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Aprender la lección


Sin tener en cuenta la decisión que asumirá el gobierno de Israel con relación a las negociaciones para la liberación de Guilad Shalit, existen dos lecciones que se deberán aprender de inmediato.

No me refiero a la medida relacionada con la creación de una comisión encargada de estipular criterios para negociaciones futuras sobre intercambios de prisioneros. Dudo que puedan determinarse cánones fijos que se adapten a cada caso en particular, y que además puedan llevarse a cabo.

Las lecciones se relacionan con interrogantes más amplios. La primera se aplica al espacio de la negociación y la segunda a la forma en que las decisiones deben acatarse.

Toda tratativa relacionada con el tema de intercambio de prisioneros que se realice en el futuro entre Israel y sus enemigos, podría colocar al Estado judío en una posición de inferioridad. Se trata de un tema sobre el cual siempre nos encontramos más presionados que nuestros enemigos. Estamos muy influenciados por la opinión pública y por el accionar de las familias de los cautivos. Además, llevamos a cabo las negociaciones en forma casi transparente ante los medios, lo que beneficia a la otra parte. Por lo tanto, es preferible realizarlas en el marco de un procedimiento mucho más amplio, que se ocupe también de otros asuntos, aquéllos sobre los que nuestros enemigos puedan sentirse tan presionados como nosotros.

Durante la operación "Plomo fundido", Israel tuvo la oportunidad de combinar el acuerdo de intercambio de prisioneros en el marco de tratativas más amplias. Se pudo haber argumentado desde el primer día que el final de la acción dependería de tres temas centrales: cese del fuego por ambas partes, apertura de pasos fronterizos entre Israel y Gaza e intercambio de prisioneros.

Dado que en ese momento Hamás estaba más presionado que nosotros en llegar a un armisticio y aún más por asegurar la apertura de los cruces para introducir mercancías, es de suponer que se podría haber llegado a una fórmula más cómoda para Israel en el tema de intercambio de prisioneros. Finalizar la operación sin negociaciones que abarquen todos los asuntos principales, fue un grave error.

Además, desde el punto de vista formal y por motivos de política interna, es preferible siempre realizar tratativas alrededor de asuntos más amplios que permitan a las partes un espacio mayor para poder recibir y otorgar. Mientras los márgenes sean más anchos, la esfera política tendrá más explicaciones convincentes sobre porqué se vio obligada a renunciar en el tema A para poder recibir más en el tema B.

Hace nueve meses que en Israel se constituyó un nuevo gobierno. Este cambio ofrecía al Ejecutivo electo la posibilidad de efectuar cambios en su política en comparación al que le precedió.

El debate real que habría podido realizar Netanyahu sobre la negociación Shalit, debió hacerse en aquel momento, no ahora. No sólo que esa fue una ocasión para volver a analizar alternativas, sino que también Hamás debería entender que no todo lo que el gobierno anterior estaba dispuesto a dar, le sería otorgado por la nueva administración. Esto no sucedió. Bibi entró en los zapatos de Olmert y Hagai Hadás en los de Ofer Dekel. Cuando se renovaron las negociaciones estaba muy claro que se llegaría a resultados similares a los propuestos anteriormente.

Lo que en ese entonces y en situaciones parecidas faltó, fue llevar a cabo un debate esencial previo al comienzo de las negociaciones. Cuando se entra en tratativas sin antes fijar posturas fundamentales en las decisiones gubernamentales, éstas se van desarrollando de manera casi confidencial, y en el momento de ser debatidas por ambas partes, sólo restan dos opciones: autorizar la única propuesta existente o crear una crisis de credibilidad con la otra parte, con el mediador y con la opinión pública. 

Este síndrome es relevante no sólo con relación a negociaciones sobre intercambios de prisioneros, sino también en numerosos temas políticos. Si recordamos cómo se autorizaron los Acuerdos de Oslo, parece ser que en esta oportunidad, el proceso fue similar.

Fuente: Yediot Aharonot - 24.12.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il