¿Si lo que se deslegitimiza es Tel Aviv, entonces para qué renunciar a Hebrón? El argumento es lógicamente irreprochable. ¿Para qué ceder territorios que se hallan en el corazón de la conciencia histórica judía si ese sacrificio no nos asegurará la paz, el reconocimiento y la seguridad?
Los mineros tenían, hasta bien entrado el siglo XX una técnica infalible para protegerse en las profundidades de la roca: los canarios.
La pequeña ave, más sensible que el hombre a la falta de oxígeno y a los gases tóxicos moriría primero que este si en las minas hubiesen gases venenosos o demasiado monóxido de carbono. Si los mineros veían a los canarios perecer o asfixiarse sabían que debían abandonar la mina a toda velocidad. El canario era el primero que sufría por un mal que acabaría por matar a todos.
En Skopje, en la ex Yugoslavia, encontré una vez un anciano que había sobrevivido la historia erizada de guerras de su país. Me contó el secreto de su supervivencia: "Cuando los judíos son perseguidos o se escapan - dijo desde su desdentada boca - es hora de hacer las valijas".
El anciano yugoslavo tenia razón; en la historia moderna los judíos fueron los "canarios" del mundo. Elementos minoritarios y vulnerables de la sociedad, los judíos fueron siempre el primer blanco de los movimientos de destrucción y deshumanización. En la Inglaterra cobarde del apaciguamiento, Winston Churchil denunciaba el verdadero carácter de la Alemania Nazi: "Un régimen que comienza persiguiendo a los judíos - razonaba Churchil - tarde o temprano amenazará la libertad y la vida de todos".
La templanza moral del mundo es puesta a prueba: Si los judíos pueden ser perseguidos o asesinados impunemente - razonan los tiranos - entonces se puede pasar al próximo paso.
Todas las grandes dictaduras de nuestra época, nazismo, estalinismo, izquierda o derecha, tuvieron a los judíos como blanco predilecto y como conejillos de indias de su violencia asesina. Todas terminaron por causar millones de muertos en todas las naciones. Si el gas mata al canario, tarde o temprano matará al minero.
Esto es lo que sucede hoy en día con el fundamentalismo islámico. El integrismo es el nuevo totalitarismo que amenaza a las sociedades occidentales. Bajo un barniz de conceptos religiosos, el fundamentalismo es una doctrina política totalitaria y fascista. Israel y los judíos fueron su primer blanco, y gracias a la indiferencia del mundo, ahora el flagelo se extiende por doquier como una impiadosa epidemia.
Cuando israelíes mueren despedazados por las bombas terroristas, el mundo calla. Voces de condena se alzan contra Israel y no contra los asesinos. Los victimarios y no las víctimas reciben la solidaridad del mundo. El judío entre las naciones ocupa el mismo lugar que el judío entre las gentes: el eterno culpable, el vilipendiado, el causante de problemas. Israel es acusado de causar el terrorismo islámico. En realidad, el Estado judío es su primera víctima y es un campo de pruebas para los asesinos.
La cobardía y la indiferencia del mundo en lidiar con el terrorismo, convencieron a los asesinos de que podrían también atacar a EE.UU, a Europa y a Asia. Así, el terrorismo, que podría haber sido detenido con una acción concertada y enérgica, se convirtió en un mal a escala mundial.
Hubo también otros "canarios" en la historia moderna. En 1938 el estado pacífico y democrático de Checoslovaquia fue la primera víctima de Hitler; un globo de ensayo del nazismo. Si Praga caía, caerían también Varsovia, Amsterdam, París y Londres. En el infame tratado de Munich, las potencias democráticas claudicaron ante Hitler, quien convencido de su debilidad, se sintió confiado para lanzar la Segunda Guerra Mundial.
La lógica de Munich sigue viva, tanto en Europa como en los asesinos. Cuando la voracidad de Hitler reclamaba Checoslovaquia, Francia e Inglaterra señalaban al pequeño país centroeuropeo como el culpable de una tensión que llevaría a la guerra. "Ese país insolente debe ceder - decía Chamberlain refiriéndose a Checoslovaquia - para salvar la paz". Praga fue forzada a ceder, Checoslovaquia desapareció y así comenzó la guerra.
Hoy en dia la misma lógica se aplica a Israel. Frente al terrorismo, Israel debe ceder para salvar la paz. La falacia de ese argumento es obvia: el fundamentalismo islámico no busca tal o cual reivindicación territorial, sino la destrucción de Israel y de Occidente en su conjunto. Frente a esta realidad, Occidente, y en especial Europa, son suicidamente ciegos.
Si, como Checoslovaquia, Israel cae ante el fundamentalismo, ¿cuál será el próximo paso? ¿Francia, que tiene en su seno millones de musulmanes, y en donde los grupos integristas ganan cada vez más poder? ¿Inglaterra, donde imanes fundamentalistas queman banderas inglesas?
Lo que Occidente parece no entender es que Israel es el campo de batalla en donde se juega su propio futuro. Si Israel cae frente al terrorismo, entonces todo Occidente estará amenazado. Las mismas redes de tráfico de armas y dinero que usan los terroristas para atacar a Israel, son utilizadas para atacar a EE.UU u otros países occidentales.
Im'ad Mugnhya, el asesino de Hezbolá que organizó el atentado a la AMIA, fue activo en la red que permitió la tragedia del 11 de Septiembre. Ramzee Yussef, el líder del primer atentado a las torres gemelas en 1993, hizo sus primeras armas en Hamás. Irán arma a Hezbolá y con las mismas redes comandó el asesinato de disidentes en las calles de Berlín.
En Estambul, la estrategia de "los judíos primero, después el resto", es ensayada con sangrienta eficacia: dos sinagogas son atacadas y sólo unos pocos días después blancos ingleses y turcos lo son también. Berlín y Jerusalén: durante la Guerra Fría el mundo pareció haber aprendido. Occidente se dio cuenta que Berlín era el canario que no podía dejar morir.
Mientras la dictadura comunista construía el Muro de Berlín, John F. Kennedy visitó la ciudad sitiada y clamó "Yo soy un Berlinés". Estaba enviando un mensaje claro y fuerte: Si Berlín es atacada, todo Occidente lo es. Si dejamos caer a Berlín, aislada y encerrada en un mar de fuerzas hostiles, entonces nosotros seremos los próximos.
Israel - curiosa paradoja - es como Berlín en los '60: un oasis democrático y occidental rodeado de fuerzas hostiles y de un mundo árabe en reciente radicalización. Así como Berlín podía ser deglutida por "la marea" soviética, Israel puede desaparecer bajo 20 dictaduras árabes.
Pero la lucidez del mundo - en especial de Europa - duró poco. La ceguera judeofobia no deja ver lo obvio y empuja a Europa hacia una espiral suicida. En vez de mirar el problema en la cara, los europeos consideran a Israel como "un peligro para la paz". Igual de ridículo que hubiese sido considerar a Berlín - y no a quienes la amenazaban - como un peligro para la paz. La misma ceguera que hizo que Chamberlain llamara insolente a Benes (el líder checoslovaco en 1938), y no a Hitler.
A los franceses, que por moda u odio judeofobo acusan a Israel de ser "el país que más amenaza la paz mundial", les preguntaría: Si Hamás vence ¿cómo detendrán a los integristas de Francia? En la mente de los fundamentalistas, la caída de Israel allanará el camino a futuras conquistas en el corazón mismo de Europa.
Debido a la ceguera y a la cobardía de Munich, Francia pasó de ser la primera potencia del mundo a un patético país de tercera y Europa perdió para siempre su espacio de preeminencia. Ahora, gracias a su antisemitismo y a su hipocresía permitirá al fundamentalismo islámico reinar sobre el continente. Europa piensa "si Israel no existiera, el mundo sería un lugar más seguro" de la misma manera que en 1938 pensaba "Si Checoslovaquia no existiera, Europa estaría más segura". Eso es tan ridículo como que un minero vea sufrir al canario y se enoje con él en vez de pensar que él y sus compañeros corren peligro. La "corrección política" y la cobardía no dejan atacar el problema de raíz.
Expertos alemanes realizaron a pedido de la Unión Europea un estudio sobre los actos de antisemitismo que asolan la Unión. La conclusión fue taxativa: elementos radicales musulmanes estaban detrás de la ola de violencia anti-judía, y la "nueva izquierda" daba legitimación y sustento ideológico a los ataques. La demonización de Israel en los medios coadyuvaba a la violencia. La reacción de las autoridades frente a este estudio muestra porque Europa va directo al desastre: el estudio fue cajoneado por considerarse demasiado "ofensivo". En vez de hacer frente al problema y tomar medidas enérgicas, la comisión encargó otro reporte "más balanceado".
Alguien dirá:¿Sí, pero y los palestinos? Ellos son los oprimidos y no Israel.
La actitud de Europa no tiene nada que ver con los justos reclamos de los palestinos. También durante Munich los alemanes de los Sudetes (región oeste de Checoslovaquia) eran considerados oprimidos. Ellos fueron la excusa de Hitler para reclamar el desmantelamiento del pacifico país centro-europeo, a pesar de que Praga había accedido a casi todas las demandas de autonomía de los germanófobos de los Sudetes.
Israel, tal como los judíos, no es odiado por lo que hace, sino por lo que es. Israel es odiado por ser un oasis democrático y occidental en un mar de dictaduras. Israel es odiado por sostener valores de humanidad y libertad rodeado de tiranías sangrientas. Israel es odiado porque presenta un ejemplo nefasto para dictadores y tiranos. No son los defectos de Israel lo que odian los terroristas - los cuales existen en abundancia -, sino sus virtudes.
La segunda Intifada no fue lanzada a causa de la falta de negociaciones de paz, sino para hacerlas fracasar. Los atentados suicidas que empezaron en pleno proceso de paz, fueron causa y no consecuencia de su fracaso. En los ojos de Europa, Arafat ganó popularidad y legitimidad precisamente luego de rechazar la paz y lanzar una guerra. La falacia de que mayores concesiones por parte de Israel detendrán el terrorismo es tan obvia como peligrosa. Aún quienes creemos, como el autor de estas líneas, en la justicia del reclamo palestino y en la necesidad de un Estado palestino al lado de Israel, debemos saber que el terrorismo - y la hostilidad de Europa - tienen poco que ver con esa reivindicación.
La solidaridad con los palestinos es tal vez una de las más grandes hipocresías del siglo. La Europa que colonizó el mundo árabe, que oprime a sus propias minorías musulmanas y que calla complaciente frente a las tiranías que asolan al mundo musulmán, se descubre como campeona de los derechos humanos precisamente en el tema palestino. Europa, que - como Francia - intervino decenas de veces en sus ex colonias africanas, lava sus culpas a costillas de Israel. La Europa que inventó el colonialismo, el genocidio y el totalitarismo, convierte a las victimas en culpables.
Europa jamás protestó cuando los palestinos fueron sometidos por Egipto, Siria y Jordania. Tampoco cuando Kuwait expulsó 300.000 palestinos de su territorio. Sólo cuando Israel es el supuesto "perpetrador", la "solidaridad europea" se hace ver. Lejos de ser solidaria, Europa trata otra vez de "apaciguar" asesinos. Los que pagan, son otra vez los judíos.
Si no tenemos canarios - pensaría un minero necio y suicida - entonces no habrá gas tóxico en la mina. Si no existiera Israel - piensan europeos cobardes y antisemitas - entonces no habría fundamentalismo islámico. Los europeos son - en palabras del gran Milan Kundera - "los ingeniosos aliados de sus propios sepultureros".
Israel, es como dijo un periodista israelí, un país "on probation". El problema no son los territorios ocupados, ni el conflicto palestino. El tema es el derecho de Israel a existir. La legitimidad misma de la existencia de un Estado judío. Ningún otro país del mundo tiene su existencia misma cuestionada. Aún quienes creemos en la necesidad de entregar territorios a cambio de paz no debemos engañarnos: la hostilidad de Europa no tiene que ver con los territorios.
En una notoria encuesta, 19% de los italianos dijeron que Israel debería dejar de existir. Más revelador que el resultado es la pregunta misma. ¿Porqué es legitimo para un encuestador europeo poner en duda el derecho de Israel a existir y no el derecho de India, Siria, Francia, o Italia?
Israel tiene que pedir permiso y perdón por el mero hecho de existir. Quien sigue atentamente las emisiones televisivas europeas, verá que ya no se debate acerca de tal o cual plan de paz, ni acerca de arreglos territoriales. El debate se centra en deslegitimizar la existencia misma del estado.
La "nueva izquierda", que en realidad tiene poco de nueva y mucho de rancio estalinismo totalitario, ha convertido en legítimo y cool el antisemitismo y la deslegitimización de Israel. Los antisemitas modernos ya no son viejos nazis o fascistas repulsivos, sino intelectuales progresistas y de moda.
Como dice Alain Finkielkraut, "es el tiempo de los antisemitas simpáticos". El filosofo judío-francés - que dicho sea de paso, es un antiguo militante por la causa Palestina - se queja amargamente: "los debates en los que participamos no son discusiones, sino tribunales". Se acepta la terrible irracionalidad de ser antisemita como condición necesaria para ser liberal y anti-racista. El "derecho de piso" que los intelectuales judíos tienen que pagar para ser aceptados sigue subiendo: si antes había que ser pro-palestino, ahora hay que lisa y llanamente negar el derecho de Israel a existir.
La sociedad y los medios colaboran activamente. "Cuando Le Pen - líder de la extrema derecha francesa - atacaba a los judíos, era condenado unánimemente. Cuando Tarik Ramadam - pseudo intelectual musulmán de izquierda - lanza una lista de 'judíos sospechosos', es invitado a explicar su posición en "tout le monde en parle" (un programa de actualidad muy de moda en la elite artística e intelectual francesa). Si hubiese objetividad, se podría luchar con la misma fuerza por los derechos de los palestinos y por el derecho de Israel a existir libre y seguro como un estado judío y democrático. Paradójicamente, las posturas israelíes más extremas se ven fortalecidas por esta actitud. Si lo que se niega es la existencia misma del Estado, inclusive en sus fronteras de 1967 - piensa la extrema derecha israelí - ¿de qué sirve hacer dolorosas concesiones?
¿Si lo que se deslegitimiza es Tel Aviv, entonces para qué renunciar a Hebrón? El argumento es lógicamente irreprochable. ¿Para qué ceder territorios que se hallan en el corazón de la conciencia histórica judía si ese sacrificio no nos asegurará la paz, el reconocimiento y la seguridad? Frente a esto la izquierda se ve vaciada de argumentos y empujada a los extremos, y quienes desean un acuerdo basado en concesiones mutuas se sienten como ingenuos que ignoran los verdaderos motivos de sus adversarios.
Cuando el presidente francés Daladier volvió de Munich, esperaba ser linchado por su claudicación ante Hitler. En vez de eso, fue recibido por una muchedumbre que lo vitoreaba por haber salvado la paz. Nadie quería "morir por Checoslovaquia". Fingiendo una sonrisa, se volvió hacia su ministro de relaciones exteriores y murmuro "Quels cons" (¡Que imbéciles!)". Las similitudes con la época actual son escalofriantes. Líderes que legitiman dictadores y asesinos son tratados de "héroes de la paz" mientras aseguran un futuro de más guerra y terrorismo. Me pregunto si mientras disfrutaba de su orgasmo mediático anti-americano y anti-israelí, Jacques Chirac se habrá vuelto hacia Dominique de Villepin para decir "Quels cons".
Canarios indóciles...
Ahora bien, supongamos que en una mina, los canarios dicen basta.
Basta de morir para alertar a los mineros de peligros inminentes. Basta de sufrir, porque de todos modos los mineros no nos prestan atención y siguen envenenándose lentamente con los gases tóxicos de la mina. Basta de morir gratuitamente, porque la triste verdad es que a los mineros no les importa. Basta de asfixiarnos por nada, porque lo único que recibimos es el odio y no la solidaridad de los mineros a quienes salvamos. Basta, porque los mineros jamás aprenderán la lección y jamás entenderán que si nosotros morimos morirán ellos también. Basta, porque ni siquiera nos cuidan para cuidarse a sí mismos.
Basta. Nos negamos a ser los cobayos de la mina, vamos a hacer lo que hacen todos los demás, defender nuestra propia vida ante todo.
Esa es la legítima elección del Israel de hoy.