La administración de Obama, con el apoyo de otros actores internacionales, es consciente que debe ejercer presión y no permitir que israelíes y palestinos tomen decisiones y actúen en sentido contrario a una lógica de justicia relativa que beneficie a ambos pero que también exija renuncias.
Hace ya varios años, tuve la oportunidad de asistir a una conferencia impartida por Shlomo Ben Ami, académico israelí que incursionó también de manera destacada en la política y llegó a ser embajador de su país en España y ministro en el gobierno de Ehud Barak a finales de la década de los noventa. En este último cargo tuvo un importante papel en las negociaciones llevadas a cabo con el patrocinio del presidente Clinton en Campo David en el año 2000, con el objetivo de alcanzar la paz palestino-israelí.
Recuerdo que la evaluación que Ben Ami hizo en aquella ocasión de las dificultades inherentes al logro de un acuerdo que pusiera fin al conflicto lo condujo a expresar su convicción de que no había posibilidad - ni la habría en el futuro - de que israelíes y palestinos llegaran a buen puerto en las negociaciones, si no actuaba de manera decidida una fuerte presión exterior que obligara a ambas partes a realizar las concesiones mutuas y a someterse a las renuncias que son imprescindibles para dar certeza y viabilidad tanto al proyecto nacional palestino, como a las necesidades de Israel de reconocimiento y seguridad.
El impasse que actualmente se registra en el proceso pacificador israelí-palestino y el reciente altercado entre el gobierno de Netanyahu y la administración de Obama debido a la decisión del primero de continuar extendiendo la edificación de viviendas para población judía en Jerusalén oriental, hacen recordar lo dicho entonces por Ben Ami, quien explicaba que sin fuertes presiones exteriores y puesto el proceso de paz sólo en manos de los dos protagonistas, no era plausible esperar resultados positivos. Ello debido a que, mirando las cosas objetivamente, los liderazgos políticos de ambos pueblos, por su naturaleza y el perfil ideológico de las alianzas que los constituyen, no poseen la necesaria fortaleza política y moral, y son por tanto incapaces de sobrevivir y mantenerse en el poder en caso de tomar motu proprio la decisión de efectivamente ceder ante su contrincante en aquellos asuntos que son centrales para llegar a una solución y que necesariamente implican sacrificios y renuncias importantes para cada cual.
Al parecer, el panorama internacional que hoy prevalece, con las amenazantes bombas de tiempo que significan el Irán de los ayatolas, sus aliados fundamentalistas Hezbolá y Hamás y el yihadismo de las fuerzas talibanes que se extiende desde Pakistán y Afganistán a otras zonas del mundo musulmán, ha hecho de la resolución del conflicto palestino-israelí una prioridad máxima de seguridad nacional tanto para Estados Unidos, como para la Unión Europea y buena parte del mundo árabe temerosa de las aspiraciones hegemónicas de las entidades radicales arriba mencionadas.
Es quizá por ello que la voluntad de Obama de no cejar en cuanto a su rechazo a contemporizar con medidas contrarias al espíritu pacificador se está manifestando con tanta claridad, no obstante las tensiones que se están provocando, porque probablemente sólo así habrá posibilidad de que se destraben los nudos que han impedido por años un avance sustancial en la solución de este conflicto.
Así, la apreciación de Shlomo Ben Ami acerca del único camino viable para la concreción de la fórmula de "dos Estados para dos pueblos" tiene en esta coyuntura específica la oportunidad de comprobar su eficacia.
Hoy la administración de Obama, con el apoyo de muchos otros actores internacionales, es consciente del papel que debe jugar en este drama, que no es otro sino el de ejercer presión y no permitir que ninguno de los dos protagonistas de este viejo conflicto tome decisiones y actúe en sentido contrario a una lógica de justicia relativa que beneficie a ambos contrincantes pero que también de ambos exija renuncias. Su misión y su interés es por tanto que esta lógica no sea burlada en nombre de los intereses y ambiciones de los sectores extremistas que existen en los dos pueblos, porque tal vez sólo así la paz pueda algún día alcanzarse.