El actual gobierno de Israel se empecina en avanzar desenfrenadamente hasta que logre destrozar todo rastro de la histórica democracia israelí para convertirla en un régimen despótico y fascista del nuevo Estado judío de Israel .
La mejor descripción del proceso y un detalle de ciertas decisiones ejemplares se puede leer en el artículo del renombrado periodista Arie Shavit titulado, desgraciadamente aunque fiel a la verdad: "Nunca fuimos tan repugnantes" (Haaretz, 15.12.11).
Después que Netanyhau y sus secuaces promocionaron la ley de mutismo mediático - amenazar a los periodistas con penas millonarias en caso que a todo político se le ocurra pensar que su imagen fue dañada por alguna nota crítica sin que sea necesario probar daño alguno - llegó el momento de la ley de ocultación.
El ministerio de Justica presentará en estos días un nuevo proyecto de ley que hace desaparecer definitivamente uno de los pilares de la democracia. El derecho al control público por medio de la información de lo que se hace en los interrogatorios e investigaciones policiales.
Tras la larga fila de "distinguidos representantes del pueblo" que terminaron en el calabozo por meter la mano en la lata o en partes intimas del cuerpo de una mujer, es probable que en el futuro nunca más sepamos si contra alguno de sus pares se presentaron denuncias, si son investigados o no y porqué motivos.
"Se fija una prohibición total de difusión de material y testimonios de los interrogatorios e investigaciones, y todo eso sin límite de tiempo". "¿Te investigaron e interrogaron por medios ilegales? Tienes prohibido contar a los medios de comunicación". "Un cronista recolectó material en una investigación periodística. La policía podrá confiscarlo. Israel abolió el secreto periodístico". ("Ley de ocultación. Los interrogatorios pasan a una habitación oscura". Ynet, 14.12.11).
Nadie más feliz y contento que la policía del país más democrático de Oriente Medio. El Comisario Yoav Segalovich, Comandante de la División de Informaciones e Investigaciones de la Policía de Israel, declaró con una sonrisa de boca a boca: "Según mi punto de vista, hay que interrogar en la oscuridad, lejos de los ojos del público. A veces todos nosotros necesitamos un Gran Hermano" ("Segalovich sobre la ley de ocultamiento: hay que interrogar en la oscuridad" Ynet, 14.12.11).
La picardía y la genialidad judía de la que tanto se jactan los aduladores de Israel y el judaísmo ya no son suficientes. Hay que construir sótanos oscuros al estilo KGB para que nada trascienda.
El objetivo es claro. Pretenden que el público no se entere de aquellos jerarcas que son investigados y de esa manera pueda darse la posibilidad que se presenten nuevos testigos, tal como ocurrió en el caso del ex presidente Katsav que hoy habita una cárcel condenado a 7 años de prisión por violación de su secretaria. Si no se hubiese publicado el hecho de su investigación e interrogatorio, no hubieran aparecido nuevos testimonios de su aberrante conducta y, con seguridad, hoy estaría libre y quien sabe con qué peligro para las mujeres de su entorno.
Durante generaciones repetimos la gastada consigna que pretendemos ser una luz para los gentiles, pero no somos capaces de reconocer que ninguna invención tecnológica o Premio Nobel puede servir de cortina de humo para esconder el pavoroso oscurantismo despótico y racista que hoy aportamos al mundo.
Sólo a título de ejemplo, el famoso y admirado gran Rabino Ovadia Yosef dictaminó hace pocos días que, a los efectos de evitar la profanación de un sagrado día sábado por medio del trabajo, los médicos judíos deben hacer lo máximo para escabullirse de tratar enfermos no judíos durante esos días (Nana 10, 15.12.11).
Ya en 1810 los argentinos reunidos en la Plaza Mayor frente al Cabildo aportaron al mundo la consigna democrática "El pueblo quiere saber de qué se trata". Lamentablemente el judaísmo moderno la quiere modificar para convertirla en "El pueblo no debe saber lo que se trata".
Los judíos latinoamericanos tienen que comprender que la opción de Israel, idealizada por los voceros oficiales del gobierno e instituciones judías de la diáspora, tanto para ellos como para sus descendientes, se les está escapando entre los dedos, salvo que les encante chapotear en el pantano de un régimen despótico del credo milico, como aquellas dictaduras de las cuales "se deleitaron" en la década del 70 del siglo pasado.
Ojalá me equivoque