Con Irán cayendo en picada y Assad hundiéndose, también Hezbolá ha entrado en decadencia. Aquellos días de embriaguez de poder han concluido. El eje chiíta lucha actualmente por sobrevivir, y Hezbolá se ha convertido en la organización más odiada del mundo árabe. Aquellos que apuestan por el presidente sirio, que no duda en llevar adelante su salvaje carnicería, lo acompañan en su matanza.
No hay por qué entusiasmarse con los discursos pronunciados por el secretario general, Hassan Nasrallah; son discursos casi cómicos, que presentan a la organización como estable y agresiva. Sin embargo, ¿creerá realmente que la opinión pública israelí va a comprar ahora sus declaraciones tal como hiciera en el pasado?
Aquella fuente de oxígeno económico que llegó desde Irán, y que mantuvo a Hezbolá con vida, se está agotando. Irán enfrenta la amenaza económica de sanciones paralizantes; su régimen está a la defensiva, sin dinero suficiente para emprender aventuras en el frente libanés. Lo cual quiere decir que Hezbolá no tiene para pagar salarios y financiar proyectos.
Las acciones del grupo también están desplomándose en la comunidad chiíta de Líbano. Los ciudadanos chiítas del país se muestran inquietos ante el apoyo unilateral que Assad le otorga a Nasrallah a sabiendas de que el desacuerdo que mantiene con ellos puede ser resuelto más adelante. ¿Y qué pasaría con Hezbolá y con ellos si el régimen iraní terminara cayendo?
Hezbolá se enfrenta a una serie de preocupaciones de orden existencial acerca de la caída de sus aliados, y también al juicio por asesinato de Hariri, al tiempo que padece las duras críticas por parte de la opinión pública y el establishment político de Líbano. Esa es la razón por la cual Nasrallah afirma que no está obligado a seguir las directrices de Irán. Está tratando de mostrar autenticidad. «Irán no nos lidera», expresó Nasrallah. «Incluso si las instalaciones nucleares de Teherán fueran atacadas, Irán no nos pedirá que hagamos nada, y de hecho, no espera nada. Cuando llegue el momento, decidiremos por nuestra cuenta los pasos a seguir».
Hay algo de verdad en esas declaraciones. Hezbolá siempre ha sido una criatura de dos cabezas: una cabeza iraní y otra, nacional libanesa. En ciertos casos, los intereses de una cabeza chocaban con los de la otra. Por ejemplo, en 2006, cuando Nasrallah se atrevió a iniciar una guerra con Israel sin pedir permiso a Irán. La cabeza iraní no lo ha olvidado.
A medida que aumenta en Líbano el número de personas capaces de percibir la debilidad de Hezbolá, mayor es el número de voces que exigen el desarme de la organización. Hezbolá es la única milicia con permiso oficial para operar en Líbano, y el grupo intenta presentarse como una organización patriótica encargada de proteger a Líbano de Israel en lugar de aparecer como una marioneta iraní.
Sin embargo, también este argumento es infundado, ya que no hay confrontación alguna entre Líbano e Israel, y por lo tanto no hay necesidad de un ejército real, armado con decenas de miles de misiles, para defender a Líbano sólo en apariencia. El grupo, que se presenta a sí mismo como defensor de Líbano, es, de hecho, la principal amenaza que pone en peligro al país. Hezbolá constituye por sí mismo la causa del conflicto.
¿Un posible ataque a Israel ahora? Hezbolá puede ejecutarlo, pero se da cuenta de que eso sería un suicidio. Tal maniobra no reportaría ningún beneficio para la organización, para Assad, o para Irán. No lograría desviar la atención del mundo en los rebeldes sirios o sobre Irán. Todo lo contrario: la presión sobre Siria e Irán sólo se intensificaría.
Por otra parte, nadie cree que Israel vaya a conformarse en esta ocasión con el mero debilitamiento de Hezbolá, tal como ocurriera en 2006. Esta vez, Israel podría buscar la destrucción total del grupo como respuesta a un ataque.
No obstante, el control de Nasrallah y de su ejército en el sur de Líbano resulta conveniente para Israel. El Hezbolá chiíta mantiene la estabilidad de la zona; no permite que grupos sunnitas como Al Qaeda o la Yihad Global operen allí, e impide además que los grupos terroristas palestinos alcancen la frontera con Israel.
Israel no tiene absolutamente ningún interés en intervenir, bajo ningún aspecto, ni en Líbano ni en Siria. Los problemas de Hezbolá, de cara a los sunnitas de Oriente Medio y a Siria, pertenecen enteramente a la organización, y así es como debe ser.
Fuente: Yediot Aharonot - 11.3.12Traducción: www.israelenlinea.com
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