El primer ministro Binyamín Netanyahu se ha ocupado principalmente de tres cosas en los últimos tres años: Irán, Irán e Irán.
En primer lugar, Netanyahu se aseguró de que Irán dominara la agenda internacional. Aunque nuestro primer ministro no lo diga en voz alta, desdeña profundamente a sus predecesores por haber perdido tanto tiempo con la cuestión palestina, dejando de lado la cuestión iraní.
De hecho, Netanyahu ha logrado invertir hábilmente el orden de prioridades, haciendo de las centrifugadoras de Natanz la principal preocupación del mundo occidental. Con la generosa ayuda del presidente francés Nicolas Sarkozy, el primer ministro británico, David Cameron, y varios líderes árabes, ha sido capaz de convencer a la comunidad internacional de que la cuestión iraní es de suma importancia. En Tokio, Pekín, Moscú, Berlín, París, Londres y Washington, todo el mundo considera ahora aquello de lo que Netanyahu ha venido ocupándose desde hace una década. Y el mundo diplomático contiene la respiración: ¿Atacará Israel? ¿Logrará Irán la nuclearización?¿Terminará arrasando completamente a Oriente Medio una guerra entre Israel e Irán?
En segundo lugar, Netanyahu se aseguró de que la amenaza iraní dominara la agenda nacional. Hace diez años, la paz era todavía tema de discusión. Hace cinco años, lo era la división de la tierra - un asentamiento permanente; una solución provisional; la desconexión; la convergencia, etc.
Pero hoy en día, del único asunto en materia de seguridad y diplomacia del que habla la gente durante sus encuentros de viernes a la noche es la cuestión iraní. Nada bueno está pasando en Oriente Medio. Mientras la amenaza de la bomba chiíta ensombrezca nuestras expectativas, no se logará ningún avance diplomático.
En tercer lugar, Netanyahu se dedicó a fortalecer la capacidad de respuesta de Israel frente a la amenaza iraní. Netanyahu está convencido de que, hasta que él no asumió el cargo de primer ministro, Israel no se encontraba adecuadamente preparado para hacer frente a los bunkers de cemento iraníes. Tanto Ariel Sharón como Ehud Olmert estaban cómodos en la creencia de que una «mano invisible» habría de resolver el problema. Sin embargo, la mano invisible no lo hizo.
Sí, se asesinó a científicos iraníes, y explotaron centrifugadoras en Irán, pero a cada momento aquel país fue capaz de disponer de mayor material fisionable que antes. Se traspasó un límite, y luego otro, y otro. Por eso, la principal preocupación de nuestro primer ministro a lo largo de los últimos años ha sido afilar la espada de Israel. Él ha logrado que el mundo considere ahora con honda preocupación la posibilidad de que la espada termine desenvainándose.
Hace unos años, Netanyahu mantuvo un debate en profundidad con el experto en Oriente Medio, Bernard Lewis. Al final de la charla, estaba convencido de que si los ayatolas obtenían armas nucleares, no dudarían en utilizarlas. Desde aquel día, Netanyahu parece estar convencido de que estamos viviendo una repetición de la década de 1930.
Él no olvida ni por un momento que aquellos dos líderes a quienes admira, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill, no movieron ni un dedo para salvar a los judíos europeos durante el Holocausto. Está convencido de que tampoco el presidente estadounidense, Barack Obama, habrá de mover un solo dedo para salvar a los judíos de Israel. Por ende, Netanyahu cree únicamente en la espada de Israel, considerándola como expresión profunda y última defensa de la revolución sionista.
A partir de ahora, la opción militar demuestra ser un éxito diplomático: Consiguió sacudir a la comunidad internacional de su apatía e hizo una contribución definitiva para el endurecimiento del asedio diplomático y económico a Irán.
Pero el tiempo de jugar a juegos diplomáticos con la opción militar está llegando a su fin. Hay un límite en el número de veces que se puede dar la voz de alarma. Hay un punto en que la política de refrenamiento continuo se agota. Y ese es un punto muy peligroso, ya que entonces la opción militar se convierte repentinamente en una opción real.
La reunión de Netanyahu y Obama será definitiva. Si el presidente de EE.UU. quiere evitar un desastre, debe dar a Netanyahu férreas garantías de que Estados Unidos va a detener a Irán del modo que sea necesario y a cualquier precio, después de las elecciones de 2012. Si Obama no lo hace, obligará a Netanyahu a actuar antes de las elecciones de 2012.
La responsabilidad moral por lo que pueda suceder no recae sobre los herederos de Jaim Weizmann y David Ben Gurión. La responsabilidad moral habrá de recaer sobre el hombre que desempeña hoy el mismo cargo que alguna vez ocupara Franklin Roosevelt.
Fuente: Haaretz - 26.2.12Traducción: www.israelenlinea.com
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