La decisión del ministro de Defensa de excluir al seminario rabínico de Har Brajá del acuerdo de reclutamiento es un gran error. La medida se desentiende de dos principios fundamentales sobre los cuales se basa el servicio obligatorio en una sociedad democrática.
El primero determina que es posible exigir a los jóvenes aportar tres años de su vida por un único motivo - que el servicio es esencial para la defensa de la patria. El segundo se basa en la generalidad del servicio militar - todos se alistan al ejército.
El primer principio fue trasgredido con la exclusión de Gush Katif, en el norte de la Franja de Gaza, y los asentamientos en el norte del Shomron, cuando a soldados en medio de su servicio obligatorio les fue ordenado desalojar colonos de sus hogares, ciudadanos de Israel, que no trasgredieron ninguna ley. "El ejército debe llevar a cabo lo que el gobierno electo democráticamente determina que debe realizar", dijeron una y otra vez los que apoyaron la desconexión.
Pero ellos olvidaron que en una sociedad democrática, el Ejecutivo tiene la autoridad para arrebatar tres años o más de la vida de cada uno, sólamente si ese servicio está destinado a defender a la patria. Sólo en pocos países democráticos existe actualmente el servicio militar obligatorio, y es considerado justo cuando su misión es defender la seguridad del país, en otras palabras, la seguridad de sus habitantes.
Todo lo dicho, por supuesto, no justifica manifestaciones de soldados uniformados, pero debemos recordar que el uso que se hizo del ejército en la desconexión, ocasionó en la sociedad israelí profundas heridas que aún no cicatrizaron.
La función del ministro de Defensa es sanarlas. Es por ello que debe aclarar que en el futuro, los soldados recibirán órdenes para llevar a cabo acciones destinadas a defender al país, y que el error cometido en la desconexión, no se repetirá.
Se requiere un gran esfuerzo para atravesar el abismo creado, y éste no debe profundizarse. La decisión de Ehud Barak, en el caso de la yeshivá Har Brajá, no es el adecuado para el logro de este objetivo.
El servicio militar obligatorio en Israel, nunca fue general, como debió ser siempre. Los ortodoxos y los árabes están exentos del mismo, y su número aumenta cada año. El hecho de que ese atropello existe hace mucho tiempo no justifica su continuidad. Se deben hacer los esfuerzos necesarios - y esa es una de las principales funciones del ministro de Defensa - para erradicar la injusticia, gradualmente.
En el marco del acuerdo con los seminarios rabínicos, existente 40 años, la medida tomada fue fundamental para ampliar las filas de Tzáhal. Su importancia justificó las condiciones especiales que recibieron los alumnos de estos institutos durante el período del servicio militar. En pro de dicho objetivo - generalidad del mismo - será conveniente implantar condiciones similares con el propósito de posibilitar a jóvenes ortodoxos y árabes alistarse al ejército.
Sólo que ahora, aparece el ministro de Defensa en forma arbitraria y excluye al seminario rabínico de Har Brajá del marco del acuerdo; un procedimiento que hace peligrar la vigencia del pacto en su totalidad. Como resultado de ello, se incrementará el número de jóvenes que no se alistarán y paralelamente, se perderá a numerosos jóvenes que en los últimos años se contaban entre los soldados sobresalientes. Todos perderán.
Es cierto, ningún ejército puede ser efectivo si no rige la obediencia estricta y un comando único. Pero al mismo tiempo, una medida fuera de contexto, en lo que se refiere al servicio militar obligatorio en una sociedad democrática, está obligada a basarse en sólidos principios morales: sin aprovechamiento político del ejército y sin exenciones de tales o cuales ciudadanos.
Fuente: Haaretz - 18.12.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il