Nada detuvo a Ismail Haniyeh, primer ministro de Hamás en Gaza, a la hora de hacer declaraciones al mejor estilo Ahmadinejad acerca de que los días de Israel están contados, y pedir la creación de un ejército árabe de la Yihad para la liberación de Palestina. Sin embargo, detrás de estas pretensiosas consignas subyace una realidad muy difícil para la organización terrorista que ya no puede ocultarse.
En primer lugar, la alianza de Hamás con Irán ha llegado a su fin. Ese pacto era contranatural desde el principio, cuando fuimos testigos de cómo una organización sunita se decidía a respaldar un Estado chiíta no árabe. Sin embargo, cuando Hamás rechazó las órdenes de Irán para apoyar al desfalleciente régimen de Bashar al-Assad, Teherán les cerró las puertas. Lo que es peor aún, aquel flujo de dinero utilizado por Hamás para pagarles a más de 50.000 funcionarios y soldados en Gaza, se ha acabado.
¿De dónde va a sacar dinero ahora Hamás? Ese es el motivo por el cual la organización sostiene amargas disputas con la Autoridad Palestina y la Liga Árabe sobre los fondos supuestamente adeudados al grupo.
Hamás se vio obligado también a abandonar el lugar de su dirigencia externa en Damasco. ¿Dónde va a ir ahora? Había esperanzas de que Jordania acogiera la sede, hasta que la semana pasada los líderes del grupo quedaron atónitos al enterarse de las limitaciones impuestas por Jordania. El primer ministro jordano dejó en claro que su país acogería a importantes figuras del grupo y sus familias en calidad de «individuos», lo cual los inhibe de realizar cualquier actividad política. Por lo tanto, la opción de Jordania ya no resulta viable en la perspectiva del furioso Hamás.
Queda la opción de Egipto, pero, considerando el hecho de que los Hermanos Musulmanes quieren presentarse ante los ojos del mundo como pragmáticos y realistas, trasladar la sede de un grupo terrorista a El Cairo sería una vergüenza. El mismo Haniyeh visitó Egipto y tuvo oportunidad de hablar largamente sobre la desaparición de Israel; sin embargo, los representantes de los Hermanos Musulmanes se mantuvieron en silencio, y ese silencio debería preocuparle.
Los Hermanos Musulmanes deben hacerse cargo ahora no de 50.000 personas, sino de 88 millones. Después de todo, la pesada carga de dirigir el Estado le ha sido impuesta al movimiento islámico, y si no es capaz de lograr una mejora en la situación económica y social de Egipto, la furia callejera pronto habrá de volverse en contra de la propia organización.
Mientras tanto, el traslado de la sede de Hamás a Gaza queda fuera de toda discusión, ya que las figuras más importantes del grupo creen que Israel podría atacarlos o apresarlos.
Hasta hace poco tiempo parecía que la llamada "primavera árabe" y sus partidos islámicos abrazarían a Hamás. Desde luego, fuimos testigos de falsas alabanzas, pero: ¿el establecimiento de un ejército de la Yihad contra Israel? Actualmente, todos los países árabes están ocupados tratando de resolver graves problemas nacionales; esa cuestión existencial eclipsa los problemas de Hamás.
El equilibrio interno de poder dentro de Hamás también está cambiando. El Hamás interior, es decir, el gobierno de Gaza, está ganando fuerza en detrimento de la dirección externa, es decir, Khaled Mashal. En el pasado, Mashal era la cara familiar de Hamás, pero ahora es Haniyeh quien recorre las capitales árabes y es considerado más auténtico.
En este contexto, se puede entender la frustración de Mashal y su declarada intención de abandonar la organización y de establecer posiblemente un grupo alternativo, como una rama de los Hermanos Musulmanes. Eso significa un retorno a la senda islámica en detrimento de la identidad nacional palestina.
Lo que queda es la huérfana reconciliación con Al Fatah, decisión a la que Haniyeh y sus socios se oponen. No hay posibilidad de celebrar elecciones; no existe ninguna probabilidad de acercamiento, y la bicéfala política palestina se ha convertido ahora en tricéfala: El Hamás interior, el Hamás exterior, y Mahmud Abbás. Cada uno con su propia agenda política y con sus propias figuras importantes.
Por último, Hamás ganó una momentánea gloria mundial a consecuencia del llamado bloqueo a Gaza. Sin embargo, ahora que el sitio ya no se lleva a cabo, y con el paso fronterizo a Egipto abierto al tránsito de bienes y personas, ¿cómo hará la organización para sobrevivir en la esfera de las relaciones públicas?
Ese es, probablemente, el mayor problema que deba enfrentar un grupo terrorista que vive únicamente de consignas anti-israelíes, y que ahora se sabe incapaz de evitar el choque frontal contra la dura realidad.
Fuente: Yediot Aharonot - 31.1.12
Traducción: www.israelenlinea.com
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