El discurso de Obama en El Cairo no dejó otra alternativa a Mahmud Abbás que exigir la detención de la construcción en los asentamientos para continuar con las negociaciones. Abbás no puede ser menos palestino que el presidente de EE.UU.
Un primer ministro junto con varios funcionarios selectos intentaron recomponer lo que la semana pasada parecía, a sus ojos, una complicada situación que podría destruir lo que debería ser una visita de buena voluntad del vicepresidente de EE.UU Joe Biden.
Binyamín y Sara Netanyahu se vieron obligados a esperar la llegada de Biden a una cena particular en su casa, a la cual se atrasó intencionalmente con el fin de expresar su enojo por lo que consideró una ofensa.
Los críticos del gobierno estaban de parabienes. En su opinión, la decisión del Comité de Planificación y Construcción de la Municipalidad de Jerusalén de autorizar un programa de edificación de 1.600 unidades habitacionales en el barrio de Ramat Shlomó, justamente cuando Biden visitaba Israel, perjudicaría las relaciones entre Israel y EE.UU y ocasionaría un daño irreparable a la cooperación estratégica de ambos países.
Se podría crear una sensación de que el evento sería, en el devenir de los días, similar al motivo por el que el gobierno no actuó con firmeza contra Irán y el plan de desarrollo de armas nucleares. Pero, aparentemente, el responsable de todo el embrollo fue un empleado israelí, novato, que estipuló la agenda del comité para ese desafortunado día.
En Washington sabían fehacientemente que el gobierno de Israel no suspendió la construcción en Jerusalén. No sólo que ella continuó, sino que también siguió la planificación de futuras edificaciones. Entonces la culpa es del "timing".
Si el comité de planificación se hubiese reunido unos días antes de la llegada de Biden no habría ningún problema, o si por el contrario, la comisión se hubiera encontrado después de la visita, y Biden se habría marchado con la sensación de que la planificación y construcción en Jerusalén se detuvieron y lo comprobaría a su regreso a Washington, no existiría motivo alguno para tanta exaltación.
Pero la importancia del "timing" en este caso es nimia. La veracidad es irremplazable en relaciones con amigos y aliados. Y la verdad es que el gobierno congeló la construcción en Cisjordania durante diez meses, pero no así en Jerusalén; se sobrentiende que tampoco se resolvieron estancar los procesos de edificación.
En el tema Jerusalén, los gobiernos de Israel y EE.UU simplemente no están de acuerdo hace muchos años.
En el transcurso del tiempo se suscitaron divergencias entre Israel y EE.UU; algo inevitable entre buenos amigos. Generalmente no se hicieron públicas, sino que se debatieron con discreción entre representantes de ambos países. Sin embargo, el presidente Obama tomó una actitud diferente sobre la cual insinuó en su discurso en El Cairo el año pasado, cuando reclamó a Israel públicamente detener la construcción en los asentamientos.
La razón de esta conducta es su deseo de agilizar las negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina. Pero los americanos van descubriendo lamentablemente que tal actitud complica al presidente Mahmud Abbás y quizás incluso le impida llegar a la mesa de tratativas.
En el pasado Abbás llevó a cabo conversaciones con Israel sin condiciones previas mientras la construcción en los asentamientos continuaba. Fue el discurso de Obama en El Cairo el que no le dejó otra alternativa que exigir su paralización para poder continuar con las negociaciones. Está claro que Abbás no podía ser menos palestino que el presidente de EE.UU.
Actualmente, después de las declaraciones de Biden en Israel y el sermón oficial de Hillary Clinton a Netanyahu, Abbás, por lo visto, exigirá también el congelamiento de la construcción en Jerusalén e incluso la detención de todos los planes futuros de edificación para reanudar las tratativas.
Como dice el refrán: "Para qué crear grandes dificultades si con un pequeño esfuerzo el asunto puede convertirse en imposible".
Este no es el camino correcto para avanzar en el proceso de paz.
Fuente: Haaretz - 16.3.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il