Para el judaísmo ortodoxo, ¿las mujeres tenemos derechos? Es una pregunta que me he formulado frecuentemente en los últimos meses. O para decirlo en forma diferente: ¿donde terminan los derechos de los hombres y donde empiezan los míos?
Ante lo que estamos viendo últimamente o tal vez no tan últimamente, sino que ahora se conoce más que antes, uno se cuestiona porque si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, hombres y mujeres, la discriminación contra la mujer en ciertos círculos religiosos y ultrareligiosos sigue aumentando.
Las noticias son cada vez más preocupantes. Comenzó hace unos años con la agresión a mujeres religiosas que rezaban y cantaban en el Muro de los Lamentos. Ahora aparecen carteles no sólo en Mea Sharim, Beit Shemesh, y otros lugares de Israel, sino también en la diáspora; por ejemplo en Brooklyn, Nueva York (escritos en yidish), prohibiendo a las mujeres judías caminar por la calle principal o indicándoles que si ven a un hombre religioso aproximándose hacia ellas, deben hacerse a un lado y dejarlo pasar.
En los autobuses que recorren los barrios religiosos, exigen que las mujeres se sienten atrás, como en plena discriminación contra los negros en los Estados Unidos, so pena de ser atacadas, insultadas, salivadas, etc.
La fundamentación, según me explicaba un rabino es que si los hombres se sientan atrás y las mujeres adelante, igual las ven, y los hombres judíos «no pueden desperdiciar semen».
Suceden situaciones que nos resultan totalmente inconcebibles. Hace poco tiempo la Dra. Jana Maayán fue galardonada por su libro sobre enfermedades genéticas propias de los judíos, y por lo tanto invitada a recibir el premio en el ministerio de Salud.
No sólo no pudo sentarse al lado de su esposo durante el acto, porque la sala estaba segregada, sino que fue informada que no podría subir al estrado a recibir su premio, que lo recibió un colega hombre, porque no se permitían mujeres en el escenario.
Es incomprensible también que dos jóvenes adolescentes ultraortodoxos, de no más de 15 o 16 años, se negaron en un avión a sentarse al lado de una mujer de más de 70 años, como me pasó en un vuelo de El Al, que se atrasó 30 minutos porque los chicos no se querían sentar al lado de una mujer. Que a chicos de 15 o 16 años les pudieran pasar pensamientos «pecaminosos» por sentarse al lado de una mujer que podía ser su abuela, o hasta bisabuela, no parece tener mucha lógica.
Es cierto que se les podía cambiar de lugar; y asi se hizo; pero no podemos dejar de pensar que es una cuestión de principios. ¿Sentarse al lado de una mujer es un pecado? ¿Qué educación de convivencia pacífica y respetuosa del prójimo están recibiendo esos adolescentes? Porque no me cabe duda que es un problema de educación.
Así les fue enseñado; así fueron educados; ni el más mínimo contacto físico ni visual con las mujeres. Creo que el tema se está llevando a extremos fundamentalistas que no coinciden con lo que siempre me enseñaron: que el judaísmo está basado en una ética y una moral que nos hace «mejores» que el resto del mundo.
Y uno tiene la sensación no sólo que las mujeres somos ciudadanas de segunda, sino que debemos estar contaminadas con alguna peste, y por eso no podemos estar a la vista de los hombres.
Hemos preguntado a rabinos y a estudiosos de la Torá el porqué; cuál es la razón. Siempre la respuesta es similar. Para que los hombres no se distraigan, para que no tengan pensamientos pecaminosos.
Entonces la conclusión es que a los hombres judíos muy religiosos con sólo ver a una mujer en la calle o en el autobús, se le cruzan «pensamientos pecaminosos» por la mente. ¿Es que no nos pueden ver simplemente como una persona, una amiga, una vecina?
Porque si fuese realmente un problema de todos los hombres, las mujeres tendríamos que salir siempre acompañadas; de lo contrario, cualquier hombre se nos abalanzaría para violarnos.
Llegan al extremo de escupir y llamar «shikse» y otras palabras agraviantes a una niña religiosa de siete años caminando hacia el colegio porque, a su criterio, la pollera no es suficientemente larga. Y me pregunto: ¿esto les puede llegar a producir «pensamientos pecaminosos»? ¿No es esta una situación que entra en la clasificación de «perversión» y no en el «respeto a la Torá»?
Por otro lado resulta inconcebible que en una sociedad civilizada y democrática, como es Israel, se tolere escupir, el abuso verbal y las amenazas de violencia hacia otra persona.
¿Qué pasa con nuestros estudiosos de la Torá? ¿Acaso la Torá no dice ama a tu prójimo como a ti mismo? Entonces, ¿por qué son justamente ellos quién están levantando barreras de odio e intolerancia?
¿Acaso no criticamos a los islamistas que obligan a las mujeres a usar el burca? ¿También las mujeres judías el burca tenemos que usar para que a los hombres no se les crucen «pensamientos pecaminosos»?
Y es de notar que ya hay un grupo de ultraortodoxos en Jerusalén cuyas mujeres van vestidas de negro, con la cara tapada y guantes.
En Israel se está viviendo un clima totalmente diferente al que estábamos acostumbrados quiénes visitamos al país dos o tres veces por año. Se está convirtiendo en un estado cada vez más segregacionista. Y lo más lamentable es que no vemos que se estén tomando medidas acordes con el problema.
No se ha escuchado a los rabinos levantar su voz contra esta discriminación, ni tampoco el gobierno está haciendo mucho. Es cierto que hay dictámenes de la Suprema Corte de Justicia en contra a la segregación en los autobuses, o que no se puede cerrar una calle a las mujeres, pero lamentablemente la situación no esta realmente revirtiéndose; y no siempre los decretos se acatan.
El tema es preocupante por el enfrentamiento que produce dentro de la propia sociedad israelí. Ya no son sólo los «indignados»; estos actos puede llevar a una dura hostilidad entre la sociedad civil laica y los haredim, que están interpretando la Torá y la Halajá en términos que son inaceptables para gran parte de los israelíes y de los judíos en general.
Esta situación nos lleva a plantearnos un tema básico para el judaísmo actual: ¿Qué Israel queremos? ¿Un país democrático o uno teocrático como Irán?
Muy pronto, la sociedad israelí y los judíos del mundo tendrán que enfrentar dicho dilema, tomar decisiones y actuar en consecuencia.
Hay cosas que, definitivamente, no se pueden tolerar ni aceptar en el mundo de hoy.
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