En "La República", Platón escribe que uno de los peligros para la democracia tiene lugar cuando el pueblo empieza a confundir el teatro con la política. Ya que ambos fenómenos se expresan en el ámbito público, es fácil confundirlos. Eso es lo que ocurre actualmente frente a nuestros ojos, de modo drástico: lo que se confunde es algo indefinido, entre el teatro del absurdo y el reality show.
Acto I: el presentador televisivo Yair Lapid entra en la política. Podemos entender por qué: a la luz de la profunda insatisfacción con los políticos, era necesario que llegara un caballero montando en su corcel blanco para salvar a Israel de sí mismo; sensacional, bien hablado, bien parecido y, por supuesto, hijo del difunto Yosef Lapid. No es médico ni abogado, pero para muchas madres judías es, sin duda, el yerno ideal.
Pero también es el último fanfarrón israelí, capaz de hablar de todos los temas, pero sin decir nunca nada interesante ni original. Todo lo que ha ofrecido hasta el momento no es más que un montón de frases sensibleras y huecas que logran persuadir a muchos israelíes "verdaderos" de que ellos constituyen algo muy diferente de los despreciados ultraortodoxos y, por supuesto, de los árabes. Eso equivale a una elegante y arrogante exclusión, rayana en el racismo, de cualquier persona que no sea laica, asquenazí, educada y burguesa. ¿Cómo lo expresó el señor Lapid padre, un socio del primer gobierno de Binyamín Netanyahu?: "Yo soy un caballero europeo."
El problema es que la política no es un asunto de rating. Uno debiera preguntarse qué es lo que Lapid le aporta a la política que le da habilidades suficientes para tomar decisiones sobre el destino del país. No tiene experiencia política ni administrativa y no ha estado inmerso nunca en el caos que es la política israelí, cuyas presiones, internas y externas, son de las más poderosas del mundo.
En sus cientos de artículos y apariciones públicas, Lapid tampoco ha expresado abiertamente qué es lo que piensa acerca de cualquiera de las cuestiones candentes que Israel debe atender: las negociaciones con los palestinos; el destino de los colonos; las relaciones con Europa y el mundo árabe; las relaciones con Estados Unidos; la amenaza iraní; la estructura económica y social de Israel.
Acto II: El anuncio hecho por Noam Shalit, padre del soldado recientemente liberado Gilad Shalit, acerca de su postulación como candidato del Partido Laborista en las próximas elecciones. En apariencia, Shalit es completamente diferente de Lapid: introvertido, modesto y moderado. Pero no es exactamente así.
En su caso, tampoco puede afirmarse que no posea ninguna experiencia pública: llevó adelante una de las campañas populares de mayor éxito en la historia del país y logró que Netanyahu, quien inicialmente se oponía a un acuerdo de liberación por Gilad, liberara 1.027 presos a cambio de un solo soldado.
Podemos entender el dolor personal de Noam Shalit y su familia, pero si él pretende presentar eso como testimonio de una experiencia política exitosa, será inevitable considerarlo como un descaro.
En primer lugar, las implicaciones estratégicas de aquellos extravagantes y desproporcionados intercambios son realmente graves, y en segundo lugar, en retrospectiva, Shalit le concedió a Netanyahu la única acción de gobierno capaz de granjearle unos dividendos políticos espectaculares.
Dado que Shalit es un hombre de valores y principios, si en el próximo secuestro los autores exigen la anulación de la Ley del Retorno, él tendría que estar de acuerdo; después de todo, eso está incluido en la concepción de "a cualquier precio" que debería cumplirse.
Muchos de los que admiran la integridad de la líder laborista Shelly Yachimovich tendrán dificultades a la hora de votarla si Shalit figura en su lista. Su lugar, con todo respeto, está en su hogar.
Acto III, que aún debe estar esperándonos: ¿Qué sentido tiene evitar que el ganador del próximo programa de "Gran Hermano" se postule en las elecciones? Después de todo, todos los adolescentes - y algunos de sus padres - saben quién es, e incluso ha logrado sobrevivir en una mansión bien equipada. ¿Acaso no queremos ser una mansión en medio de la selva?
Sin embargo, el pueblo israelí se merece algo mejor que esa clase de personas que se ungen a sí mismos como líderes.
Fuente: Haaretz - 16.1.12
Traducción: www.israelenlinea.com