Se requiere un alto grado de inocencia suponer que la amplia reacción popular de las últimas semanas en contra de sectores religiosos judíos ultraortodoxos por incitar a la discriminación de mujeres en lugares públicos pueda tener un efecto disuasivo .
Todo lo contrario. A diferencia de amplios sectores de la sociedad israelí, que en situaciones similares optan por la táctica de apaciguar los ánimos en espera del momento adecuado para arremeter nuevamente, estas facciones religiosas acometen sin cesar y bajo toda condición.
Sin dar tiempo a un cambio en la atmósfera, Itzjak Cohen, viceministro de Finanzas por el partido religioso ultraortodoxo Shas, reavivó un proyecto de ley que oportunamente fue congelado por Uzi Landau, ministro de Energía y Aguas en representación del partido de Liberman, como consecuencia, justamente, de un generalizado y profundo rechazo de la iniciativa en boca de la mayoría de los sectores sociales.
Este detalle no es motivo para que los representantes del partido Shas bajen las manos. Muy rápidamente su manipuleo moverá las piezas de manera que la coalición de Netanyhau tiemble e inmediatamente comience a funcionar el conocido chantaje político que les proporciona fructíferos resultados tristemente conocidos por toda la sociedad israelí.
El motivo de estas líneas no es referirme critica e irónicamente a uno de los tantos disparates o extravagancias a que nos tienen acostumbrados los líderes religiosos en Israel. El objetivo es poner en claro que se trata de una maniobra más que apunta a dar un nuevo paso en la consumación de sus más altas aspiraciones materiales, políticas e ideológicas.
El orden institucional propuesto por los grupos religiosos ultraortodoxos en "la única democracia en Oriente Medio" consiste en imponer la condición de "kosher" a la producción y distribución de energía eléctrica, al igual que se la impone en numerosas ramas productivas y de servicios en Israel. El proyecto de someter la Empresa de Energía Eléctrica Nacional a las autoridades del Rabinato Nacional es una idea magistral con capacidad de matar dos valiosos pájaros de un tiro.
Por un lado, el cumplimiento del nuevo orden crea la necesidad de "dar trabajo" a toda una cuantiosa capa de religiosos incapaces de dedicarse a un actividad productiva para la sociedad, salvo cumplir la función de alcahuetes del liderazgo religioso bajo la credencial de "inspectores de kashrut". Esta maquinación logra una transferencia multimillonaria de presupuestos de quienes trabajan productivamente y pagan impuestos a quienes, en nombre de la religión, viven de ellos.
Que nadie se sorprenda si en poco tiempo seremos testigos de la aparición de un rabino en la televisión explicando que ya estaba escritó en el Talmud la necesidad de la presencia de un inspector de kashrut en cada una de las decenas de miles de torres de alta tensión de la red de distribución eléctrica del país. El Estado Judío dedica un ejército de miles de inspectores religiosos destinados a controlar e imponer las leyes de kashrut en los alimentos, mientras que menosprecia sectores básicos del equilibrio institucional dedicando unos pocos auditores oficiales en la materia (finanzas, trabajo, salud, etc.) (Véase: "En Israel hay muchos más inspectores de kashrut que controladores de instituciones bancarias y de salubridad". Sami Peretz; Haaretz; 26.2.10).
El segundo objetivo del plan, y tal vez el principal, es lograr una posición política preferencial donde puedan tener agarrado al país de los... interruptores, de la misma manera como nos tienen agarrados en materia de transporte, alimentación, matrimonio y sepultura. En el Estado judío, una minoría religiosa impone todo sábado a la gran mayoría laica del país la paralización total del transporte público. Una familia sin condiciones económicas de disponer de su propio medio de transporte esta imposibilitada de moverse los fines de semana.
Circuncidar la electricidad para convertirla al judaísmo es un paso más del fanatismo religioso que nos rodea y la consecuencia directa de aceptar el arcaico y antidemocrático vínculo entre el Estado y la religión.
Bajo las imposiciones de los grupos religiosos continuaremos el oscuro camino de la República Judía de Israel, el mismo que recorren las Repúblicas Islámicas de la región, mientras que nuestros destacados analistas y aduladores gozan apasionadamente de criticarlas.
Ojalá me equivoque...