Los dramáticos acontecimientos en Libia y Siria opacan muchos otros dramas en Oriente Medio, entre ellos la situación en Líbano luego de la acusación formal del Tribunal Especial de la ONU a cuatro dirigentes del Hezbolá por haber planeado y ejecutado el asesinato del ex Primer Ministro Rafic Harir en 2005.
El tema ha desaparecido de la prensa internacional, donde nunca tuvo la relevancia que merece, pero sigue muy vivo en Líbano, un país trágicamente dividido.
De hecho, ningún país vive una situación parecida, que se asemeja a una tragedia shakesperiana, en la cual una organización asesina, responsable por la muerte de un gobernante anterior, está en el gobierno.
Recordemos brevemente los hechos:
El 30 de junio de 2011 el Tribunal Especial para el Líbano, encargado de investigar el asesinato de Rafic Hariri, presentó una acusación al Fiscal General del Líbano, Saíd Mirza, junto con órdenes de arresto a cuatro importantes dirigentes de la milicia-partido chiíta Hezbolá. En ese momento el Tribunal no dio los nombres pero éstos pronto fueron publicados en diferentes órganos de prensa libaneses: Mustafá Badreddine, Salim Ayash, Hassan Aineseysseh y Assad Sabra.
En un discurso pronunciado el 2 de julio, el Secretario General de Hezbolá, Hassan Nasrallah, admitió que los acusados pertenecen a su organización pero afirmó que ésta no permitiría que cualquiera de sus miembros sea juzgado. Descalificó al Tribunal Especial, al que acusó de ser un instrumento de Estados Unidos e Israel, dijo que el gobierno libanés no debería entregar a ningún libanés al Tribunal y que en todo caso, aunque quisiera hacerlo, no tendría éxito.
Por su parte, las fuerzas del 14 de marzo, o sea la coalición cristiano-sunita dirigida por Saad Hariri, hijo del líder asesinado, hizo un reclamo de verdad y justicia, pidiendo al gobierno que entregue a los acusados al Tribunal. El gobierno del primer ministro, Najib Mikati, quien es de hecho un aliado de Hezbolá, expresó su disposición a buscar la verdad y hacer justicia en el caso Hariri, pero a condición de que "no tenga un impacto negativo sobre la estabilidad, unidad y tranquilidad pública en el Líbano".
Las fuerzas de marzo 14 respondieron con un duro comunicado en el que pusieron en duda la sinceridad del gobierno y en el que se preguntaron quién es realmente el que rige los destinos del país.
El evidentemente aludido, el secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah, quien había amenazado muchas veces con poner en peligro la estabilidad del Líbano en caso de que el Tribunal Especial acuse a su organización del asesinato de Hariri, no ha vuelto a proferir estas amenazas desde la formación del nuevo gobierno en el cual junto con sus aliados, tiene la mayoría. Por el contrario, en un discurso por el canal de televisión El Manar declaró enfáticamente que su organización no permitiría que el Tribunal arrastre al Líbano a la guerra civil. Nasrallah, por supuesto, no se molestó en hablar de las pruebas presentadas por el Tribunal Especial contra los miembros de su organización y reiteró ritualmente las acusaciones contra Israel y los Estados Unidos, de las cuales nunca pudo presentar prueba alguna.
La disputa entre las Fuerzas del 14 de Marzo y las dependientes de Irán y Siria (llamadas Fuerzas del 8 de Marzo) por el fallo del Tribunal Especial para el Líbano pronto derivó al conflictivo tema del incumplimiento de la resolución de las Naciones Unidas de desarme de las milicias de Hezbolá . La coalición liderada por Saad Hariri declaró al respecto: "Las fuerzas del 14 de Marzo continuarán la lucha para impedir la supremacía de Hezbolá basada en sus armas y lanzará una campaña tanto en el mundo árabe como a nivel internacional para liberar a la república libanesa del dominio de las armas".
Entre las distintas reacciones de personeros de Hezbolá y de sus aliados es particularmente interesante la de Ibrahim Al-Amin, miembro de la redacción del diario libanés "Al Akbar": "Los chiítas han abierto sus hogares, sus negocios, sus escuelas, sus fábricas y sus oficinas para tener todos los cohetes posibles. La resistencia no tiene dificultades en encontrar lugares en los cuales construir su fuerza. La gente desea que esos cohetes estén dirigidos contra Israel, sea para prevenir una eventual agresión o para protegerse en caso de conflicto y para ayudar a Siria y a los palestinos..."
"Pese al precio que debe pagar por ello, la secta chiíta se aferra más y más a las armas de Hezbolá, tratando de defender sus logros. Parece que la mayoría de ellos no tienen otra forma de defensa que las armas. Ellos temen que el enemigo, Israel, sea parte de la conspiración para su desarme y deben defenderse. Los chiítas, no consideran que utilizar las armas contra enemigos domésticos sea un crimen, sino una necesidad dictada por las circunstancias. Ellos creen que deben luchar dentro del Líbano contra quienes quieren despojarlos de sus armas, del mismo modo en que luchan contra Israel".
Para cualquier libanés, es evidente que esta fraseología habla de una situación imaginaria. El Líbano no es un país ocupado por Israel. Hace casi 11 años que las últimas tropas israelíes se retiraron, por lo tanto lo que se presenta como resistencia contra Israel no es más un eufemismo para los propósitos belicosos contra su vecino, que motivan a Hezbolá y a Irán, pero no a la mayoría de los libaneses, que aspiran a vivir en paz.
Por otra parte, nadie persigue a los chiítas por lo que el acumular armas en casas, oficinas y hasta escuelas no tiene ningún propósito defensivo. En cambio, resulta obvio que constituyen una amenaza para el resto de la sociedad.
Pero la simple amenaza de la fuerza no es argumento suficiente para rebatir las acusaciones acerca del asesinato de Rafic Hariri. Como consecuencia de esta situación, toda la política libanesa gira en torno a este tema, como en un eterno círculo vicioso.
Al respecto es muy elocuente un artículo de Michael Young en el "Daily Star" de Beirut (30.8.11) titulado: "Hezbolá enfrenta su juicio con errores". Comienza de este modo: "Para un partido que repite cuán poco le importa el Tribunal Especial para el Líbano, Hezbolá pasa mucho tiempo demostrando cuánto le preocupa. La última demostración pública de esta preocupación fue la conferencia de prensa del martes pasado de Mhammad Raad, jefe del bloque parlamentario del partido, en el cual declaró que Estados Unidos e Israel redactaron el veredicto emitido por ese órgano internacional". Y termina significativamente: "Hezbolá parece haberse encerrado en una trampa en lo que concierne al Tribunal Especial. Lo que le preocupa es que no todo fue revelado en el veredicto. A medida que vayan surgiendo nuevos datos, el partido deberá responder públicamente con una defensa que resulte convincente".
Todo parece indicar que el tema seguirá mucho tiempo sobre el tapete. Hezbolá no podrá deshacerse fácilmente del fantasma de Rafic Hariri.