Dos sostienen una bandera; uno dice "¡Es mía!", el otro dice "¡No es mía!", y agrega: "La bandera de los asentados no es mi bandera". No soy adepto a estandartes. Siempre me pregunto qué espíritu los conduce hacia lo más alto del mástil.
Se estima que en Sheikh Jarrah, en Jerusalén, el número de participantes en la manifestación fue de 3.000. "Hace tiempo que no se ve una manifestación tan grande", enfatizan ¿Qué hay con eso? Se puede discutir, también divergir, acorde a la mejor tradición de la izquierda.
Dos sostienen una bandera; uno dice "¡Es mía!", el otro dice "¡No es mía!", y agrega: "La bandera de los asentados no es mi bandera". No soy adepto a estandartes. Siempre me pregunto qué espíritu los conduce hacia lo más alto del mástil.
No hay escenario de un crimen, sea de guerra o de lesa humanidad, en el cual las banderas no sean desplegadas.
Por favor; sin banderas y sin himnos. Más de una vez me ha sucedido que se entonó un himno, me puse de pie, y luego descubrí que alguien aprovechó la oportunidad para robarme la billetera: desde entonces aprendí a cuidarme.
Pero existen diferencias entre enarbolar banderas o arriarlas sólo porque sean consideradas simples trapos rojos o negros a ojos de algún manifestante anónimo. También hay variantes entre "sin banderas" totalmente o sólo "una bandera". Si hubiera estado allí, en la manifestación, y me hubiese atacado el impulso banderista, ambos estandartes hubieran flameado, el de Israel junto al palestino.
En el estrecho lugar donde la pureza de la izquierda se presenta, los absolutamente izquierdistas no pueden estar. No hay lugar para todos, es demasiado estrecho y deben empujar afuera a los divergentes.
También el sionismo comienza a considerarse como una digresión ideológica; muchos perniciosos invocan su nombre en vano y en su nombre llevan a cabo atrocidades de las que no somos parte.
El sionismo no madura. Sin embargo, no queremos expulsarlo de casa. Cada uno lo maquilla a su gusto y se mofa de él. Si aquéllos son sionistas, nosotros somos antisionistas; pero si nosotros somos sionistas, entonces ellos son los antisionistas. ¿Porqué renunciar y brindar placer a quienes nos deprimen?
No renunciamos a Israel como país democrático, aunque no se defienda suficientemente y es permisivo con los que anhelan su mal. Los socialistas entre nosotros no renunciaron a su concepción de mundo sólo porque Ehud Barak, el hedonista, aun es vicepresidente de la Internacional Socialista. Yo no abdiqué al Tanaj sólo porque Netanyahu, el codicioso, lo coloca sobre su almohada y lee de izquierda a derecha el libro de Josué.
Según mi opinión, tampoco al sionismo se debe renunciar. Yo me autodefino a mí mismo. Quienes me odian no definen ni eligen mi bandera.
El campo pacifista israelí en su gran mayoría es sionista. Quien aún lucha por la culminación de la conquista en los territorios palestinos, por la retirada de las Alturas del Golán a los límites de 1967 y la división de Jerusalén en dos capitales, es mi aliado.
Cuando al regresar a Sión nuestros ojos observen compasión a palestinos y a nosotros mismos, descenderemos a las raíces del ancestral pecado, que entonces era imprescindible, y trataremos en lo posible de corregirlo.
Pero el discernimiento de Yaffo no es similar al de Sheikh Jarrah; una comparación semejante es la receta para una guerra inconclusa.
De todas maneras es necesario el reconocimiento israelí por la injusticia ocasionada. Yo la reconozco y estoy dispuesto a ser partícipe de la responsabilidad en la curación de la herida abierta.
Fuente: Haaretz - 14.3.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il