La sumisión a los ortodoxos se convirtió en un peligro para el futuro del Estado de Israel. Aún es posible detenerla. Pero si la mayoría sionista no hace oír su voz, entonces comenzó la cuenta regresiva.
La sumisión a los ortodoxos se convirtió en un peligro para el futuro de Israel. El problema no está en los autobuses en los cuales los hombres se sientan adelante y las mujeres atrás, sino en el hecho de que una mayoría se rinde a la minoría. Los grandes partidos venden el futuro del país buscando concretar intereses personales inmediatos.
Confesemos: la separación entre hombres y mujeres es un hecho. Esto es lo que se ha estipulado en el sistema educativo ortodoxo. Nadie se propone cambiarlo. Es una expresión más de nuestro multiculturalismo. Esa es su religión, son sus costumbres, es su cultura.
En Jerusalén ya se propagó hace algunos días la exigencia de separar mujeres y hombres en las calles. Transitar juntos distrae la atención de los varones.
Eso es comprensible, teniendo en cuenta su estilo de vida. ¿Podemos acaso intervenir? Nuestro modelo multicultural nos dice que no. Es el mismo que en Gran Bretaña, Holanda y otros países occidentales.
En todo lo relacionado con los ortodoxos, y en alguna medida también con los árabes, Israel adoptó dicho modelo: sistemas educativos separados, programas de estudio diferentes. Ellos son distintos, entonces se lo merecen.
Separar a mujeres y hombres en las calles - No distraer a los varones
La separación en los autobuses es un asunto nimio, no el más grave. Si el Estado se rinde a mil y un caprichos adicionales, mucho más significativos, entonces no hay ningún motivo para despertarse ahora, cuando se trata de algo insignificante, que les incumbe a ellos y sólo a ellos.
Nosotros no somos Francia que prohíbe incidencias religiosas. Somos diferentes. Y como en Gran Bretaña, nos estamos derrumbando. Ser más multiculturales es ser más sumisos.
Un Estado gobernado por la Halajá llegará aquí mucho antes que la Sharía islámica a Inglaterra.
El problema no reside en los autobuses. Se trata de algo nimio, muy poca plata; casi sin significado alguno. El gran problema está en que una mayoría se rinde a la minoría. El gran problema reside en que el Likud, Avodá y Kadima, casi reiteradamente, decidieron vender el futuro del Estado de Israel en pro de intereses inmediatos.
Fue Ezer Weizman Z'l, quien antes de ser presidente, manifestó que estaría dispuesto a andar con "shtrimel" con tal de conquistar el apoyo de los ortodoxos en el proceso de paz. Se trataba de una broma que se convirtió en un serio peligro.
Entonces era posible frenarlo; aún ahora es posible.
El problema central reside en el área educativa. El porcentaje de ortodoxos se incrementa cada día más. No debería ser tan tremendo; también en Francia, por ejemplo, hay ortodoxos. Sólo que allí están obligados por los programas de estudio de la República. En Israel se optó por abdicar. Aquí ellos están exentos del plan de estudios básico. Les enseñan a ser analfabetos y parásitos. No a todos, pero a la mayoría.
Israel, por medio de la primera ley de educación estatal, y luego la segunda, les proporciona ayuda completa por un lado, y exención absoluta de estudios estatales por otro. Las opciones propuestas por instituciones educativas ortodoxas a familias de baja situación económica, que no son parte de ellas, para que envíen a sus hijos, crecen día a día.
Es posible detener ese fenómeno. Se puede y se debe respetar a los ortodoxos, permitirles su propia educación, pero no en lugar de los estudios generales, sino además de ellos. Si es bueno en Francia, no hay motivo para que no lo sea también en Israel.
Hay una gran mayoría en el Parlamento que apoya el cambio, pero no tiene la menor chance de que éste se produzca. Netanyahu, al igual que sus antecesores, prefiere comprar el apoyo de los ortodoxos a corto plazo para destruir el país a largo plazo. ¿Qué le importa a Bibi si de todas maneras no seguirá siendo primer ministro hasta entonces?
La separación en los autobuses es un resultado natural. Algo simbólico.
Cabe recordar: no todos los ortodoxos son iguales. Hay entre ellos quienes apoyan los estudios estatales. Existen personas que trabajan en profesiones libres y otras. También hay aquéllos para los cuales sus creencias no representan un obstáculo para su integración. Pero son una minoría.
Si la mayoría sionista no hace oír su voz, entonces comenzó la cuenta regresiva. El Israel que conocimos dejará de existir.
Fuente: Maariv - 12.2.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il