Los siete ministros del Gabinete de Seguridad quieren que los compadezcan: ¡Judíos, misericordia, compasión! En un espectáculo de striptease sensual y susurrante, se quitan las prendas, invitan al público a observar sus miembros desnudos, sus corazones destrozados, sus estómagos revueltos y sus ojos lloriqueantes.
Fue en esa fatídica noche que deambuló la vigilia de nuestro primer ministro; él no tiene totalmente claro dónde quedó parado con ejemplares del partido Kadima como Eli Aflalo y Ronit Tirosh. ¿Desertarán o nó?.
A aquéllos que lloran, muy delicadamente les ofrecemos un pañuelo usado; a los que sienten un nudo en sus estómagos, les recomendamos que corran urgente al baño más cercano. El estómago no fue creado para reflexionar, sino la cabeza.
No es asunto de la manada inquirirle a otro ternero los dolores espasmódicos de los que marchan a la cabeza; no es función de la población olfatear los excrementos que los emisarios públicos depositan en el camino de su calvario.
El orden debe ser opuesto: los emisarios deberían compadecerse de sus subordinados, y los líderes son los últimos con derecho a activar los mecanismos de extorsión emocional.
Justamente para esa misión fueron elegidos: Decidir; y no sólo sobre asuntos como el impuesto a los cuernos de antílopes o el gravamen a los huevos de piojos. Ésta es la misión que ambicionaron durante toda su carrera política y por la cual bregaron incansablemente para obtenerla: decidir sobre nuestras vidas en cuestiones de guerra y paz.
Pero en cada ocasión que el tomate o el pepino tienen mayor peso en la balanza, y un miembro del parlamento cacarea, se invoca a los ciudadanos a formar parte de la angustia de los ministros y sus reacciones.
Aunque se consideren pobres, no es tan amargo su destino; en cambio sí lo es para las víctimas de su política. Sólo la familia Shalit tiene el derecho a derramar lágrimas, y no los siete cuervos del Gabinete de Seguridad.
No piensen ni por un momento, que no nos dimos cuenta de la banda que revolotea por las ventanas de la sala de audiencias, se concentra sobre la agonizante cabeza del partido Kadima, y de repente todo tiene lugar de manera personal y sigilosa.
La función y las circunstancias llevaron a siete ministros a arribar a "una decisión valiente", y no les resulta claro qué es más osado: aceptar la propuesta o rechazarla; las últimas encuestas sobre las posibles reacciones populares tardan en llegar.
¿Y de qué tanta "osadía" hablan, si de todas maneras la decisión se tomó hace tiempo, hace ya más de tres años?. La realidad de la vida y la muerte lo determinó; sólo falta el respaldo oficial. Ella seguirá aguardando, porque la "respuesta valiente" que Bibi puso esta semana en manos del mediador alemán, no es ni por asomo una decisión, y está aún muy lejos de serlo.
En realidad, ¿qué cambia si se liberan criminales grandes o pequeños? Todo el que derrama sangre es un peligroso asesino. ¿Qué diferencia hay si se quedan aquí o son expulsados? Como si no se pudiera planificar un atentado desde la distancia y ordenar su ejecución; incluso dentro de la cárcel es posible.
Esta semana no se debatió precisamente la salvación de Guilad, sino "cómo salvar las apariencias", cómo fagocitar los florecientes y falaces principios sobre los cuales fundamentaron una carrera para llegar al gobierno, y cómo hacer que la gente coma y vomite.
Para ello se moviliza el corazón, los ojos y el estómago. O como lo escribió Clarice Lispector: "Es mucho más fácil ser santo que ser una persona íntegra".
Fuente: Haaretz - 25.12.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il