Si Binyamín Netanyahu no está dispuesto a pagar el precio de la paz, el presidente Obama podrá decirle a su enviado para Oriente Medio, George Mitchell, que regrese a casa; es una lástima que pierda el tiempo en conversaciones inútiles entre nosotros y los palestinos.
La crisis actual con EE.UU se podrá superar dado que ella no es de la magnitud como la que se suscitó en el caso Pollard o a raíz del acuerdo de la venta de los aviones Falcon a China.
Aquí se trata esencialmente de una situación aguda entre nosotros y los palestinos; una emergencia que el gobierno de Obama desea solucionar en nuestro beneficio y no sólo en pro de sus intereses en el mundo.
El problema es que aunque la crisis se arregle de una manera u otra, la situación con los palestinos no se solucionará.
Supongamos que los americanos convenzan a los palestinos de volver a la mesa de negociaciones; supongamos que comenzaron las tratativas directas entre nosotros y ellos sin la nececidad de mediación de George Mitchell; y supongamos incluso que el primer ministro Binyamín Netanyahu renunciara a su oposición a debatir cualquier tema referente a Jerusalén y los refugiados.
¿Existe alguna chance de que el máximo líder israelí actual y el mínimo dirigente palestino del momento se encuentren alguna vez? Parecería que no. ¿Y entonces?
¿Llegará el otoño e Israel construirá no sólo Jerusalén, no sólo edificios públicos en Cisjordania y no sólo miles de unidades habitacionales planificadas, sino que continuará haciéndolo sin limitaciones sobre cualquier monte y bajo todo árbol frondoso?
¿Será posible que los palestinos acepten dicho accionar dado que los diez meses de moratoria finalizaron y no tienen ningún problema con la renovación de la construcción? ¿Suena serio?
Netanyahu no llegó al poder por segunda vez para firmar la paz con los palestinos acorde a los únicos parámetros a los que se puede llegar teniendo en cuenta las bases sobre las cuales todo el mundo está de acuerdo, excepto Kadaffi que aún habla de un solo Estado y Ahmedinejad que apoya el desacato de Hamás.
La declaración sobre su predisposición a un acuerdo entre ambas partes fue el prólogo del naipe que quiso guardar en la manga para una etapa posterior, pero debió utilizarlo cuando pensó que Obama se proponía cumplir con lo manifestado, desde su punto de vista, si los palestinos decidieran llamar "Estado palestino que los avalará" a la mitad de Cisjordania o al 60% de ella sin capital en Jerusalén Oriental, siendo Israel responsable por su seguridad.
Si Netanyahu hubiera estado dispuesto a pagar el precio de la paz, lo habría hecho en su primer mandato. Cosas así no se aplazan. Por lo tanto, todo lo que hará durante el resto de su gobierno será tratar de evitar enfrentamientos en su coalición y en las relaciones con Obama, lograr un poco de sosiego económico y tratar de pasar otra cadencia sin arribar a un acuerdo histórico. Y si llega a la conclusión de que no cabe otra posibilidad, retrocederá unilateralmente hacia la valla de seguridad.
Pero actualmente parecería que también ese paso preservado para un primer ministro sionista, democrático y derechista, prefiere dejarlo para sus herederos.
¿Qué hacer entonces? El gobierno norteamericano debe llevar a cabo un debate serio con Netanyahu y llegar con él a entendimientos relacionados con lo máximo que puede hacer realmente para propulsar la situación en el terreno.
Si no está dispuesto a pagar el precio de la paz, Obama podrá decirle a Mitchell que regrese a casa; es una lástima perder el tiempo en conversaciones inútiles con los palestinos.
Es preferible para todos llegar a un avance parcial y a acuerdos en el tema de la construcción detrás de la Línea Verde, sin ilusiones ni grandes aspiraciones, y esperar la próxima oportunidad para firmar la paz.
Con la esperanza de que ésta llegue.
Fuente: Israel Hayom - 22.3.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il