - 10.5.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il