Los asesinatos de Toulouse que conmovieron a Francia fueron hechos terribles pero no excepcionales. Todos los días se cometen asesinatos en nombre del Jihad, la guerra santa del Islam. Y uno de los enemigos favoritos es el judío, que según la tradición islamista es descendiente de monos y de cerdos.
La propaganda anti-israelí en Occidente diferencia entre judíos sionistas (malos) y anti-sionistas (buenos) pero los miles de jóvenes musulmanes que piensan lo mismo que Mohammed Merah, el asesino de Toulouse, no creen en esas sutilezas. Para ellos, si Israel es la encarnación del mal ello se debe a que es un país de judíos.
Lo explica muy bien el Profesor de Ciencias Políticas, Xavier Crettiez en «Le Monde«: «Cuando Merah estuvo en Afganistán y en Pakistán, vivió en un mundo en el que el odio al judío y al «cruzado» es natural y no necesita evidencias. Es un medio en el que el uso de las armas es normal y la adopción de una cultura violenta es algo compartido por todos, por lo cual la elección del crimen considerado como un acto político parece casi natural».
Por otra parte vivimos en un mundo extraño. Los mismos que condenan con justa indignación la matanza de niños judíos tan sólo por su condición de tales, oyen con total indiferencia las amenazas de jefes de Estado de un genocidio total de los habitantes del Estado de Israel. No se les ocurre que hay algo que está mal en el mundo cuando en caso de que un vecino suyo los amenace de muerte ellos puede acudir a la policía, mientras el único país del mundo amenazado con la extinción no puede recurrir a nadie, ya que en los organismos internacionales los votos de sus enemigos decididos son más que los de sus dubitativos amigos.
Por otra parte, la campaña mundial de demonización de Israel, alcanzó una virulencia que solo puede compararse a la propaganda antisemita nazi anterior a la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, Israel es tachado de país del apartheid, una comparación no sólo injusta sino realmente absurda. ¿Cuándo en la Sudáfrica del apartheid hubo un juez negro en la Corte Suprema? ¿Cuándo en la Sudáfrica del apartheid hubo en el Parlamento diputados negros que justificaban actos violentos contra el régimen? ¿Cuándo en la Sudáfrica del apartheid negros y blancos estudiaban juntos en las universidades?.
Pero el crimen de Toulouse llevó a mucha gente a reaccionar. Un buen ejemplo es el blog del escritor y crítico literario Pierre Jourde en «Le Nouvel Observateur» que desafía a la cultura del odio de los jóvenes musulmanes de los suburbios de las ciudades francesas.
Como homenaje a las víctimas de Toulouse termino este artículo con unos pocos fragmentos del texto del autor francés:
«Israel, 20.000 kilómetros cuadrados, casi 8 millones de habitantes, de los cuales cinco son judíos, es responsable de la desgracia de los árabes, de todos los árabes, que sean egipcios, sauditas o franceses. Israel es la injusticia misma. Al borrarla de la faz de la tierra, al masacrar a los judíos se terminaría con la injusticia».
«Por ello no hay que decir a los jóvenes de los suburbios que dos millones de árabes israelíes tienen el derecho del voto y eligen libremente».
«Por ello no hay que decirles que en lo que respecta a libertades, democracia y derechos del hombre, no sólo vale mil veces más ser árabe en Israel, que ser árabe en un país árabe».
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