A Yonathan Sandler (30), sus hijos Arié (6) y Gabriel (3) y a Miriam Montenego (7), ya nadie podrá devolverles la vida. Su asesinato en el atentado terrorista del lunes en la escuela «Ozar Hatorah» en Toulouse, al sur de Francia, es irreversible.
Los disparos salvajes del atacante a la entrada del colegio, dirigidos conscientemente hacia civiles, un padre y sus dos hijos que iban de su mano, la corrida tras la pequeña hija del director y la confirmación de su muerte con tres balazos en la cabeza, no tienen lamentablemente marcha atrás.
Pero hay algo que aún puede hacerse no para mitigar la dimensión de lo ocurrido sino, quizás, para cambiar algo del futuro.
Los extremistas, cabe suponer, seguirán existiendo aunque no haya tropas francesas en Afganistán y aunque no muera nadie en Gaza en el marco de la guerra que el terrorismo impone a Israel. Pero los moderados pueden ser más elocuentes que hasta ahora. Aunque no usen armas de fuego ni acuchillen a nadie para convencer de sus razones, pueden hablar más fuerte que hasta ahora.
Ahora, justamente tras la tragedia, al parecer a punto de confirmarse que el mismo radical islamista afiliado a un grupo identificado con Al Qaeda que mató a estos civiles judíos fue también el que mató a tres soldados franceses de religión musulmana. Es la hora de los moderados. Es la hora que se levanten todos aquellos que piensan que los asesinos no hablan en su nombre.
Es la hora que alcen su voz todos aquellos convencidos de que su Dios no ordena matar.
Es hora que griten todos los seguros de que su Dios ama la vida, no la muerte.
Es hora que hablen todos aquellos avergonzados que una barbaridad como el ataque deliberado a una escuela, contra niños, sea perpetrada en nombre del islam.
Es hora que digan que esa gente no habla por ellos.
Pero no en declaraciones finas y cautelosas ante micrófonos occidentales que ni siquiera preguntan con demasiada firmeza.
No.
Es hora que lo hagan en sus mezquitas y en sus escuelas.
A la escuela «Ozar Hatorah» en Toulouse, según se informó estos días, se acercaron vecinos del barrio a expresar repudio y dolor. Un enviado especial de la radio pública israelí contó de un hombre de fe musulmana que se hizo presente a expresar su horror. Estimamos que la mayoría piensa como él. ¿Pero dónde está?
Hace varios meses, entrevistamos al Profesor Muhamad Dajani, catedrático palestino de Ciencias Políticas, fundador del movimiento «Wasatía», que brega por un camino intermedio entre el secularismo y el islam fundamentalista.
Nos hablaba de los extremistas radicales que «secuestraron» al islam. Le preguntamos, entre muchas otras cosas, si recuerda qué sintió al enterarse del atentado contra las torres gemelas en Nueva York, el 11 de setiembre del 2001, ya que nos estaba recibiendo en su oficina justamente al cumplirse una década desde aquello.
Esta fue su respuesta: «Estaba en shock. Y estaba consternado de que algo así había sucedido. Y recuerdo que estaba ansioso de saber que ni palestinos ni musulmanes tenían nada que ver con eso. Oraba por que no tuviéramos nada que ver en eso. «Para mí fue estremecedor saber que algo así había sido perpetrado en nombre de Dios, en nombre del islam. Fue muy triste que eso haya ocurrido. Y para mí, como musulmán, fue triste y terrible que eso haya sido perpetrado, de hecho, también en mi nombre, aunque esa gente no habla por mí. Y luego, cuando surgió la oportunidad de crear «Wasatía», me dije que no podemos seguir manteniéndonos en silencio, que no podemos permitir a esa gente secuestrar a nuestra religión, nuestra fe, lo que defendemos. Por eso creo que tenemos que avanzar, adoptar una posición clara, no estar en silencio…»
Que sean ellos, los extremistas, los rodeados que tengan que ponerse a la defensiva de las armas que los combatan y de la gente, más que nada la suya propia, que los repudie.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay
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