El discurso de Shimón Peres en el Parlamento de Berlín fue la presentación equilibrada de un judío orgulloso frente a los herederos de sus opresores. Fue su propio panegírico al Dios de Israel y su Kadish por las víctimas del Holocausto.
Una fuerte nevada comenzó a caer sobre Berlín al finalizar la ceremonia de conmemoración del Día Internacional del Holocausto realizada en el Bundestag. Aunque se trata de un clishé asestado como interés inevitable, se podría decir que el cielo derramaba lágrimas congeladas y blanquecinas después del impactante discurso del Presidente del Estado de Israel.
La asociación fue inevitable; incluso yo que me advertí a mí mismo no pude liberar de mi garganta el ahogo, ni detener las lágrimas, cuando Peres enfundó su kipá y pronunció el Kadish frente a los ojos anonadados de los parlamentarios alemanes que se pusieron de pié, algunos por respeto y por vergüenza. Fue su Kadish particular - y el rezo de muchos otros en la sala cuyas familias fueron exterminadas -, una oración generalizada para las víctimas de la Shoá y un Kadish especial por "el millón y medio de niños, el potencial humano y creativo más grande que podría haber cambiado el destino de Israel".
Fue un discurso que impidió a los alemanes olvidar el odio a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Peres no escatimó en palabras cálidas y sabias para agradecerles por su valiente amistad hacia Israel en el presente, y ensalzó como le cabe a la "era dorada" la simbiosis judeo-alemana en el siglo que precedió al Holocausto.
Fue esta una representación equilibrada de un judío orgulloso frente a los herederos de sus opresores. Y fue este uno más de los momentos cumbres entre los innumerables vividos por Peres; quizás el instante supremo de su mandato.
Imposible no envidiarle su capacidad de escalar otra montaña y coronar otra cima; personas más jóvenes que él ya abandonaron la carrera hace tiempo. Incluso dentro del impresionante salón del Bundestag con el águila imperial de Alemania a sus espaldas, Peres potenció la importancia de la hora y su voz, últimamente más debilitada, fue elevando y fortaleciéndose en cada frase, hasta convertirse en el clamor potente del político experimentado con un pasado cercano y lejano.
Finalmente, todos los miembros de Bundestag, incluyendo el Presidente Horst Köehler y la Canciller Ángela Merkel, irrumpieron en un aplauso cerrado cargado de ovación durante largos minutos, debido al respeto que les confirió Peres en su discurso y además por sus emocionantes pero racionales palabras; quizás también por el hecho de ser quien es.
Porque para ellos, con su pronunciación europeo-oriental, con su encumbrada presencia internacional, con el récord tangible en la búsqueda de la paz y su manera de pensar diáfana y no conformista, Peres protagoniza como un tipo de resurrección de esa especie de judío superdotado casi en extinción.
"Veo en este mismo momento la figura de mi abuelo, Rabí Tzví Meltzer, un hombre agradable y honorable. Lo veo con su blanca barba y sus negras cejas, envuelto en su talit junto al público orando en la sinagoga, en Wiszniewo, la ciudad donde nací, en Bielorrusia. Lo recuerdo parado en la estación de ferrocarril en el que yo viajaba - un niño de 11 años - desde la ciudad rumbo a Eretz Israel. Aquella fue la última vez. De toda la comunidad sólo quedaron restos humeantes. Nadie sobrevivió".
"Las amenazas de extinción de un pueblo y un Estado se oyen en el trasfondo del desarrollo de armas de destrucción masiva en manos irracionales, en la opinión alienada en boca de mentirosos. Al igual que nuestros vecinos, también nosotros nos identificamos con millones de iraníes que se sublevan contra la dictadura y la violencia. Como ellos, rechazamos regímenes fanáticos que pregonan amenazas de exterminio, acompañadas de reactores y armamento nuclear, y difunden el terror en su tierra y en otros países. Este régimen representa un peligro para el mundo en su totalidad".
Fuente: Israel Hayom - 29.1.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il