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Mintiendo no se ayuda a los palestinos


En las páginas del diario "La República" de Uruguay fue publicado el lunes un artículo de Suhail Hani Daher Akel, titulado "La hipocresía del Sr. Williams", al que no podemos dejar de responder.
 

Su nota se centra en un material difundido recientemente por internet, en el que el estadounidense Paul Williams escribió sobre un supuesto "casamiento musulmán masivo", en el que palestinos de la Franja de Gaza contraían matrimonio con niñas de entre seis y diez años. El material incluía varias fotos en las que las niñas vestían de blanco, y podían parecer novias. Akel condena al autor como "anti-árabe y anti-musulmán", acusándolo de mentir a sabiendas dado que la boda era con las madres de las niñas, no con las pequeñas.

No es de descartar que realmente la boda no haya sido con las niñas sino con sus madres. Eso no quita que el fenómeno de los matrimonios sumamente precoces exista en la sociedad musulmana , inclusive a edades muy tempranas, un fenómeno preocupante por cierto. El propio Akel admite que los casamientos inclusive a la edad de trece años "son usuales".

Pero éste no es el tema central. El problema es que el autor acompaña su intento de respuesta a Williams con una serie de frases y palabras que intercala como verdades históricas, y que son meros disparates.

"Fue el necesario inicio temprano de grandes familias y el procrear vida desde la convicción profética del mártir palestino Jesús: Dar vida y en abundancia" - escribe Akel.

No tenemos claro si el problema es que el hombre no sabe historia o cree que los lectores no la han leído. Jesús era judío, como todos sus contemporáneos en esta tierra, salvo los paganos del ejército romano, hasta que en el siglo III adoptaron el cristianismo.

"Fue una forma de protección....esencial para el pueblo palestino en su experiencia de supervivencia a través de miles de años en una tierra azotada por los muchos ocupantes de turno...".

¿De qué miles de años habla? Los únicos azotados durante miles de años en la tierra que hoy el mundo todo conoce como Tierra Santa, fueron los judíos. Los palestinos tal cual se les conoce hoy, no existían. Nadie hablaba de palestinos hasta los años 60. Durante siglos y siglos, los que habitaron esta tierra hoy en disputa, fueron los judíos, que a pesar del doble exilio impuesto por poderes foráneos, siempre mantuvieron presencia en la tierra de sus antepasados.

Había sí árabes, no palestinos. El término "palestino", acuñado por el imperio romano que llamó a la tierra de Israel "Palestina", se refería a todos los que vivían en ese territorio histórico, judíos y árabes. El periódico israelí en inglés "The Jerusalem Post", se llamaba, antes de la independencia de Israel, "The Palestine Post". ¿Tenía algo que ver con los palestinos de hoy? Nada. Era un diario judío, en la Palestina histórica.

Los judíos que vivían en la tierra de Israel antes de la declaración de independencia del Estado, tenían pasaporte palestino.

Hasta los antisemitas eran conscientes del vínculo ancestral entre los judíos y la tierra histórica de Palestina, y cuando querían expulsarlos de su seno, escribían en las paredes "¡Judíos a Palestina!", como una forma de decir 'váyanse al lugar del que vinieron'. Al respecto hay también recuerdos más agradables, como los que mi fallecido padre, de bendita memoria, contaba con una sonrisa, al rememorar su niñez en Emilio Reus, en Goes. Al acercarse el tranvía al barrio, en el que todos sabían que vivían numerosos judíos, el conductor anunciaba "¡Palestina!".

Todo ésto no pretende, en absoluto, quitar legitimidad a los lazos de los palestinos de hoy con la tierra en la que viven y en la que desean formar su estado independiente. Hubiésemos querido que ese estado existiese hace tiempo, algo que se habría concretado de no ser por la opción de guerra del mundo árabe, apenas se creó Israel.

Los errores de Israel con el correr de los años, son parte de la realidad del conflicto. Pero son consecuencia del mismo, no su raíz. Con las mentiras del artículo al que hoy respondemos, no se ayudará a corregir el estado que los árabes rechazaron en 1947, cuando la Asamblea General de la ONU propuso "la partición de Palestina en un estado árabe y otro judío", y con tal de impedir la creación de Israel, al que atacaron, se quedaron también sin ese otro estado árabe, que hoy se llamaría "palestino".

"Hoy, el enemigo de la potencia ocupante israelí es el crecimiento de natalidad palestino..", escribe Akel. ¿Cómo? ¿No era que los intentan diezmar? ¿Cómo es entonces que logran alcanzar un nivel de natalidad tan grande (1 a 10, sostiene él), si los crueles israelíes están al acecho? La verdad es que lo que hay en el terreno, es por cierto un duro conflicto, en el que ambas partes sufren, pero no un intento de aniquilación y exterminio de los palestinos como da a entender el autor.

Por el contrario. En los hospitales israelíes los pacientes árabes del propio Israel, y los palestinos llegados de los territorios vecinos, constituyen un alto porcentaje. Reciben el mismo trato que los pacientes judíos. Es más: son numerosas las mujeres que reciben tratamiento de fertilidad, cuando lo necesitan, en departamentos de avanzada en los hospitales de Israel. Cuando yo di a luz en Jerusalén, siempre había mujeres árabes internadas en alguna de las habitaciones cercanas a la mía. Habría que traer al Sr. Akel al Hospital Hadassah de Jerusalén, al Rambam de Haifa, el Soroka de Beer Sheva y muchos más, para que comprenda directamente que la realidad es mucho más fuerte que la mentira.

El Sr. Akel sostiene que el gobierno de Hamás, "preocupado" por la cantidad de muertos durante la guerra en Gaza (que Israel lanzó tras ocho años de aguantar disparos de cohetes desde la Franja hacia su población civil en el sur del país), "dio lugar a que las viudas de los mártires en el marco de la 'ley islámica' puedan casarse nuevamente con el familiar más cercano del marido mártir, para reconstruir sus vidas, sentirse cuidadas y tener hijos.

No sabíamos que Hamás se preocupa tanto por su gente. No es eso lo que se nos ocurrió al recibir informaciones claras (de fuentes palestinas, no de "propaganda sionista"), sobre civiles palestinos tomados de rehenes por hombres armados de Hamás, quienes los encerraron en sus propias casas y dispararon desde ellas hacia Israel para que la respuesta caiga sobre la cabeza de los mismos civiles.

Ni cuando los cabecillas de Hamás se escondieron bajo el hospital Shifa de Gaza durante la guerra, porque sabían que Israel no atacaría el lugar. Ni cuando gastan millones en cohetes y armas, en lugar de dedicarse al desarrollo y progreso de la sociedad palestina bajo su gobierno.

Akel decide vincular originalmente la complejidad del conflicto israelí-palestino, con la historia antigua, o mejor dicho con una inventada.

"Desde aquella persecución del ocupante rey hebreo Herodes, para asesinar al recién nacido niño Jesús, el 28 de diciembre del año 1, matando a centenares de niños palestinos entre Jerusalén y Belén, hasta la actual ocupación israelí que mató a miles de niños, la vida de la infancia palestina siempre fue muy trágica" -escribe.

Herodes, que subió al trono en el año 67 A.C. colocado por el imperio romano, era edomita, no hebreo, y a los que mató en medio de sus locuras - además de sus propios hijos y su esposa - no eran niños palestinos sino judíos. En realidad, salvo la mención del tema en los Evangelios, no hay otra referencia histórica alguna a la supuesta matanza y no está claro si se la puede dar como hecho histórico. Sea como sea, los niños a los que ordenó matar al enterarse del nacimiento de Jesús, según se cree, no eran palestinos. En ese entonces, la Belén de la Natividad, era conocida como Judea,porque todos sus habitantes eran judíos, como el propio Jesús.

En algo estamos de acuerdo con Akel. La infancia palestina ha sido muy trágica, en muchos casos. La razón principal, a nuestros ojos, fueron las malas opciones elegidas por sus líderes. Hamás no ayuda mucho a la salud mental ni física de los niños palestinos, al entrenarlos en el odio y las "virtudes de la shahada", el martirologio.

Sin duda, los niños palestinos merecen otra cosa. El odio de sus mayores no los ayudará nunca. Las mentiras, tampoco.