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Tú, yo y la bomba

Dicen en Washington:

Combatimos en una guerra terrible e innecesaria en Irak. Estamos en medio de una guerra complicada y deprimente en Afganistán. Nuestra economía finalmente comienza a recuperarse de la peor crisis de la que se tenga noticias desde la Segunda Guerra Mundial.

En noviembre hay elecciones. Por lo tanto, no tenemos la menor intención de hacer nada que pueda enredarnos en una tercera guerra y en una renovada recesión económica.

De ninguna manera atacaremos a Irán, y tampoco dejaremos que lo haga Israel. Bajo ningún punto de vista impondremos un bloqueo marítimo contra Irán o derrumbaremos su banco central.

No iniciaremos ninguna maniobra que atente contra las leyes y que pueda terminar provocando una crisis global.

No vamos a permitir que los fanáticos que gobiernan Jerusalén nos arrastren hacia una irracional guerra de Masada del siglo XXI.

Dicen en Jerusalén:

Hace 15 años que venimos advirtiéndoles acerca de la bomba iraní. Hace 10 años que nos ocupamos de brindarles sólidas evidencias. Pero ellos no hacen más que ignorarnos y negarse a cambar de opinión.

Nos tratan de locos obsesionados con Masada, que no terminan aún de recuperarse del trauma de Auschwitz. Nos aseguran que ellos son leales, inteligentes y confiables.

Pero los hechos demuestran que no se puede confiar en ellos. Se equivocaron con respecto a Pakistán, a Corea del Norte y a Osirak. Traicionaron a cada amigo que tuvieron en Oriente Medio. Cuando sea evidente que también estaban equivocados en lo relativo a Irán, no dudarán en arrojarnos al tacho de basura de la historia.

Pero no somos tontos. Conocemos el juego y lo vamos a interrumpir - nos adelantaremos a ellos. En lugar de marchitarnos cuando así lo dispongan, lo que haremos es atacar cuando nos resulte conveniente.

Y si la guerra aumenta los precios del petróleo y pone un republicano al frente de la Casa Blanca, mala suerte. Cuando alguien se levante con la intención de sacrificarte, sacrifícalo tú primero.

Dicen en Washington:

El juego se llama «coartada», Sabemos que los chiítas están decididos; que nos estamos debilitando y que no podremos detenerlos. Sabemos que no estamos hechos del mismo material que Harry Truman y John Kennedy. Pero tenemos que cumplir con las formas por el bien de Arabia Saudita y los Emiratos del Golfo; por Israel y la comunidad judía. Tenemos que ganar en noviembre.

Por eso, estamos preparando un espectáculo que Broadway sólo en sus sueños podría ofrecer: advertencias imaginarias; sanciones imaginarias; una opción militar de fantasía. Un ficticio apoyo incondicional al Estado judío y al Estado árabe moderado.

Pero después de noviembre nos deshacemos de los apoyos, desarmamos la banda y devolvemos los disfraces al depósito. Cerraremos algún tipo de acuerdo con los ayatolas. Obtendremos la promesa de Alí Jamenei de no hacer estallar la primera bomba nuclear antes de 2016.

Esto garantizará que, durante el segundo mandato, tanto la economía estadounidense como las centrifugadoras iraníes marchen a toda máquina. Y cuando el mundo finalmente logre darse cuenta de que estábamos equivocados y de que lo engañamos, diremos simplemente «Upssss, fue un error; perdón». Lo intentamos; realmente lo hicimos.

Tenemos una coartada. No fueron nuestras manos las que enriquecieron ese uranio. En efecto, nos afligimos profundamente por Arabia Saudita, los Emiratos del Golfo e Israel. Pensar en Israel, sobre todo, nos conmueve en lo más íntimo de nuestro corazón democrático.

Dicen en Jerusalén:

Aquellos que afirman que fuimos nosotros quienes enredamos a los norteamericanos en Irak en el 2003, están mintiendo. La verdad es que fuimos nosotros quienes les advertimos en su momento que el problema no era Irak, sino Irán. Pero hoy la situación es diferente.

Sólo Estados Unidos es capaz de impedir completamente la nuclearización de Irán. Sólo si Estados Unidos amenaza con usar la fuerza en contra de Irán, será posible evitar un ataque nuestro.

Pero Estados Unidos insiste en actuar tal como hiciera Gran Bretaña y Francia durante los años '30. No cabe duda: al final, Occidente recuperará la sobriedad. Pero Occidente podría recuperarla una vez que Checoslovaquia haya caído de nuevo.

Por ende, a menos que los estadounidenses nos demuestren ya mismo que han abierto los ojos, nosotros actuaremos antes de noviembre. El riesgo es alto; sin embargo, la alternativa es peor.

No existe ningún Estado en el mundo que esté dispuesto a correr un riesgo total por su propia cuenta. Ciertamente, tampoco el último y único Estado del pueblo judío.

Este lunes, en la Casa Blanca, el líder de Washington y el de Jerusalén se mirarán a los ojos. Cada uno podrá ver el abismo en la mirada del otro.

Si el presidente de EE.UU, Barack Obama, y el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, se muestran incapaces una vez másde superarse a sí mismos, y no empiezan a trabajar juntos como aliados, acarrearán una gran desgracia sobre sus naciones.

Fuente: Haaretz - 2.3.12
Traducción: www.israelenlínea.com

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