Ni siquiera había logrado acostumbrarse al frío helado del otoño austral y a la humedad del pozo de zorro en el que vivía, a la espera de que los ingleses desembarcaran, cuando el subteniente Eduardo Flores Ardoino lo devolvió de golpe a la realidad.
"Me castigó todos los días de mi vida por ser judío. Me congelaba las manos en el agua, me tiraba la comida adentro de la mierda y la tenía que buscar con la boca. Me trataba de puto, que todos los judíos éramos cagones y miles de bajezas más. El tipo se regodeaba con lo que me hacía, era feliz viéndome sufrir. Les decía a los demás que les hubiera pasado lo mismo si hubieran sido judíos como yo", recuerda hoy, a casi 30 años del conflicto.
Ni siquiera el comienzo de los bombardeos ingleses, el 1° de mayo, logró que Flores Ardoino dejara de tratarlo a él como a un enemigo. Todo lo contrario, intensificó el maltrato con el correr de los días como si ésa fuera su manera descargar tensiones, pese a que, como todos, Katz pasaba noches enteras sin dormir por los estruendos de las bombas, y además, acumulaba días sin comer porque su superior le impedía que le dieran alimentos.
"Cuando parecía que íbamos a entrar en combate, sacaba una botella de whisky, nos ponía a todos en fila y nos daba un trago, algo para tener calor. Cuando llegaba a mí, decía: 'Usted no porque lo van a matar'. Llegué a pensar que realmente era mejor morir, que ojalá ése fuera el día", recuerda el soldado, quien denunció a su superior ante la Justicia.